Gonzalo Valdés Medellín

Puesta en escena que parte de la estética del Teatro Noh y el Teatro Kabuki, Rashomón bajo la dirección del joven Enrique Aguilar es, sin duda, una muestra de talentos encontrados en busca de su propio cauce creativo. Inspirada en el filme homónimo de Akira Kurosawa, quien a su vez se basó en cuentos de Ryūnosuke Akutagawa, Rashomón conjunta un grupo de jóvenes actores cuya extracción teatral se observa diversa, pero a quienes el director intenta homologar tonalmente forjando un transcurso teatral de persuasivo ritmo. Rashomón (“Las puertas de la fortaleza”) era una puerta que enmarcaba la muralla que a su vez resguardaba la ciudad de Kioto durante el Japón Feudal. Este muro y la puerta se fueron derruyendo al tiempo que simbolizaba la decadencia de la Época de Oro del Japón. No obstante, algunos de los actores, en aras de encontrar un pulso orientalista a sus encarnaciones, de pronto olvidan la fuerza dramática del texto (en que abunda, valga subrayarlo) y sus tragicómicos personajes. “El maquillaje semeja las máscaras empleadas en el Teatro Kabuki. La cara del actor se transforma en un lienzo y la máscara, realizada con maquillaje, logra que el rostro no se transforme en una mueca inexpresiva… Sino que el actor, a través de esta misma máscara puede seguir interpretando con su instrumento facial”, esto expone el director y, aunque se logra en razón plástica, en lo interno deja aún mucho qué desear, sobre todo en lo que toca al actor Jonathan Caudillo, quien con los implementos expuestos por el director, y una buena presencia física, por desgracia aborda su personaje como villano de telenovela, un mucho estereotipado y otro poco caricaturizado. Tal vez haga falta a Caudillo entender lo que está encarnando; asir completamente los trozos poéticos de la dramaturgia y así poder transmitirlos a golpe de intencionalidad verbal ante los espectadores; Jonathan Caudillo se va por la forma y descuida el interior siempre. Por el contrario, y aun cuando se observa cierta lucha histriónica por entrar de lleno a la obra, Mario Rendón, David Ponce, Zabdi Blanco, Fabiola Moljo, Mario Zepeda dan lo mejor de sí y pueden hacer creíbles muchos de los pasajes de Rashomón, y que el público alcance a entender la historia. Quizá con un poco más de trabajo interno, estos jóvenes histriones pudieran llegar a crear personajes excepcionales como los de Kurosawa. Enrique Aguilar dirige con rectitud y solvencia. Así pues, como correcto ejercicio de estilo, la dirección de Aguilar funciona loablemente, anclada a una expresión joven, sin pretensiones, más allá de dar a conocer ante el público actual un texto de Kurosawa en el teatro, y con las limitaciones que, a veces, tornan doblemente admirable y encomiable el trabajo del teatrista independiente. Funciones, los viernes, 20 horas, Centro Cultural el Foco, Tlacotalpan 16, Colonia Roma Sur.