Deisy Francis Mexidor
Detroit, cuna de la industria automotriz estadounidense y otrora la cuarta ciudad más poblada del país, se declaró en bancarrota ante una corte federal, al concretar la mayor quiebra municipal en la historia de la nación.
La Justicia tendrá que fallar ahora a favor o en contra de la solicitud de suspensión de pagos de su abultada deuda, después de que el director de emergencias de Detroit, Kevyn Orr, no pudo llegar a un acuerdo fuera de los tribunales con los tenedores de bonos, fondos de pensiones y otros acreedores.
El jueves 18 de julio las autoridades locales confirmaron la noticia: el gobernador del estado de Michigan (medio oeste), Rick Snyder, anunció que aprobó una solicitud de Orr para acogerse al capítulo 9 de protección por bancarrota.
Orr fue nombrado por el republicano Snyder en marzo como un apaga fuego, con el propósito de negociar el complejo tema de la deuda a largo plazo de esta urbe, la más grande de Michigan, cuyo débito se estima en unos 18 mil 500 millones de dólares.
«Es triste», dijo Terence Tyson cuando se enteró de la quiebra al salir de su trabajo en el edificio municipal de la ciudad. Al igual que muchos allí, pareció reaccionar con resignación, silencio e incertidumbre acerca de cuánto está por venir.
Pero no se encontraba sorprendido, porque «el escenario se veía venir hace tiempo», según un reportaje del diario The New York Times. Similar criterio esgrimió el profesor de la Universidad de Michigan, Eric Scorsone, para quien el camino de Detroit hacia la bancarrota no se produjo de un día para otro.
A juicio del catedrático, esa ciudad era un ejemplo de modelo monoindustrial. A diferencia de Chicago y Nueva York, por ejemplo, en Detroit todo giraba alrededor de la industria automotriz y sus proveedores. Nada más.
Cuando ellos se fueron, comenzó una larga declinación que se produce, esencialmente, durante los últimos 50 años, subrayó Scorsone.
Detroit, según recordó el propio Times, se expandió a un ritmo impresionante en la primera mitad del siglo XX con la llegada de la industria del automóvil, y luego decayó en las últimas décadas a un compás igualmente notable.
Pero la capital del motor lleva en caída libre desde los 90 y erradas gestiones de alcaldes, a lo que se sumó la crisis financiera de 2008, hasta terminar por condenarse a la suspensión de pagos a una urbe antes símbolo del poder industrial de esa nación.
En opinión del profesor de Planificación Urbana de la Universidad Estatal Wayne State, Robin Boyle, la mayoría de los residentes de Detroit comenzaron a mudarse a los suburbios o directamente a abandonar el área cuando comenzó el ocaso, en medio de tensiones raciales y una sensible baja en las oportunidades de empleo.
Aseguró Boyle que muchos residentes tenían ingresos tan bajos para reinvertir en sus comunidades que si lograban juntar algún dinero simplemente partían o se mudaban a los suburbios o trataban de encontrar trabajo en cualquier otro lugar. Esto generó un círculo vicioso que fue haciendo decaer la ciudad más y más.
Cruda realidad
En apenas una década, Detroit se enfrentó a la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de los años 30. Un panorama agudizado con la caída en la venta de automotores, una pérdida de valor de las propiedades inmobiliarias y una actividad crediticia muy rígida, lo cual impactó en esa región estadounidense más fuerte que en otros lugares.
Después de la época de oro de las contrataciones masivas de personal, las cuales provocaron que Detroit alcanzara una de las rentas per cápita más altas del país, en la actualidad tiene una tasa de paro del 18 por ciento, más del doble de la nacional.
Alrededor de 80 mil edificios están abandonados en Detroit, una cifra que saca a flote las consecuencias de una crisis que ha impactado en el sector inmobiliario, dejando algunas zonas de la otrora pujante metrópoli convertidas en barrios fantasmas.
Una secuela de este declive ha sido el descenso de la población en un 33,5 por ciento desde 1990. Sólo entre 2000 y 2010, allí se perdió casi un cuarto de sus habitantes.
El abismo entre ricos y pobres se ha acrecentado con la eliminación de aquellas capas sociales que percibían ingresos medios y esto ha incidido en el descenso del nivel de la población.
En fin, una ciudad de un millón 800 mil habitantes en 1950, es ahora el hogar de solo 700 mil personas, así como tiene decenas de miles de edificios abandonados, lotes baldíos y calles sin luz, reseñó The New York Times.
Para muchos, lo sucedido es un doloroso recordatorio sobre cómo han podido combinarse el esplendor y el ocaso en la que un día fue símbolo del poder industrial.
A partir de este instante, no hay una hoja de ruta para la recuperación de Detroit. Sí está claro que «es un paso difícil», lamentó el gobernador Snyder.
Mientras, el gobierno de Obama expresa su compromiso en «continuar nuestra fuerte asociación con Detroit mientras intenta recuperarse y revitalizar su estatus como una de las grandes ciudades de Estados Unidos»; al menos así lo afirmó Amy Brundage, una portavoz de la Casa Blanca.
Algunos expertos en quiebras y líderes de la ciudad lamentaron las consecuencias probables del anuncio. Anticipan más recortes de beneficios para los trabajadores de la ciudad y de los jubilados, mayores reducciones en los servicios para los residentes y un efecto perjudicial sobre los préstamos.
Otros, incluidos empresarios de Detroit, piensan que la quiebra parecía la única opción que quedaba; podría conducir finalmente a una revisión de los servicios de la ciudad y un plan para pagar alguna versión reducida de las deudas.
La enorme carga que arrastra la capital del condado de Wayne solo, la coloca en los buscadores de Google no como un referente en la fabricación de automóviles, sino por ser escenario de la mayor bancarrota registrada en Estados Unidos.