El PAN y el PRD siempre han presumido de ser los constructores de la democracia mexicana, y se han esmerado —con enfermiza obsesión— por dar al PRI la exclusividad del fraude y el autoritarismo.
Sin embargo, a lo largo de todo el proceso electoral que culminó el 7 de julio, Gustavo Madero y Jesús Zambrano, dirigentes nacionales del PAN y del PRD, se olvidaron de su santurronería democrática para quedarse con el gobierno de Baja California por la fuerza.
Como sea o como fuera, con urnas o sin ellas, respetando o engañando al electorado y recurriendo, durante todas las semanas y meses de campaña, a un burdo, evidente y desvergonzado chantaje.
Hoy lo importante no es quién ganó o quién perdió en Baja California, sino los métodos a los que recurrieron la derecha y la izquierda para doblegar y apropiarse de una silla que, tal vez, no es suya.
El candidato del PAN, Francisco Vega de Lamadrid, podrá quedarse con la gubernatura de Baja California, pero para el 50% del electorado, y quién sabe si para muchos más, su triunfo será dudoso, producto de una presión y no del dictado o la voluntad de los ciudadanos.
Las más recientes campañas arrojaron otra novedad. Demostraron que no sólo deben ser evaluados los partidos y los candidatos competidores, sino los dirigentes de los órganos políticos. ¿Por qué? Porque en esta ocasión todo México vio en dos plañideras gazmoñas, Madero y Zambrano, el anuncio de que Baja California podría ser concesionada.
No hubo minuto, día o semana, en que no colocaran en el centro de sus declaraciones o discursos el peligro que podría correr el Pacto por México si no se respetaban los resultados en esa entidad. Lo repetían en la calle, en la cocina y en la tina del baño desde antes; mucho antes de que se iniciaran las campañas.
Los devotos de la democracia siempre dieron a Baja California el trato de un botín.
Asegura la oposición que en estas elecciones el calendario regresó a los años sesenta o setenta porque el PRI volvió a recurrir a viejas prácticas. En tal caso, el PAN y el PRD no sólo no se quedaron atrás, sino que abrieron la puerta e inauguraron un método que sólo puede ser encontrado en los libros de los capones.
De aquí para adelante, no pocos van a querer obtener gobiernos a través de la amenaza, sin importar lo que haya decidido la ciudadanía con su voto. Bastará recurrir al terrorismo político, al abandono de la mesa de negociación para obtener lo que se quiere.
Baja California ha dejado de ser un tema de análisis electoral para saltar al terreno de la ruptura del orden democrático. Lo que ahí sucedió pone en duda la razón y el sentido de las instituciones electorales, y echa por la borda años y años de construcción democrática.
En lugar de consolidar la confianza de la sociedad en la participación política, la debilita. ¿Para qué votar?, ¿por qué creer?, si al fin del día partidos como el PAN y el PRD van a colocarse cartuchos de dinamita en la cintura para lograr, por la vía del chantaje, lo que no pudieron o merecieron obtener en las urnas.
Baja California fue, sin duda, la joya de la corona, pero en un barco de piratas..