Carlos Guevara Meza
Pese a todos los pronósticos el presidente Bashar el Assad se mantiene en el poder y logra triunfos, ante una oposición dividida y sin líderes capaces de unificarla, con un Occidente ensimismado en su crisis que da bandazos en su posición ante el conflicto, con Arabia Saudita y Qatar jalando cada quien por su lado en su apoyo a los rebeldes y con una Turquía que ha comenzado a desestabilizarse por razones internas.
Mientras Rusia e Irán continúan brindado su apoyo diplomático al régimen, la milicia libanesa Hezbollah ha comenzado a participar en el conflicto y El Assad ha logrado mantener el apoyo de importantes sectores sociales, incluyendo el ejército que logra victorias militares estratégicas.
La Unión Europea levantó el embargo de armas impuesto a Siria (que afectaba no sólo al régimen sino también a los rebeldes) pero con bemoles: el acuerdo alcanzado por los ministros de Exteriores de los 27 establece que se podrá dar armas a los rebeldes pero sólo a las organizaciones moderadas y para fines de protección a los civiles, con un protocolo que implica el análisis caso por caso. Además, se comprometió a no poner en operación el levantamiento hasta después del primero de agosto, para dar oportunidad a Estados Unidos de arreglar una cumbre con Rusia al respecto, país que mantiene sus compromisos de venta de armas con Siria.
De hecho, autorizó la entrega (que no se sabe si ya se realizó) de misiles antiaéreos de largo alcance, situación que ya puso en alerta a Israel cuyas autoridades comentaron que no permitirían la instalación de esas armas pues implicaría convertir a Siria en una zona de exclusión aérea y, de hecho, con capacidad ofensiva pues el alcance de los misiles rusos podría poner en jaque incluso el aeropuerto de Tel Aviv. Israel ya ha atacado instalaciones sirias por vía aérea argumentando que se trataba de envíos de armas dirigidos a Hezbollah, aliado tradicional de Damasco.
La intervención de Hezbollah no es asunto menor, por lo que implica el enfrentamiento entre sunitas y chiitas en Siria y en Líbano (donde ya han comenzado a generarse enfrentamientos civiles al respecto), sino también porque podría arrastrar a ese país hacia el conflicto. Algunos grupos rebeldes sirios ya han comenzado a atacar posiciones de Hezbollah en Líbano en represalia por la participación de la milicia en Siria. Una implicación mayor de Hezbollah o de Líbano también podría implicar posibles represalias por parte de Israel hacia el país del cedro. Pero tanto Siria como Irán seguirán presionando a Hezbollah para apoyar a El Assad, y a la milicia libanesa no le quedará otro remedio que hacerlo, pues estos países han financiado y armado su movimiento durante décadas. Sin ellos, podría dejar de existir.
Turquía, que manifestó claramente su apoyo desde el principio a la rebelión, comienza a mostrar signos de inestabilidad política. Manifestaciones multitudinarias se han realizado en los últimos días de mayo y los primeros de junio en contra del primer ministro Erdogan, y algunas de ellas fueron duramente reprimidas por las fuerzas del orden.
El detonante fue la decisión de derruir un parque público para construir una nueva mezquita en Estambul y nuevas limitaciones para la venta y consumo de alcohol, pero el tamaño de las protestas implican un descontento mayor con el régimen.