Alberto Híjar Serrano

 El Proyecto Siqueiros que firma con la Sala de Arte Público Siqueiros y La Tallera (lo que resta del Taller Siqueiros de Cuernavaca) debiera llamarse Antisiqueiros. Así daría sentido a la convocatoria para el miércoles 29 de enero de las “platicas dispares con temas diversos” tituladas Huevos Revueltos propuesto por un tal Rafael Ortega inspirado por el Museo de Arte Contemporáneo de Denver y encabezado por el biólogo Edgar Vázquez y la bailarina o algo así Aniuska Angulo traída de España. “Proteinología y Tricot” sobretitulan a esta actividad que consiste en media hora de habla de uno de los conductores al que replica el otro con un tema inconexo para dar lugar a las intervenciones de quienes quieran hablar de cualquier cosa distinta para ver si aparecen relaciones dispares. O sea, el culto al desorden porque sí, porque se les pega la gana.

Este acto de prepotencia extrema correspondiente a la dictadura de clase encubierta como Pacto por México, revela la aparente arbitrariedad de los expertos reconocidos por los aparatos ideológicos de Estado. Sobresalta su desprecio a la memoria de Siqueiros en el mes en que falleció en 1974 y en la Sala de Arte Público que preparó desde 1968 como donación al pueblo de México. Trazos de composición mural, biblioteca, archivo, obras y bocetos como el monumental retrato de Angélica Arenal, el Cristo sangrante para homenajear al subversivo más eficaz de la historia y algunos cuadros de los años treinta para descubrir el “accidente controlado” con materiales de secado rápido aplicados con brocha de aire, darían cuenta de la dimensión estética construida por una vida de lucha, armada cuando fue necesario con el Estado Mayor del General Manuel M. Diéguez y con la defensa de la República Española, donde se construyeron solidaridades con Neruda, Eluard o Alberti, poetas homenajeantes de Siqueiros encarcelado por su actividad política, todo lo cual le mereció el Premio Lenin de la Paz donado en su parte económica al pueblo de Vietnam vencedor de Estados Unidos. Cuando abrimos la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS) todo esto fue colocado para mostrar la riqueza histórica siqueiriana incluyente de un reconocimiento papal por el donativo de la pintura de un cristo evidentemente judío exhibido en el Museo Vaticano y en una vitrina, el disparador de un avión yanqui derribado por el Ejercito de Liberación de Vietnam acompañado por una tarjeta con flores coloridas firmada por Ho Chih Minh, todo lo cual ha desaparecido de la SAPS que todavía exhibe en su fachada la placa donde se afirma la donación al pueblo de México. Desde el siglo pasado empezó la derrota de Siqueiros al declarar el espacio techado que fuera jardín interior como El Cubo para dedicarlo a actividades conceptuales, esos caprichitos acompañados de retórica postmodernista e intimista para el goce de quienes intercambian monerías de un lugar a otro como habitantes sin fronteras desentendidos de la terca realidad infame. Son un ejemplo de falsa libertad muy bien patrocinada por consorcios que eluden así pago de impuestos y contribuyen a lavar la imagen de los Estados brutalmente represivos. Sin eludir a la política como lucha por el poder, este arte presume de estar más allá del bien y del mal, argumenta con vulgaridades retóricas el fin de la historia y ameniza los informes de los funcionarios de la cultura confundida con la competitividad turística a la que le viene bien un toque espiritual.

            Lo grave es que no hay organización ni menos tendencia cultural que se oponga a todo esto, que lo denuncie, que dé a conocer y entender la necesidad urgente de dar dimensión estética a la crisis de muerte de los Estados-nación y a la barbarie capitalista. Las decenas de colectivos de excelente producción gráfica, en especial los de Oaxaca, y los que tienen como centro de producción la Escuela de Cultura Popular “Mártires del 68” fundada hace 25 años en la SAPS, no tienen acceso a los espacios públicos enajenados por curators a la moda chic como llama Siqueiros a los turistas mentales, esos transeúntes cámara en mano al encuentro de lo bonito personalizado y registrado para su gusto miserable.

            A raíz de la Guerra Fría en los cincuentas, la naciente CIA y antes el FBI propiciaron un cargo estatal para Nelson Rockefeller para hacer del MAM, el museo de Mami, la punta de lanza de una cultura de rechazo a la instrumentación política del arte a cambio de exaltar la libertad creativa del action painting con sus gestos de furia lúdica. El individualismo extremo irracional contra la socialización crítica de los espacios públicos. “El expresionismo abstracto, arma de la guerra fría” llamó Eva Ckroft traducido al español por Arnold Belkin a la descripción de este proyecto. Confrontar a Siqueiros atrapado por el stalinismo con Jackson Pollock goteando pintura sobre grandes telas, es una imagen panfletaria difundida lo mismo por Life en español que por una película hollywoodense y por una exposición en Dusseldorf en 1995. Dripping and pouring, chorrear y verter, caracteriza a una tendencia antirracionalista que exalta el automatismo. El Taller Siqueiros de New York 1939 para propagandizar la candidatura de Earl Browder, dirigente del PCUS a la presidencia de Estados Unidos, condujo el uso de pinturas industriales de secado rápido y con brocha de aire de donde Siqueiros derivó el accidente controlado mientras Pollock optó por el descontrol lúdico. La cédula de sala de la exposición inaugural del remodelado Taller Siqueiros de Cuernavaca sostiene al final que la principal influencia de Siqueiros en Estados Unidos fue el cine de Walt Disney y de Hollywood en general. La historia al revés.

            Con el posmodernismo como ideología de la globalización capitalista y el fin del socialismo, las luchas populares comunitarias dan lugar a la emergencia mundial de intervenciones del espacio publico como signos y señales de la indignación concretada en gráficas, plantillas de rápida aplicación, videos y usos de recursos electrónicos con circulación alterna a museos, galerías y bienales. Para detener esto los estados-nación asociados a los grandes consorcios, a la industria del espectáculo y a la evasión de impuestos por vía filantrópica, oponen el privilegio de curadores conceptualistas de simplismo extremo argumentado como señal de libertad. Siqueiros es el blanco: el Museo Tamayo expone de mayo a julio de 2013 a cuatro pintores con el título “Hay más ruta que la nuestra” con alusión evidente a la consigna de aliento a la articulación entre política y trabajo estético, no solo artístico, sino constructor de sujetos sociales sumisos y orgullosos por sujetarse a los esplendores del espectáculo mercantil.

            Lo grave es el afán negociador de los socialdemócratas de la falsa izquierda participantes en pactos y rituales de unidad nacional antipopular a la que estorban las movilizaciones y los signos de los indignados. De aquí la insistencia de declarar muerta a la Escuela Mexicana a pesar de la evidencia de los talleres y organizaciones recuperadoras del espacio público para bien de los pueblos. El activismo y el espontaneismo tampoco permiten profundizar en la dimensión estética contra la ley del valor. Así se construyen hegemonías.