Sistema que exime al rico y castiga al pobre. ¡Carajo!

Humberto Musacchio

Para el ciudadano de a pie, el que trabaja por su cuenta y dista de ser rico, resulta extremadamente complicado el pago de impuestos. El fisco obliga a exigir facturas en cada lugar donde se adquiere un bien o se paga un servicio, pues como no es obligación de las empresas extender facturas a todos sus clientes, cada uno de éstos debe pedirlas para comprobar los gastos deducibles y restar el IVA de los impuestos a pagar.

En lugar de afinar los sistemas de vigilancia y control fiscal, la Secretaría de Hacienda y los señores diputados aprobaron un sistema confuso, oneroso y que ocasiona gran pérdida de tiempo, no a los sinvergüenzas, sino a los sufridos contribuyentes que sí cumplen con sus obligaciones.

El nuevo sistema permite que las empresas entreguen al cliente una factura en papel al momento de la compra, o bien, que si el cliente les da su dirección de correo electrónico, le envíen el documento. Otras empresas, también con la bendición del fisco, simplemente obligan al causante a buscar en internet la dichosa factura entrando al portal de la firma emisora. Algunos expiden factura en papel y luego la envían por internet y otros ni la entregan ni la envían, y es el contribuyente burlado quien tiene que denunciar el hecho sin que eso signifique que obtendrá el ansiado papel, sin contar con que cada persona física necesita un contador y una computadora para poder pagarle a Hacienda.

El ciudadano cumplido tiene que sufrir ese trato humillante por parte del fisco. Ah, pero si se trata de un municipio donde el alcalde dispuso del impuesto sobre la renta retenido a sus empleados, como Naucalpan, pues borrón y cuenta nueva; y si es Televisa la que debe tres mil millones, no sólo se los perdonan, sino que le ofrecen el consabido usted dispense.

El atraco mayor se produce disfrazando la operación de compra-venta mediante la bolsa de valores, que simplemente bendice la adquisición directa y da la coartada para que el fisco no reciba ni quinto por la enajenación, que aparece como operación bursátil y por lo mismo no causa gravamen. Así pasó Banamex a manos de banqueros españoles después de que el Estado mexicano había saneado las finanzas de la firma con dinero público: así, la Cervecería Modelo es ahora de una empresa belga que pagó más de 20 mil millones de dólares por la operación y nadie pagará impuestos. Pero qué tal si al ciudadano de a pie se le ocurre vender su departamentito, ¿cuánto pagará de impuestos con este sistema que exime al rico y castiga al pobre? ¡Carajo!