Siria

Bernardo González Solano

Dadas las circunstancias, nadie puede predecir lo que será la Siria del futuro. El régimen de Bachar El Asad no hace más que sobrevivir a sí mismo, pero su capacidad de ruido permanece igual; se ha crecido redoblando su salvajismo.

Las recientes contraofensivas por parte de su ejército le hacen creer que reconquistará los territorios perdidos en el este y sobre todo en el norte, donde ondea la bandera negra de Al Qaeda; aunque él es practicamante el único en creerlo.

Indecisión occidental

La horripilante estadística de muertos: 70 mil, dicen fuentes de la ONU, al paso que se suceden los acontecimientos en esta sangrienta lucha fratricida, en pocos días podían sumar 100 mil víctimas o más. El lento desmantelamiento de Siria es la consecuencia irreparable de los conflictos étnicos y religiosos que la guerra civil ha revivido y que no están dispuestos a apagar.

Al socaire de la indecisión de los países europeos y de la propia Casa Blanca, Moscú aprovecha el momento, y reafirmó, el martes 28 de mayo, su decisión de entregar misiles tierra-aire S-300 a Damasco, estimando que estas armas podrían disuadir cualquier veleidad de intervención extranjera en el conflicto, salvo la del Kremlin mismo.

Rusia, a semejanza del régimen sirio, por otra parte denunció la decisión de la Unión Europea, apoyada por Washington, de suspender el embargo sobre las armas destinadas a la oposición insurgente, estimando que se trata de un obstáculo contra los esfuerzos de paz en curso.

A su vez, el ministro israelí de Defensa, Moshé Yaalon, advirtió que “si por desgracia los misiles S-300 llegan a Siria, sabremos qué hacer”.

Retador

El jueves 30 de mayo, Bachar El Asad,  en un gesto retador, afirmó que su país “recibió una primera carga de los misiles antiaéreos rusos S-300. El resto del envío llegará en fecha próxima”.

Desde la óptica diplomática, la Unión Europea ha perdido días y horas preciosas en la búsqueda de una estrategia aceptada por Los 27 ante el conflicto sirio. De hecho, divididos sobre la oportunidad de entregar armas a los rebeldes, los miembros de la Unión Europea no proponen una solución práctica a la crisis. Sin duda, la fórmula del corresponsal de guerra del periódico británico Times es la que mejor resumió la decisión tomada, el lunes 27 de mayo, por París y Londres de suspender el embargo sobre el armamento destinado a la Coalición Nacional Siria: “Armar a los rebeldes —dijo el diario—está lejos de ser ideal, pero no hacerclo puede ser peor”.

De hecho, impuesta a sus socios —algunos, los austriacos y los chechenos están furiosos—, la decisión fue cubierta de garantías de respeto a los códigos de conducta europeos y nacionales y complementada con una fecha de ejecución diferida, el 1 de agosto próximo.

Hay que recalcar que, en este contexto, ni París ni Londres jamás manifestaron su voluntad de enviar armas efectivamente. Posiblemente porque miden bien todas las dificultades prácticas en llevar a cabo esta operación. Saben del peligro que supone que esas armas lleguen a caer “en malas manos” y que si esto sucediera, en ese terreno no habría ninguna fuerza de control verdadero. Y porque va a ser extremadamente complicado seguir una doble lógica, la de la opción militar y la de la diplomacia.

Los europeos, desunidos en el método, por lo menos todos están de acuerdo en el objetivo: forzar una solución política. De ahí el plazo del 1 de agosto, considerando que la negociación puede progresar. Un bando considera que la amenaza de armar a los rebeldes puede incitar al régimen de Bachar El Asad a lanzar todas sus fuerzas a la batalla y hundir definitivamente  su país en el abismo. Otros —París y Londres—, por el contrario, juzgan que esto puede llevarlo a razonar, y, por ello, a la mesa de negociaciones.

Cansados de las dudas de sus socios, París y Londres han comprobado que en dos años la impotencia y la inacción occidentales —incluyendo a Estados Unidos, que siempre debe hacer acto de presencia en todo tipo de conflicto armado aunque después todo mundo quiere que se aleje de los mismos— han auspiciado lo que ellos pretendían evitar: la radicalización de una franja importante de la rebelión, un efecto dominó sobre los países vecinos, la implicación directa de Irán en el conflicto. Sin olvidar el riesgo de división del país debido a un enfrentamiento religioso.

Líbano… gasolina al fuego

Y por si algo faltara en este sanguinario coctel, saltó a la luz pública algo que se temía desde muchas semanas antes: “Líbano no está al amparo de lo que sucede en Siria”. Con estas palabras, un dirigente del Ejército Sirio Libre, Ammar el-Wawi, justificó el domingo 26 de mayo, a las 7 horas de la mañana,  el lanzamiento de cohetes en la parte sur de Beirut, el barrio de Chiah, feudo de Hezbolá, horas más tarde después de un discurso del jefe del Partido de Dios anunciando su participación total al lado de Bachar El Asad.

Toda la clase política libanesa condenó estos lanzamientos que tratan de desestabilizar el país. De tal suerte, los líderes de Hezbolá consideran que el futuro del Partido de Dios se juega en una guerra civil de un país extranjero. Por eso sus milicianos —cuyo número no se sabe con exactitud, pero que los analistas sitúan desde unas cuantas decenas hasta varios miles— luchan en los días que corren para defender al gobierno de Siria al otro lado de la frontera.

En tales circunstancias, si el régimen de Bachar El Asad es derrotado, Hezbolá perderá a uno de sus principales benefactores, y quedará aislado de su otro protector, Irán. Las bajas en la ofensiva de El Asad contra Qusair, una localidad rebelde en la frontera con Líbano, obligó a los dirigentes del grupo a admitir, sin excusas, que participan en la guerra civil siria.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, contrario al régimen, hasta hoy 79 milicianos libanes han muerto en esa guerra. Asimismo, ante lo numeroso de funerales de miembros de Hezbolá, el líder del grupo, Hasan Nasralá, tuvo que dar explicaciones, y en un discurso difundido el 25 de mayo dijo: “Lo que sucede en Siria es importante y decisivo para el presente y futuro de Líbano”.

 

Opinión

Al respecto, Bilal Saab, director del Instituto de Análisis Militar para Oriente Medio y el Golfo, explica: “Nasralá mantiene un control firme de su grupo, pero hay cosas que han cambiado dados los recientes hechos. Hay más chiíes en Líbano preguntándose si Siria es de verdad un escenario en el que se juegan su supervivencia… Fuera de la comunidad chií Hezbolá se halla totalmente aislada en su estrategia en Siria”.

Tan clara muestra de apoyo al régimen represor de Bachar El Asad es un riesgo que Nasralá debe haber calculado muy bien. Por principio, demuestra que tiene confianza de que la Casa Blanca no va a actuar militarmente en Siria, por lo menos a corto plazo, dada la presencia de grupos yihadistas en la oposición. Washington, de hecho, está más centrado en organizar, el 10 de junio, una conferencia política en Ginebra con  la participaciòn de Rusia y el gobierno sirio, que en detallar las represalias prometidas contra éste último por un supuesto uso de armas químicas.

Aunque nadie lo ha podido demostrar fehacientemente, el hecho es que muchos medios de comunicación, como el periódico parisiense Le Monde han publicado una serie de reportajes escritos por  reporteros encubiertos en los que denuncian el uso de las armas químicas sobre las irregulares tropas de los opositores a Asad.

Por cierto, la dichosa conferencia podría no llevarse a cabo por el envío de misiles rusos a Siria. Estados Unidos ya hizo advertencias sobre el particular a Moscú.

De acuerdo con el profesor Mahmud Haddad, de la Universidad libanesa de Balamand, “¿y si Asad acaba perdiendo esta guerra? Si el régimen sirio se derrumba, el Partido de Dios sufrirá una catástrofe poque perderá un valioso aliado regional”.

En fin, en el proceso de expansión regional de la guerra civil siria, Eretz Israel se ha mantenido al margen con un sola excepción: cuando Asad ha tratado de transferir armas a Hezbolá.

Dice el especialista Eyal Ziser, de la Universidad de Tel Aviv: “Israel se mantiene centrado en Hezbolá. Es lógico porque es un gran riesgo para Israel… El régimen de Siria tiene mentalidad de Estado, y debe proteger sus intereses. Hezbolá no. Es una organización sectaria, no tiene esos límites, y puede asumir más riesgos a la hora de enfrentarse a Israel”.

La cruda lección política que da esta guerra civil es que pese a los instrumentos de predicción perfeccionados y con medios militares ilimitados, los grandes políticos del mundo occidental no saben verdaderamente qué hacer para que Siria supere tan terrible problema.