Debilitado y presa de un escándalo
Bernardo González Solano
Aunque muy pocos analistas suponen que hay en el planeta un lugar aislado y seguro, donde no llega el ojo escrutador e irreverente (cínico sería el mejot término) del Big Brother (el desvergonzado Gran Hermano), desde la tarde del lunes 17 de este mes se reúnen —costumbre que iniciaron en 1973— en el lujoso hotel-golf-spa de Lough Erne, Irlanda del Norte, rodeados de un lago, aislados en el fin del mundo, los dirigentes de los países del Grupo de los 8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Gran Bretaña, Rusia), aparte de invitados especiales como el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en esta ocasión convocados por el primer ministro David Cameron, con la consigna de recrear el espíritu informal del grupo para discutir al calor del fuego sin centrarse sobre la negociaciones del comunicado final que se daría a conocer el martes 18.
Crecimiento, comercio internacional, evasión fiscal, transparencia. El orden del día muy económico de la agenda también sería dominado por las discusiones sobre la guerra civil de Siria y la lucha contra el terrorismo internacional, donde indudablemente se tocaría el grave problema de los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos, incluidos en el marco de la lucha antiterrorista, iniciados por el presidente George W. Bush y continuados por Barack Obama, apoyado por el Congreso y autorizado por las instancias judiciales correspondientes, sin que la sociedad estadounidense fuera informada de ellos.
Y así hubiera continuado el secreto de no ser porque un joven analista, Edward Snowden, de 29 años de edad, decidió dar a conocer el extenso programa de espionaje a llamadas telefónicas y transmisiones por la Internet en grandes compañías como Google, Microsoft, Facebook y Skype, al diario británico The Guardian y al estadounidense The Washington Post.
No será el Kennedy negro
En estas condiciones, Europa reconoció enseguida su indefensión ante el espionaje masivo de las comunicaciones por parte del Tío Sam. Por mera casualidad, el mismo día que los periódicos citados dieron a conocer las filtraciones de Snowden, los ministros de Justicia de la Unión Europea estaban reunidos para reforzar la protección de datos personales, pero no llegaron a un acuerdo.
Las disposiciones comunitarias al respecto datan de 1995, cuando la Internet estaba en pañales y se han quedado obsoletas. En 1991 se anunció públicamente la World Wide Web (www) y, en 1996, apenas había 10 millones de computadoras conectadas en todo el mundo.
Asimismo, la Unión Europea, hace año y medio, hizo una propuesta para restringir el acceso que compañías y poderes públicos tienen a datos de los usuarios. Sin éxito.
Viviane Reading, vicepresidenta de la comisión y responsable de justicia, después de enterarse que la Casa Blanca mantiene un programa masivo de vigilancia de las comunicaciones, afirmó: “Este caso demuestra que un marco legal para la protección de datos no es un lujo sino un derecho fundamental”.
De tal forma, Obama llega a la reunión del G8, y después a Alemania, como un presidente debilitado por los numerosos casos de escándalo que rodean la Casa Blanca.
De acuerdo a Ben Rhodes, que escribe los principales discursos de política extranjera del presidente Obama, en Irlanda éste “hablaría del Oriente y del mundo libre”. Se apoyará en la historia transatlántica común para convocar “el mismo espíritu de cooperación y de activismo que nos condujo a trabajar en forma conjunta durante la guerra fría”.
Los desafíos de la actualidad ya no son los de “un muro y alambre de púas”, pero no son menores: proliferación, atentados a la dignidad humana.
Pero no es seguro que las fuertes palabras de Obama tengan la misma resonancia que el discurso de John F. Kennedy el 26 de junio de 1963 —(“Yo soy berlinés”), repitiéndolo dos veces como el alarde más orgulloso de hacía dos mil años: civis romanum sum (soy ciudadano romano)—, ni que reciba la bienvenida de estrella de rock como la tuvo en el verano de 2008, cuando no era más que un extraordinario candidato a la elección presidencial.
La imagen del Kennedy negro se ha empañado por la acumulación de revelaciones sobre la guerra antiterrorista a la manera de Obama y la continuación de prácticas dispuestas por Bush y desacreditadas en Europa.
De la guerra de los drones al culto del secreto; de las acusaciones contra los periodistas al mantenimiento de los huelgistas de hambre en Guantánamo, Estados Unidos nuevamente nuevamente tiene miedo.
“Obama, nuestro amigo perdido”, titular de la portada de la revista semanal alemana Der Spiegel. Pese a su reelección, ahora Obama está debilitado. Sin más.
La Casa Blanca está consciente que el desplazamiento de Obama corre el riesgo de ser perturbado por las revelaciones del joven espía informático Snowden sobre el programa Prisma y la vigilancia masiva de la que son objeto, no los estadounidenses (la Constitución lo prohibe) pero sí los alemanes, los daneses, los franceses y el resto del mundo (incluyendo México) desde que se conectan al Facebook o a Google.
Los hijos del Tío Sam son el blanco del interés de la Agencia Nacional de Seguridad, pero solo por lo que concierne a los númeos telefónicos a los que llaman. Para conocer el contenido de las conversaciones, es necesaria una orden judicial.
Gigantes de la informática
De tal suerte, Google, Facebook, Microsoft, Yahoo y Twitter, en los últimos días, hicieron saber a su gobierno su preocupación por el carácter secreto de la vigilancia que las autoridades ejercen sobre sus productos y reclamaron un cambio de la normativa actual.
Nadie ignora que la colaboración entre el gobierno y las riquísimas empresas de la Internet es uno de los pilares de la economía estadounidense, por lo que el escándalo de las filtraciones hechas por Snowden, al margen de las implicaciones políticas, podrían tener gravísimas consecuencias, por lo que las empresas de la Internet están tanto o más interesadas que la propia Casa Blanca en esclarecer esta situación y controlar sus daños.
Así, los nuevos gigantes económicos de la Unión Americana están atrapados entre dos lealtades que hoy parecen contradictorios, pero que le son imprescindibles.
Por una parte, se deben a un público que cree en la libertad de movimientos en la Internet y confía en el respeto a su privacidad y, por otra, mantienen un compromiso con un gobierno que les ha ayudado enormemente a su promoción. Las nuevas marcas dependen, esencialmente, de que la gente decida seguir expresándose y actuando en la Red, lo que puede ponerse en riesgo si los clientes temen de la empresa por medio de la cual lo hacen o pierden su fe en ellas.
Por ello, el problema de dichas empresas es que por sí mismas no pueden resolver el espionaje. Por más que ofrezcan a la clientela disculpas por lo ocurrido y garantías sobre los controles impuestos para respetar la vida privada, de nada valdrá si no van acompañadas de una promesa del gobierno de poner límites al espionaje o aportar más transparencia.
Cabe aclarar que, gracias a su gesto, Snowden espera que el espionaje electrónico masivo practicado por la Seguridad Nacional pueda al fin ser impugnada ante la justicia.
Snowden aparece como hermano de combate del soldado Bradley Manning, analista de inteligencia en Irak, que transmitió a Wikileakes centenares de miles de documentos clasificados como secretos; Snowden es juzgado desde el 3 de junio en corte marcial.
Casos similares, los de Snowden y Ellsberg
La actuación de Snowden y los motivos éticos que esgrime para su filtración recuerdan a Daniel Ellsberg que en 1971 contribuyó a poner de revés la opinión pública estadounidense hasta el momento favorable a la guerra de Vietnam.
Economista formado en Harvard, asalariado de la Rand Corporation, organismo de investigaciones considerado como un apéndice de los servicios secretos, exmarine y alto funcionario del Pentágono, Ellsberg filtró los Pentagon Papers, 43 volúmenes ultraconfidenciales de 7 mil páginas sobre el origen del involucramiento de Estados Unidos en Vietnam.
Publicados por The New York Times a partir del 13 de junio de 1971, la serie de artículos denunció las mentiras sistemáticas de las diferentes administraciones, desde Einsenhower a Nixon, destinadas a justificar el involucramiento estadounidense en Vietnam.
Snowden es continuador de Ellsberg. Por cierto, al leer el primer artículo de la serie, el presidente Richard M. Nixon dijo: “El hijo de puta”… Ellsberg fue llevado a juicio que ganó en 1973 por que se anuló después que su defensa demostró espionaje ilegal y pruebas fabricadas. Ojalá Obama no termine como Nixon.


