Odalys Buscarón Ochoa 

Casi dos décadas después de la firma del acuerdo interestatal, Rusia y Belarús sortean obstáculos políticos y económicos en favor de un proyecto futuro de unificación, entre dos pilares de la integración regional.

Ambas capitales celebraron el día de la unidad de los pueblos ruso y belaruso, constancia de los históricos lazos de hermandad de las dos naciones eslavas, unidas por un pasado común, de historia, tradiciones y cultura.

Con visión estratégica, el presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó durante la  celebración del Consejo Supremo de los dos Estados, el 15 de marzo último, en San Petersburgo, que el proyecto interestatal es necesario y tiene futuro.

Moscú y Minsk, en opinión del mandatario belaruso, Alexander Lukashenko, avanzan juntos en la realización de numerosos proyectos, utilizando el potencial de ambos países, y el voluminoso intercambio comercial, que supera los 43 mil millones de dólares.

Juntos construimos centrales nucleares, explotamos el cosmos y unificamos el potencial en la esfera científica, unido a una gigantesca cantidad de proyectos, desde la agricultura hasta los servicios, ilustró el estadista.

Resaltó el alto grado de integración bilateral, en ocasión del Día de la unidad ruso-belarusa, que se celebra cada 2 de abril, desde 1996.

Los rusos y belarusos no se sienten como extraños ni en Belarús, ni en Rusia, y a pesar de las nuevas amenazas que surgen y la inestabilidad en el mundo, miramos hacia el futuro, afirmó convencido Lukashenko.

Para el canciller belaruso, Vladimir Makei, la interrelación de los dos Estados es parte inseparable de los procesos de integración en el espacio de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), los cuales constituyen, a la vez, una prioridad en la política exterior del país.

Consideró que al interior del proyecto interestatal (el Estado Unificado) existe un nivel elevado de interacción política, estrecha cooperación en materia económica y militar, unido a los programas conjuntos de protección social y de armonización de las legislaciones.

Los dirigentes de Belarús y Rusia tienen plena consciencia de que el proyecto es beneficioso para nuestros pueblos y debemos poner todo el empeño. Es un propósito orientado al futuro, subrayó Makei en una reciente entrevista a las agencias Ria Novosti y Belta.

Lo catalogó de modelo único como estructura integracionista, en todo el espacio de la CEI, lo cual dan fe, dijo, los 150 acuerdos intergubernamentales suscritos, y más de 350 de dimensión regional, entre convenios, planes y programas.

Cronología del Estado unificado

El 2 de abril de 1996 los entonces presidentes de Rusia, Boris Eltsin, y de Belarús, Alexander Lukashenko, suscribieron en Moscú el acuerdo para la creación de la comunidad entre ambos países, primer intento de un modelo de alianza en el espacio postsoviético, paralela a la CEI, surgida en 1991.

En 1997 ambos gobiernos firmaron el convenio sobre la Unión entre Rusia y Belarús y la declaración para la ulterior unificación, con extensión a la igualdad de derechos ciudadanos de uno y otro país, y de condiciones equitativas para las entidades económicas (1998).

Al mismo tiempo, cada nación conserva su soberanía, independencia, integridad territorial, estructura estatal, Constitución, y los símbolos nacionales (la bandera y el escudo).

Pese a las colosales dificultades políticas, las diferencias de los intereses de las elites de los dos estados, la profunda proximidad y fortaleza espiritual de los dos pueblos no han permitido una desviación del proyecto inicial.

El secretario del Estado Unificado, Grigori Rapota, aclaró recientemente que antes de la firma del Acta Constitucional -la carta magna del estado unificado- deben materializarse las premisas que sustentan esa unidad, como los espacios únicos en lo económico y social.

Solo después de ello, podría plantearse la cuestión sobre la firma del Acta Constitucional, esclareció Rapota.

Entre los obstáculos visibles mencionó el tema de la soberanía, por lo que los dos Estados deberán sopesar los beneficios y desventajas, al renunciar a una parte de la autonomía, para dar lugar a los órganos supranacionales.

Es un largo camino, advirtió, que demanda una labor titánica, al tiempo de insistir en que cada Estado debe meditar sobre las consecuencias de ese paso, pues aunque se mantengan los derechos soberanos de cada país, existirán funciones supranacionales.

La redacción del Acta Constitucional comenzó en 2001 por encomienda del Consejo Supremo interestatal, pero el texto no ha sido llevado a rango de  proyecto.

Sin ese documento jurídico de base, y por consiguiente, con la ausencia de un sistema normativo-legal común, el Estado Unificado continúa plasmado como un proyecto realizable a largo plazo.