Pandilla de cuatreros

Yazmín Alessandrini

Corría el 19 de marzo del año pasado. La ahora expanista Lía Limón (hoy subsecretaria de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos en Gobernación) denunció que en el interior del PAN existía una “pandilla de cuatreros” que controlaba el blanquiazul. Muchos creímos que exageraba, que sólo supuraba por la herida que le provocó no ser candidata por ese instituto político a la delegación Miguel Hidalgo.

Lamentablemente, 15 meses después, el tiempo le dio la razón…

Semanas después de ese episodio, la legisladora albiazul Mariana Gómez del Campo (prima de la exprimera dama Margarita Zavala y famosa porque en octubre pasado fue pillada besándose con su novio en la sede de la Cámara de Senadores mientras se discutía la transparencia de los sindicatos con la reforma laboral), con la fineza que le caracteriza, declaró, refiriéndose a Limón, “al final del día, la caca flota…”

¡Sí, así se expresan nuestros políticos en México!

Pero si nos ocupamos del contexto actual, este vulgar desplante de Marianita resulta nada comparado con el bochornoso espectáculo que en estos momentos le está obsequiando el PAN a todo México, con una feroz jauría de panistas encabezada por el senador Ernesto Cordero (y teledirigida desde Boston por el expresidente Felipe Calderón) apuntando sus fauces a la yugular de su presidente nacional Gustavo Madero, a quien buscan defenestrar de su posición echando mano de las más ruines y bajas tácticas “políticas”.

Quién lo iba a decir, el partido de los Clouthier, de los Gómez Morin, de los Castillo Peraza, de los Correa Rachó, de los Christlieb y de tantos y tantos hombres de convicción que hicieron del PAN un partido de verdadero contrapeso democrático, ahora se encuentra hundido en el fango por la mezquindad de un puñado de advenedizos que encontraron en la política el vehículo idóneo para satisfacer sus ambiciones particulares.

El presente premoniza un futuro sumamente nebuloso para el PAN, y a sus miembros más “prominentes” eso parece no importarles en lo más mínimo. Justo en un par de semanas en 14 entidades se registrarán elecciones y las huestes blanquiazules ni en cuenta. Lo suyo en estos momentos es la confrontación, el insulto, la humillación, la leperada, la acusación, la calumnia, la vulgaridad. Antes, lo suyo era poner el dedo en la llaga sobre lo que los demás estaban haciendo mal (tenían la autoridad moral para hacerlo, porque sus procesos eran pulcros, intachables); ahora, lo suyo es insultarse vía Twitter, utilizar los recursos que se les asignan en condones, en ropa para niños, en caros aviadores (¿a poco no, don Juan Ignacio?) y ¡hasta para acusarse entre ellos de tener nexos con el narco! En fin…

Si ése es el plan que se les ocurrió para derrocar a Madero, alguien tiene que decirles que ya se les acabaron los dedos y las balas para seguirse disparando en el pie.

Lo que me recuerda a aquel simpático comediante al que conocimos como Pompín Iglesias (1939-2007), cuya frase rúbrica era “¡Qué bonita familia, qué bonita familia!”

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