Entrevista a Lorenzo Meyer/Profesor emérito de El Colegio de México
Antonio Cerda Ardura
Será en un plazo de dos semanas cuando el Instituto Federal Electoral (IFE) convoque a sesión del Consejo General para el debate de su propuesta de multas a los partidos políticos y coaliciones, después de que su Unidad de Fiscalización halló irregularidades en los informes de gastos de la elección 2012, correspondiente a presidente de la república y legisladores federales.
El IFE prevé multas por un total de 394 millones de pesos para los partidos y coaliciones, repartidas de la forma siguiente: 182 millones 706 mil pesos para el PRD, el PT y el Movimiento Ciudadano, que postularon a Andrés Manuel López Obrador; 173.5 millones para el PRI y el PVEM, que fueron abanderados por Enrique Peña Nieto; 5.5 millones para el PAN, representado por Josefina Vázquez Mota, y 2.6 millones para Nueva Alianza, que apoyó a Gabriel Quadri.
La decisión se aplazó este 2 de julio, ya que la falta del consejero electoral sustituto de Sergio García, quien renunció al IFE en febrero, provocó un empate, en dos rondas de votaciones, entre cuatro consejeros que pedían posponer la discusión y otros cuatro que solicitaban revisar el dictamen de la Unidad de Fiscalización.
En entrevista con Siempre!, el profesor emérito de El Colegio de México Lorenzo Meyer indica que el aplazamiento del debate en el IFE demuestra la división que existe en el máximo órgano electoral. También señala que los partidos políticos son vistos en la actualidad por la sociedad como el negocio ideal, porque a ellos se destinan millonarias cifras del dinero de los ciudadanos.
El también historiador, académico, analista político y periodista añade que la manera en que el IFE distribuyó los excesos de gastos de los partidos, sencillamente no es creíble.
Desprecio
¿Las multas que prevé el IFE a los partidos y coaliciones realmente servirán para aleccionarlos, para que desistan de cometer irregularidades? ¿Fue adecuada la decisión de posponer este debate?
El aplazamiento de esa discusión es un símbolo de la división dentro del IFE y de lo problemático del asunto. Si todo estuviera claro y la opinión pública no tuviera objeciones, habría que sancionar a los partidos que rebasaron los límites de un gasto que todos nosotros financiamos. Así que ya el hecho mismo de que los consejeros no hayan podido llevar a cabo ese debate y llegar a un acuerdo es un mal síntoma.
Pero vamos a lo central: nunca hay una solución ideal. La idea de que el pueblo mexicano, a través del Estado, financiara a los partidos, fue para evitar que se metieran a sus campañas los dineros de intereses fácticos y el crimen organizado. Es decir: tuvo la intención de protegernos. Pero al público, en general, esto no le está pareciendo nada bien porque, desde fuera, ve a los partidos políticos como instituciones con poca legitimidad. Y esto no lo digo yo, lo dicen las encuestas. Basta con acudir a Mitofsky o a cualquier otra encuestadora y proponer que a una muestra representativa de la ciudadanía mexicana se le haga una grabación sobre qué instituciones merecen su confianza y qué instituciones no, y resulta que entre las instituciones fundamentales para el Estado, dos están hasta abajo: la policía y los partidos políticos. Ése es uno de los grandes y graves problemas del sistema político mexicano actual. No sé si llamarle democracia imperfecta, o si ni siquiera tenemos democracia en México.
¿Tendríamos, tal vez, una democracia incipiente?
Sí. El hecho de que los partidos políticos estén tan abajo y sean tan indispensables, teóricamente, para la democracia, nos representa un problema serio y grande. En el siglo XXI no podemos pensar en una democracia directa, al estilo de su origen, en la Grecia de hace 2 mil 500 años, cuando sí era posible, porque las poblaciones de entonces eran pequeñas y los ciudadanos eran muy pocos. Había hombres mayores de edad, que tenían propiedades, que no eran extranjeros y que eran libres y no esclavos. Eran una minoría de minorías. Pero cuando tenemos sociedades de millones y millones y millones, y territorios tan extendidos, como es el caso nuestro, la democracia tiene que ser representativa. Habrá lugares y espacios para la democracia directa, pero, a nivel nacional, sobre todo en la elección del Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo federal, pues es masiva. Entonces no hay alternativa a los partidos, éstos son indispensables.
Hay que aceptar que en México y en otras partes del mundo el desprecio que sienten los ciudadanos y las sociedades modernas por los partidos es muy común. Y no hay que ir muy lejos: en Estados Unidos, realmente no le tienen mucho aprecio a los partidos. En el resto de América Latina, tenemos ahora a Brasil como un ejemplo de la poca consideración que existe respecto a esos organismos políticos. En el caso mexicano, el mal de muchos no es tampoco ningún consuelo. Tenemos el problema de que esa institución, el partido político, tiene una pésima reputación, no tiene legitimidad y es visto más bien como una sanguijuela.
Gasto millonario
En un estudio titulado Fortalezas y debilidades del sistema electoral mexicano (2000-2012). Ideas para una nueva reforma electoral, la consultora Integralia señala que el grave problema de los partidos no es tanto el dinero que reciben del Estado o de los ciudadanos, sino el que tiene una procedencia dudosa.
No niego lo que diga esta encuestadora, pero son los dos dineros. A nadie, en su sano juicio, le parece adecuado el gasto de miles de millones, porque la última elección en México costó miles de millones de pesos (N. del A.: Según México Evalúa, fueron 40 mil 248 millones de pesos http://es.scribd.com/doc/124499894/Version-final-de-Costo-electoral), algo que es inaceptable. Si el dinero legal es un problema, los recursos ilegales representan un dilema mucho mayor. El cálculo no lo tenemos.
En una ocasión, en una reunión en la que yo estaba, Demetrio Sodi hizo una declaración, que también ha comentado un colega mío, Sergio Aguayo, en el sentido de que, como candidato, estaba hablando de su experiencia personal, haciéndolo, a la vez, extensivo a todo el sistema, y señaló que las campañas costaban mucho de los dineros oficiales. Así que volviendo a esto de que si ya los dineros oficiales son un problema, el dinero que ingresa en total es un problema mayor. Los cálculos son de dos veces. Y el público, en realidad, no lo sabe. Quizá los que están más al tanto de la política sí lo saben, pero al ciudadano común y corriente, en la medida en que le interesa y se informa, es a través del IFE.
Los partidos son, entonces, una actividad lucrativa en donde las oligarquías que los controlan se hallan en el negocio ideal, porque la suma de dinero va in crescendo y no hay forma de disminuírselos. Y, como negocio, no tienen grandes gastos y las ganancias son estupendas, en particular para los partidos patito, como el PVEM, por ejemplo. Eso desacredita toda la política partidista.
Por otro lado, la entrada de dinero negro, el que no se contabiliza, supongo que también es en todo el mundo. Ya lo vemos ahora, en España, con el escandalazo que se ha armado con el Partido Popular y sus ingresos, que provienen de las grandes empresas de bienes raíces. Es lo que llevó a la burbuja especuladora en ese sector y lo que llevó a la crisis a toda la economía española, una inestabilidad impresionante que está arruinándole la vida a millones de españoles, en particular a los jóvenes. No me extrañaría que alguien pudiera hacer lo mismo en el caso de México.
¿Qué le pareció la forma en la que el IFE planteó la aplicación de multas? Dijo que, en el caso de las campañas presidenciales, donde se sobrepasaron los gastos fue del lado de Andrés Manuel López Obrador. El PRD contestó que esa afirmación era una “canallada”.
Está manejado mal por las dos partes. Probablemente el PRD no fue cuidadoso en la manera cómo presentó sus cuentas y, el PRI, sí. El PRI pasó parte de los gastos a los diputados y, total, el desprestigio de los legisladores resultó tan grande como el de los partidos. Pero un desprestigio más, un desprestigio menos, ni se nota.
El PRI salvó a Enrique Peña Nieto, diciendo: “No, Peña Nieto no tuvo ese problema”. ¡Que se los crea un tonto!, porque sí tienen un problema. No es creíble esa cuenta del PRI, que es la que formalmente asume el IFE como elemento para juzgar ese juego de “donde pongo el gasto, hago un gran gasto y se lo atribuyo a los diputados. ¿Y los diputados?, ¡qué importan!”.
En la elección de 2012, prácticamente nadie conocía al candidato a diputado de su distrito. Yo, por lo menos, no. Pero sí conocía a los candidatos presidenciales, y eso era lo que me importaba. De manera que así se lava la figura de Peña Nieto, que, de otra manera, no se la lava nadie. Salvo un retrasado mental, nadie puede suponer que él no rebasó los topes de campaña, porque él es el personaje que más espectaculares sacó y que, desde años atrás, en su arreglo con una televisora, estaba haciendo campaña. Ahí está el dinero al que se refería Demetrio Sodi: el dinero no contabilizado que se paga, no en bolsas que llegan de Veracruz al aeropuerto de Toluca, o como con Andrés Granier, con quien se podía mover más en billetes. El punto es lo que se da en especie: espacio en la televisión. Y si lo de Monex no se contabiliza, ¡estamos peor! Así que, en el mundo de lo formal, López Obrador tuvo muchísimo más dinero que Enrique Peña Nieto. En el mundo de lo real, nadie lo va a creer.
Descrédito
¿Esto qué tanto desacredita al IFE?
Mucho, alguien puede decir, y con razón: “Oigan, las reglas que el IFE está aplicando son las que los partidos políticos acordaron”. Y yo creo que esa afirmación es cierta. Sin embargo, eso no impide el descrédito. Eso no evita que el ciudadano común y corriente diga eso de que “se los crea su abuela”, o que López Obrador, usando la terminología de don Porfirio, hable del maiceo en el IFE. Es decir: hay un campo fértil para que esa terminología sí caiga como maicito en un surco recién abierto y brote.
El IFE tiene el problema de su credibilidad desde hace mucho tiempo y esto no es más que un agregado. Y supongamos que el IFE nunca hubiera sido puesto en duda: si en este momento López Obrador sale con lo del maiceo, caería en un campo estéril.
Nadie le creería.
Pues dirían: “El IFE, desde su creación, se ha comportado como una institución seria. Por eso sus componentes cobran como si fueran muy serios, y les pagan como si fueran unos técnicos de altísima preparación en una gran empresa, porque que se han comportado como tal”. Pero resulta que no. La salida de Sergio García Ramírez, por ejemplo, es uno de los últimos episodios en los que se ve cómo al IFE los partidos lo usan para limpiarse y luego se desecha al que limpió. Eso es lo que tiene ahora al IFE en la imposibilidad de llegar a una decisión sobre los gastos de campaña: los consejeros están empatados y necesitan a alguien que los desempate, porque ese alguien gastó su pólvora en una votación en la que se favoreció al PRI.
Pero, entonces, si el IFE sigue las reglas que los partidos políticos acordaron, existe, en cualquier resultado negativo, una complicidad entre el IFE y todos los partidos.
Pues sí. También alguien de los partidos podrá decir: “No nos dimos cuenta, no sabíamos que iba ser así. Tenemos que volver a poner otras reglas”. Pero ya encontrarán otra manera de volverlas a violar. Así que volverán a poner otras reglas para la contabilidad de los gastos de campaña, porque las actuales las quemaron ya.
Y hablando de esto, cuando a voluntad de un partido se dice: “Le voy a poner este dinero a los diputados para que sobre ellos caiga la responsabilidad”, ¡no cae sobre ellos nada! No hay algún diputado al que se le diga: “Oiga usted, fulano de tal, se pasó. Ya no es usted diputado y va a ir a la cárcel”. ¡Todo es una mentira! Parte de este punto es: “Tú violas la ley, pero, gracias a que violaste la ley, te eligieron. Ahora, una vez que estás electo, no podemos hacerte nada, salvo cobrarle a tu partido una multa. Pero a ti, personalmente, no te la vamos cobrar. Tú ya te quedas con tu puesto, sacas tu sueldo, tomas tus decisiones, que los grupos de interés te cortejen y te den, etcétera”. ¡El negocio es redondo para hacer infamias!
Lo sorprendente de todo esto es que en México haya gente honrada. Ésa es la parte que yo no entiendo. De los bribones, es muy fácil de explicar, entre otras cosas, porque ellos son la clase política. No son, por supuesto, todos los políticos. Alguna vez alguien me reclamó que al hablar mal de la clase política, decía que todos son iguales. No, por supuesto no son todos, pero, la mayoría, sí.


