Liturgia

Mandela

Teodoro Barajas Rodríguez

Me pregunto qué sería del mundo sin utopías, más aún sin los personajes que las hacen ondear como un estandarte vivo para sacudir la modorra social que suele alojarse por tantos rumbos. Nelson Mandela es, fue y será un gran símbolo de resistencia, libertad, entrega. El siglo XX fue un lapso que también registró las luces de los luchadores verdaderos como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y el propio Mandela.

La resistencia pacífica, digna, generosa fue la constante de los citados en un mundo confrontado permanentemente por aquéllos que desdeñan la democracia, la igualdad y el reconocimiento de derechos. Nelson Mandela, Madiba en su país, fue preso político, perseguido y arrinconado. Su fortaleza de espíritu templó las calamidades del destino para forjar futuro, abatir anatemas, salir airoso.

En principio, cuando las ideas nuevas se presentan para romper paradigmas suelen verse como un desfiguro porque lo diferente se observa con una mentalidad conservadora, en algunos casos mezquina, Martin Luther King proclamó en 1963 un sueño de libertad para enfatizar que se negaba a reconocer que el banco de la justicia estaba en quiebra, fueron años de opresión contra afroamericanos en Estados Unidos, como también sucedía en Sudáfrica, país que vivía bajo la ominosa marca del apartheid, la segregación, racismo extremo.

El mundo cambió en gran medida por la protesta, la fe inquebrantable de quienes no se conformaron con la ruindad prevaleciente, Nelson Mandela inscribió su nombre en este tiempo y para siempre.

Para Mandela, recluido en cárceles sudafricanas más de dos décadas, la democracia no basta por sí misma si las carencias son lacerantes y la pobreza cabalga incesante.

Está Mandela en el epílogo de su existencia, su figura es un gran simbolismo de lucha por las causas más humanas porque implica la libertad, sin ella la vida no vale nada.

Nelson Mandela es, sin dudarlo, el prototipo del hombre libre que se opone a las hegemonías por autoritarias, al egoísmo que envenena, a la apatía que sólo puede parir más males, a la maldad que destila odios.

Sudáfrica renació con Mandela, el apartheid es una pieza en el museo del horror, una mancha pestilente en la historia reciente, una constancia de la depredación humana.

Madiba abandona este mundo al que mucho aportó, el legado hace mucho tiempo está para no morirse, cambiar esperanzas por realidades es un gran mérito, ha sido condecorado Mandela por hacer una lucha diferente, sí, por la paz.

Por ello señalé al principio qué sería del mundo sin utopías, sin las ideas distintas que rompen los esquemas rígidos para construir otros modelos. Más aún, sin los operarios de tales utopías el orbe tendría otro color, es extraordinario que a través de Mandela todos podamos comprobar que la fortaleza del espíritu trasciende los grilletes, la prisión y la necedad para forjar otro momento, otro sueño, una destellante fuerza moral.

Mandela vive, eso es claro, imperativo.