BALLESTA
El mayor damnificado fue el Pacto por México
Mireille Roccatti
El recién acaecido proceso electoral, que aún no concluye formalmente con resultados finales de los órganos estatales electorales, deja lecciones y consideraciones que impactan el acontecer nacional.
El marcado abstencionismo es una arista a considerar dado que los comicios locales suelen interesar y generar sinergias sociales que estuvieron ausentes; otra que debe analizarse con profundidad es la violencia que se presentó en no pocos lugares, intimidando, secuestrando e incluso privando de la vida a candidatos, o robo e incendio de casillas y destrucción de papelería electoral.
La ausencia de las encuestas y su manipulación como propaganda electoral es un punto positivo que debe valorarse para evitar que se repita esa práctica dañina que tanto lesionó la credibilidad de los procesos electorales. Las casas encuestadoras tienen ante sí la difícil tarea de construir o reconstruir un prestigio profesional y moral que echaron por la borda cuando se plegaron a las exigencias de sus contratantes.
La guerra sucia en las campañas es un tema que debe discutirse con amplitud por la sociedad y primordialmente en los partidos; una valoración a bote pronto permite señalar qué poco aportó en votos a quienes han hecho de esta reprobable practica herramienta constante y permanente de sus campañas. El lodazal de injurias, calumnias, denuestos e insultos con que se pretendió manchar prestigios y trayectorias no puede ser visto como anecdotario de sal y pimienta de nuestra incipiente democracia.
Otro asunto importante y vital es evitar la utilización de recursos financieros públicos para cooptar votos, y por supuesto los programas sociales de gobierno deben ser totalmente ajenos a cualquier manipulación electorera.
La vigencia del Pacto por México es quizás el mayor damnificado del proceso electoral recién realizado; la miseria intelectual e ideológica de las elites del poder es verdaderamente lastimosa al no diferenciar entre el interés superior de la nación y el de los intereses de sus formaciones políticas —legítimos sin duda— pero que no pueden estar por encima de los de México. La agenda pactada —que incluye reformas largamente pospuestas y que permitirían un vigoroso impulso a nuestra economía y perfeccionarían nuestra vida democrática— está en riesgo cuando se toma como rehén de las mezquindades electorales un proyecto de futuro consensado por los principales actores políticos.
Resulta preocupante que la segunda alternancia, que permitió el regreso del PRI al poder, ponga en riesgo el avance de nuestra inacabada transición democrática. Lo que está en juego son el presente y el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos, es alcanzar mejores condiciones de vida para nuestra población y no sólo materiales, sino de una vida digna y plena en libertad.