CONSULTORÍA ECONÓMICA

Cirugía compleja

Julio A. Millán B.

Es increíble el atraso en que se encuentra México ante la necesidad de organizar y reestructurar su política energética. Todo se ha ideologizado y en el escenario aparece un solo actor, golpeado, sangrando, desaliñado, con pocas fuerzas, y con él queremos solucionar este cambio estructural, que se ha convertido en una verdadera tragicomedia nacional que se llama Pemex. El país demanda oportunidades nuevas y una reforma energética integral no puede estar relacionada sólo con un actor.

Cualquier decisión sobre Pemex está hermanada con la reforma hacendaria. El petróleo es el centro de la polémica, ya que las finanzas públicas dependen significativamente de los ingresos petroleros. Esta dependencia que ha venido creciendo en los últimos años, en 1995 el 33.2% de los ingresos presupuestarios provenían del petróleo, y para 2012 ya eran el 35.4%. Lo que es curioso es que el presupuesto de Pemex provenga del presupuesto federal y no de sus ingresos propios. Según el PEF, este año se destinará cerca del 14.1% para la paraestatal. Lo mismo sucede con la otra empresa del sistema energético nacional, la CFE, que también aporta al erario y recibe mediante él mismo su presupuesto, casi el 8% del total federal. En este sentido ambas empresas son sangradas por el estado, lo que no les permite destinar mayores recursos a la inversión y modernización.

Las reformas sin duda son necesarias, porque el petróleo se nos está acabando. Las reservas actuales sólo nos aseguran 10 años más de producción. Ante tan difícil panorama, México requiere de balancear y ampliar su canasta energética, los hidrocarburos son definitivamente importantes pero no se debe apostar únicamente a ellos. Una política energética integral debe considerar las fuentes alternativas, espacio donde se cuenta con un enorme potencial. Ello mediante la innovación y el diseño e implementación de políticas públicas y nuevos esquemas de producción que permitan a Pemex y CFE participar en los mercados mundiales, con costos competitivos resultantes de la transferencia de tecnología y la implementación de mejores prácticas.

La reforma energética y la hacendaria son siamesas, y se requiere una decisión de alto contenido político que, sin lugar a dudas, conlleva un desgaste de imágenes, porque como están las cosas parecería que las fuerzas políticas todas pierden, en lugar de que “México gane”. Nos preocupa mucho que una situación tan delicada saliera de los recintos legislativos y oficiales y se llevara a las calles, porque entonces los costos políticos serían mayores.

No necesitamos privatizar Pemex, necesitamos hacerla eficiente bajo todos los mecanismos de inversión y tecnología. No necesitamos desaparecer la CFE, se requiere hacerla muy eficiente en la provisión de los servicios. No necesitamos separar a Pemex y el sistema hacendario, hasta no hacer una cirugía compleja y con el tiempo necesario vigente.

Todo apunta a que se requiere un gran elenco para reescribir la obra y que sean muchos actores con sentido patriótico que cambien el escenario que hoy desafortunadamente estamos sufriendo.