Café Político

La justicia social no es fácil

 

Las masas humanas más

peligrosas son aquéllas

a quienes se les inyecta

el veneno del miedo

o del miedo al cambio.

    Octavio Paz.

 

José Fonseca

La insistencia del PAN para discutir en el Congreso una reforma electoral, antes que las hacendaria y energética, es en estricto rigor una confusión de prioridades, poner la carreta enfrente de las mulas.

Se trata, por supuesto, de una maniobra para obligar al PRI y al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto a aceptar la condicionante, so pena de retrasar los debates de las reformas hacendaria y energética.

Es posible que quienes así piensan no hayan leído las estadísticas de la pobreza hechas públicas por el Coneval. Eso debería preocupar, eso debería angustiar, eso debería dar vergüenza.

Se equivocan ellos y tantos estudiosos de la política que suponen que con reglas y más reglas se pueden asegurar de que sean eliminadas las prácticas de atraer a votantes mediante dádivas que satisfacen momentáneamente sus necesidades.

Ése no es el camino, como ha quedado demostrado en las experiencias en otras naciones.

Todavía no hace cuarenta años que en Estados Unidos las maquinarias políticas urbanas de los partidos conseguían votos a cambio de dádivas en la mayoría de los casos; a cambio de favores, en otros, y mediante coacción en los de más allá.

Aún ahora en las regiones más atrasadas de la Unión Americana, algunas de esas prácticas no han desaparecido. Eso ocurrió por la sencilla razón de que los ciudadanos ascendieron en la escala económica y social. Las prácticas fueron menos evidentes y menos frecuentes conforme se consolidó en Estados Unidos una clase media.

En México eso no ha ocurrido. Hace tiempo me decía un sacerdote cuyo ministerio lo ejercía en Netzahualcóyotl: “Muchos políticos no entienden que aquí la gente tiene muchas necesidades. Acude a los mítines en espera de recibir algo. Y con frecuencia recibe algo, dinero o despensas, a cambio de su voto. La necesidad es mucha”.

Quizá, más que permanentes reformas electorales que enredan nuestra democracia, hace falta que los partidos y los políticos se concentren en iniciativas y propuestas que promuevan el crecimiento, la generación de empleos; políticas que gradualmente reduzcan la desigualdad y la pobreza de más de la mitad de los mexicanos.

Seguramente, conforme se reduzcan los índices de desigualdad y pobreza, también se reducirán las posibilidades de coaccionar a los votantes, ya no será tan fácil.

Tomar ese camino sería la mejor reforma electoral. Para ello deben aprobarse políticas públicas que impulsen el crecimiento económico y generen empleos. Ésa es justicia social. No será fácil, pero es lo más justo, para que poco a poco haya menos miseria.

Uno prefiere hacer algo para acabar con la vergüenza del hambre de millones, que simplemente fortalecer los egos de los políticos y sus partidos.

jfonseca@cafepolitico.com