Cuando descubrí a Jan Potocki y su Manuscrito de Zaragoza

Humberto Guzmán

Una tarde de 1967 me evadí de mis clases en la Escuela de Economía del IPN y me fui al cineclub de Medicina donde descubrí una película que sería  fundamental para mi proyecto en ciernes. Olvidé el título, pero, como una revelación, me quedaron imágenes, ambientes, sensaciones, creo que hasta olores, en donde se mezclaban el erotismo, la aventura terrenal y sobrenatural, un protagonista y dos mujeres seductoras, musulmanas, ataviadas como en Las mil y una noches: bebían de una copa con forma de cráneo humano, atendidos por sirvientas negras.

Otro día, me encontré con un amigo, que tenía más experiencia que yo, y le platiqué a grandes rasgos este hallazgo. Me dijo como si tal cosa, ah, sí, se trata del Manuscrito encontrado en Zaragoza, basada en una novela de Jan Potocki. (Posteriormente investigué que la película, de 1965, era de Wojciech Jerzy Has; música, Krzysztof Penderecki.) Raudo, fui a buscar ese título en El Sótano, librería de moda por esos días de la avenida Juárez.

Leí de corrido lo que resultó una novela extraordinaria (pocas veces tan bien usado este término) y el hallazgo aumentó. La entendí por primera vez, porque esta clase de novela se entiende cada vez más con cada lectura. Gana, en relación con la película (que es buena, es el medio el que no llega a las dimensiones de la novela), en profundidad, interioridad y conceptualidad, así como en paisaje y mil detalles que dibujan esa histórica realidad española. El trastocamiento de tiempos y lugares no se relaciona con la confusión, sino con la magia, con el desarrollo de la historia que se va haciendo de historias cortas, como cuentos que aparecen en las Jornadas (capítulos), dedicados a cada uno de los personajes notables, conforme van apareciendo, sin perder nunca la continuidad y el sentido.

De pronto, el héroe (el capitán del ejército de Napoleón, Alfonso Van Worden) despierta tirado en un inhóspito lugar de la Sierra Morena, España, junto a un cadáver medio devorado por los gusanos y los zopilotes. O bien junto a un poste de donde penden dos ahorcados. La confusión entre el sueño y la vigilia es un hermoso misterio. Él vive en sueños y cuando despierta se encuentra con el horrible rostro de la muerte o vive esta experiencia como una pesadilla y cuando duerme llega a estos palacios árabes con guapas odaliscas. No importa, la seducción y el misterio se han consumado.

Una novela fantástica, gótica, sobrenatural, pero con motivos de gozo, de erotismo, con personajes reales e irreales, fantasmas y palacios de Las Mil y una noches. La alegría y sensualidad de la vida y el terror de la muerte y la putrefacción, que no pocas veces van juntos en realidad, pero no siempre lo están en una novela del género terrorífico.

El conde Jan Potocki (1761-1815), además del Manuscrito encontrado en Zaragoza, escribió otros libros de sus incontables viajes-investigaciones científicos: filósofo, humanista, historiador, egiptólogo, cabalista (con conocimientos de satanismo), etnólogo. Al final de su vida, después de una terrible depresión, se dio un balazo en la cabeza con una bala de plata, hecha por el mismo, ya que sospechaba que se había convertido en un hombre lobo.

Al Manuscrito encontrado en Zaragoza, escrito en francés, se le emparenta con el Decamerón y los Cuentos de Canterbury. La versión en español de José Bianco, con un prefacio de Roger Cailois (Minotauro, 1967), me parece un tanto mejor, en cuanto a la escritura, que la de Mauro Armiño (Valdemar, 2010). Pero, mientras la de Bianco tiene catorce Jornadas y tres Historias, la de Armiño, muestra sesenta y siete Jornadas y un epílogo, con acotaciones a pie de página y un prólogo de él mismo. Caillois cita a  Klaproth (de 1892): “Además de sus obras doctas, el conde Jean Potocki ha escrito una novela muy interesante, de la cual sólo algunas partes han sido publicadas; su tema son las aventuras de un gentil hombre español descendiente de la casa de Gomélez, y por consecuencia de extracción morisca. El autor describe perfectamente en esta obra las costumbres de los españoles, de los musulmanes y de los sicilianos, y los caracteres están trazados en ella con gran verdad.” (…) “Esperemos que una de las cinco copias, que hay en Rusia y en Polonia, saldrá a (la) luz tarde o temprano porque, a semejanza de Don Quijote y de Gil Blas, es un libro que no envejecerá jamás.”

No falta el elemento picaresco-cómico español, es una novela tan española, de las postrimerías del siglo XVIII, que puedo decir que el Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki, es una gran novela española, escrita en francés, por un talentoso conde polaco. Qué importante conocerla —especialmente— en 1967.