República Popular de China
Alfredo Ríos Camarena
Tuve la oportunidad de conocer la República Popular de China en dos momentos totalmente distintos; la primera vez realicé una gira por diversos lugares de esta nación en 1974, recién establecidas las relaciones diplomáticas con China; participaba en una misión oficial y comercial que prácticamente iniciaba las relaciones con el gigante. Era un país de grandes carencias. Su desarrollo, incipiente; sus ciudades apenas estaban ingresando a la modernidad, Shanghai, Pekín, Nankín, Cantón, todas ellas eran grandes aldeas en las que participaba un pueblo de vestido uniforme, casi sin automóviles y con millones de bicicletas. Los dirigentes chinos de la época encabezados por Zhou Enlai, nos explicaron sus proyectos de crecimiento que francamente nos parecieron increíbles.
Más de 30 años después, en el año 2009, me tocó presidir una misión parlamentaria invitado por el Congreso. El cambio que advertí fue más que asombroso. Los edificios monumentales de Shanghai, el crecimiento espectacular de Cantón y los cientos de miles de personas que circulaban por las calles, parecían pertenecer a otro planeta. El gigante había despertado y el gran salto adelante pronosticado por Mao Tse Tung conformó una sociedad totalmente distinta. La riqueza capitalista se había entronizado cuando menos en 350 millones de chinos. Había sucedido el milagro más espectacular de crecimiento de la historia del mundo.
El presidente del Congreso de Guangdong me comentaba su preocupación porque ese año se pronosticaba un crecimiento económico del 9 por ciento; no era ninguna broma, pues el desarrollo económico de China ha mantenido los índices más altos del mundo.
¿Cómo sucedió el milagro? La estructura constitucional de China cambió y su artículo 1º establece algo que parece insólito, pues dice que la República Popular de China es un país socialista de libre mercado.
Qué dicotomía más grande: globalización y socialismo juntos y al mismo tiempo la teoría de los dos gobiernos y los dos sistemas haciendo referencia expresa a la ventana capitalista más grande de Asia, el puerto de Hong Kong; el gobierno chino abrió las puertas a la inversión extranjera, pero no indiscriminadamente, ellos establecieron dónde, cómo y por cuánto tiempo, generalmente 20 años y después con tecnología incluida, el crecimiento sería de carácter nacional. Claro está que existía una condición terrible para sus trabajadores, que son brutalmente explotados pues casi no existen los salarios; sin embargo, las redes de protección social son muy amplias, los servicios médicos, sobre todo la educación y la vivienda en menor medida, son condiciones básicas para su desarrollo.
El martes pasado, visitó nuestro país el nuevo presidente Chino, Xi Jinping, acompañado de más de 10 ministros y de su atractiva y bien vestida esposa, que se ha convertido en una de las mujeres más poderosas del mundo, a decir de la revista Forbes. La visita promovida por una política internacional activa de México, abre las puertas de oportunidades principalmente en el campo económico, para el desarrollo y el empleo de nuestro país, donde a pesar de nuestra antigua relación diplomática, no ha recibido inversiones de la importancia que pueden ejercer los inversionistas asiáticos.
Este relanzamiento de las relaciones, nos abre la puerta de inversión y tecnología fundamentales para el país que depende esencialmente de los Estados Unidos, quienes en este momento tienen su deuda externa comprometida en gran medida con los chinos. Dos problemas se avizoran para esta nueva relación económica: la opinión de los propios Estados Unidos en primer término, y la actitud de los recientes gobiernos mexicanos, en relación a la visita que realizó a nuestro país el Dalai Lama.
Tampoco podemos torcer nuestros principios internacionales por muy doloroso que sea para el gobierno chino el afecto y la solidaridad que muchos mexicanos dieron a este personaje de leyenda. Tenemos inversiones detenidas como el gran complejo comercial que grupos de empresarios chinos pretenden realizar cerca de Cancún en Quintana Roo; a pesar de todo eso, la capacidad de la diplomacia mexicana será puesta a prueba para encontrar fórmulas que nos den una más sólida relación México-China.
La realidad es que el gigante despertó y avanza incontenible sobre el planeta; superó la vieja crisis con la Unión Sovietica; estableció los conceptos básicos de su nuevo desarrollo y aunque está muy lejos de sus objetivos de justicia social, la importancia que tiene en el mundo de nuestro tiempo, es fundamental, ya es la segunda economía del mundo y muy probablemente antes del 2020 será la primera. La ruta trazada es excepcional, pero sólo se puede continuar si en el mundo conservamos el equilibrio y mantenemos la paz mundial a pesar de las graves crisis bélicas que se atraviesan particularmente en el oriente.
Bienvenido el presidente Xi Jinping.