D.F. por Siempre!
Tras los veneros de petróleo que nos escrituró el diablo
Cuando los americanos saben que tienen el poder
para cambiar las cosas, es muy difícil detenerlos.
Barack Obama
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
La febril actividad del embajador de Estados Unidos, Anthony Wayne, no se corresponde con el despliegue de rudos ejes de presión que, contra México y su gobierno desde los centros de poder americano, se han lanzado esta semana, cuyo trasfondo perfila claramente un desmedido interés por concretar su anhelada reforma energética en nuestro país.
El objetivo yanqui por recuperar la industria petrolera mexicana es una obsesión histórica; exacerbada por tres décadas de intentos fallidos de los gobiernos mexicanos neoliberales, cuya impericia agotó la paciencia estadunidense, y para evitar un fracaso similar al de 2008 con Calderón, ahora esgrime todo tipo de presión sobre Enrique Peña Nieto para que cumpla su compromiso de abrir Pemex a la iniciativa privada.
La ruda estrategia estadunidense abarca todos los ejes de coacción imaginables con el único objetivo de mostrarnos su determinación de recuperar la riqueza petrolera que, según ellos, les fue injustamente arrebatada por el gobierno encabezado por Lázaro Cárdenas.
Sólo así es posible entender la escalada de rudezas políticas, diplomáticas y económicas en contra de nuestro país, y que comenzaron con la grosera exclusión de México de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre EU y la Unión Europea.
Otra vertiente de presión la ubicamos en la obcecación estadounidense por sostener su interlocución con diversas instancias del gobierno mexicano, y que el gobierno de Peña Nieto accede a restaurar a través de la reanudación de relaciones entre la PGR y la oficina de Alcohol (AFT), echando al olvido el infamante episodio del fallido programa Rápido y Furioso.
En el mismo contexto se ubica la celebrada reforma migratoria, que está sirviendo de excusa para generar verdaderas condiciones de Apartheid, tanto dentro de su territorio al clasificar a sus ciudadanos entre nacidos y oriundos del país, como al impulsar —complementariamente— la separación física del territorio mexicano a través de la conclusión del infamante Muro de la Tortilla —iniciado paradójicamente en 1994, justo cuando los neoliberales festejaban nuestro ingreso al TLC— con el que prácticamente se aislará a nuestra nación, además de fortalecer un esquema de militarización que contempla el incremento a 43 mil policías fronterizos y una sofisticada red de vigilancia tecnológica que harán inexpugnable este monumento a la segregación.
Sustentados en la afirmación de Obama de que resulta difícil detener a los americanos cuando saben que tienen el poder para cambiar las cosas, nos queda claro que su único objetivo es doblegar a México para recuperar los veneros de petróleo que —como afirmó López Velarde— nos escrituró el diablo.