Presidente Xi Jinping: “época de oro”

Frida Modak

Hace mucho tiempo que debió llegar este momento en que los países de América Latina y el Caribe estuvieran en condiciones de mostrar no sólo su potencial, sino también su capacidad de convertirlo en un hecho concreto y transformarse en naciones independientes de verdad.

Así ha quedado en evidencia en el transcurso de estos últimos años en los que se han producido cambios interesantes. Los países considerados ricos y, por lo tanto, en condiciones de asumir el liderato mundial fueron perdiendo fuerza y capacidad, y son ellos los que ahora están en crisis.

En contraste, nuestros subdesarrollados países viven un momento que el presidente chino, en su intervención en el Congreso de México, calificó de “época de oro”, lo cual también debe hacernos reflexionar.

Es cierto que América Latina, y con ella el Caribe, que incluye países de habla inglesa, atraviesa por uno de sus mejores momentos y eso no es obra de la casualidad ni de ese imponderable llamado destino.

Es la resultante de un proceso que ha atravesado por varias etapas que van desde la colonia a la independencia, y ha alternado dictaduras con gobiernos democráticos y son estos últimos los que predominan ahora.

Este asentamiento de la democracia ha favorecido el desarrollo, aun en medio de las discrepancias, y ha determinado que esa otra parte del mundo sea la que atraviese por una crisis que no logra superar ni siquiera con las guerras que ha provocado para hacerse de recursos ajenos.

Las visitas ilustres

China y Estados Unidos  son los dos países que abiertamente se disputan el papel hegemónico, mientras Rusia afianza con éxito sus posiciones después de la caída de la Unión Soviética. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es donde se miden con frecuencia.

La pugna más evidente es la de China y Estados Unidos, como lo hemos podido apreciar en las giras de sus respectivos presidentes por  países latinoamericanos en las últimas semanas.

Barack Obama estuvo en México y Costa Rica, mientras su vicepresidente fue a Brasil, Colombia y Trinidad Tobago.

El presidente chino llegó a Trinidad y Tobago, siguió a Costa Rica, México y luego a Estados Unidos.

Y nada en estos  recorridos es casual, lo que indica que los dos países siguen, mutuamente, las pisadas de sus dirigentes.

Biden fue el más explícito y vaticinó una nueva era entre su país y América Latina.

Los países visitados fueron elegidos por motivos muy concretos. Obama vino a México por razones que ya veremos y porque necesita el petróleo de este país y el de todos los países en que le resulte más conveniente comprarlo en vez de  explotar sus yacimientos botuminosos.

El viaje a Costa Rica se debió a que esa nación fue la única de la región caribeña que rompió relaciones con Taiwán y las  mantuvo con China, la que ahora proyecta construir allí una planta procesadora del petróleo que le surte Venezuela.

Ese petróleo se enviaría a China a través de un oleoducto que se proyecta construir en Nicaragua, país limítrofe con  Costa Rica.

Si esto ya implica que China estará presente en América Central, el que el presidente chino haya llegado primero a Trinidad y Tobago también tiene un  significado.

Xi Jinping señaló que inició por ahí su gira  porque ese país “se ha convertido en uno de nuestros socios más importantes en el Caribe de habla inglesa”; agregó que también “es un importante productor de petróleo y gas en la región del Caribe”.

Según trascendió, se ha hablado de hacer inversiones conjuntas en países africanos e incluso de una ampliación del Canal de Panamá. Trinidad y Tobago es el sexto exportador mundial de gas.

La arremetida política

Mientras la gira de Xi Jinping culminaba en Estados Unidos, el país del norte había puesto en marcha otras acciones que incidían en América del Sur, donde busca establecer una zona de influencia en la que Chile parece ser  el país escogido.

Como se recordará, México, Colombia, Chile y Perú crearon la Alianza del Pacífico, a la que según se ha anunciado debe sumarse Costa Rica. Pero Estados Unidos baraja otras iniciativas.

El presidente chileno Sebastián Piñera, cuyo mandato termina en marzo próximo, acaba de estar en Estados Unidos, donde recibió toda clase de elogios de parte del presidente Barack Obama, que se mostró muy interesado en la alianza mencionada.

Como resultado de la conversación entre ambos surgió la idea de impulsar el Acuerdo de Asociación Económica Transpacífico, TPP, que integran Chile, Estados Unidos, Australia, Brunei, Canadá, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.

El impulso a este acuerdo apunta a crear entes teóricaente más poderosos, que amenazan la existencia de acuerdos regionales que impulsan no sólo la economía, también la independencia de países de diferentes desarrollos.

El propósito estadunidense es claro, América Latina tiene hoy grados de independencia que inciden en las aspiraciones de Washington de aumentar su influencia en la región y también en otras latitudes. Las guerras no le han dado el beneficio esperado.

En la búsqueda de estos objetivos, Obama declaró “gran admiración” por el liderazgo que le atribuyó al presidente chileno en América Latina, inexistente en la práctica.

Lo cierto es que  Estados Unidos siente que su influencia a nivel mundial ya no es la misma y que por todas partes surgen nuevas alianzas, como el nivel que ha alcanzado el BRICS, que creará su propio Banco de  Desarrollo,  convirtiéndose en  otra alternativa desde el punto de vista financiero.