EN LA LÍNEA

O se derrumba el gobierno

Félix Fuentes Medina

El conflicto causado por la CNTE llegó a un punto decisivo: o el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ejerce su autoridad contra quienes rompen la tranquilidad y el orden de la ciudad de México a través de actos vandálicos, plantones y marchas, o echa la reforma educativa al cesto de la basura y seguimos en la anarquía impuesta por líderes que actúan al amparo de una educación fallida, propia de anarquistas y analfabetas.

Tras los destrozos en la Cámara de Diputados, cometidos por pelafustanes —no maestros—, y los sitios como recintos del Congreso de la Unión, el Aeropuerto Internacional y algunas embajadas, los miembros de la CNTE anunciaron la toma de la capital del país y lo lograron frente a la pasividad oficial.

Finalmente, trascurridos más de 90 días del plantón en el Zócalo y los desórdenes mayúsculos en la metrópoli, el secretario de Gobernación —Miguel Ángel Osorio Chong— y el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, decidieron que agentes federales apoyen a la policía capitalina para enfrentar a los revoltosos de la CNTE.

El gobierno priista de Peña Nieto no puede ni debe esperar que el conflicto educativo, carente de reclamos válidos, contamine a gente inconforme que, por el desempleo, la carestía de la vida y la inseguridad, conduzca a la nación a una revolución de consecuencias incalculables.

El caos ocasionado por la CNTE ha llegado tan lejos que la Comisión de Derechos Humanos del DF, presidida por Raúl Plascencia, está de acuerdo en el uso de la fuerza pública, porque los derechos de manifestación y de protesta no son absolutos ni deben exceder límites de legalidad.

El régimen peñista no es proclive a reprimir a los profesores de la CNTE, pero después de lo sucedido el martes pasado, de cerrar los accesos en por lo menos tres horas a Televisa y TV Azteca, de bloquear el Periférico y causar un embotellamiento infernal, así como impedir el ingreso de usuarios al Metro en las estaciones del Zócalo y Allende, no es posible permanecer a la expectativa.

En Televisa, los vándalos se lanzaron contra dos vehículos de esa empresa y con furia propia de desadaptados dañaron una camioneta, le desinflaron las llantas y la usaron de templete. Son excesos que desesperan y enfurecen a empresarios y a la población en general.

El plantón de más de 90 días denigra a México por las miserias exhibidas y los olores nauseabundos de un gremio educador que no merece consideraciones porque sólo pretende conservar las condiciones laborales anárquicas y de holgazanería de tantos años.

La jefatura de Gobierno anunció la cancelación de un paseo bicicletero sobre avenida Reforma porque habría una manifestación de la CNTE y logró posponer los encuentros de futbol Pumas-América y Cruz Azul-Querétaro, porque no le alcanzan los mil 800 granaderos para vigilar a los porristas de los equipos y evitar también los ataques de presuntos maestros. A este nivel ha caído la nación.

Cuando el Senado y la Cámara de Diputados fueron mancillados por la insolente Coordinadora y los legisladores se vieron obligados a desempeñarse en salones para eventos del Centro Banamex, el gobierno federal debió actuar de inmediato e impedir desmanes posteriores. Pero no lo hizo y el conflicto ha llegado a límites inauditos.

Mancera se ufanó, por su parte, de mantener excelente coordinación con el gobierno federal, lo cual supone que en cualquier momento podría solicitar la intervención de las fuerzas federales, pero esto sucedió hasta el martes pasado.

Los llamados al diálogo y las reuniones de miembros de la CNTE en la Cámara de Diputados no han servido de nada porque los maestros están entercados en que quede cancelada en definitiva la Ley de Servicio Profesional Docente, y puedan disfrutar de sus privilegios de decenios, incluso la concesión de plazas a sujetos incapaces de enseñar.

Es hora de actuar con firmeza, o el gobierno mismo se derrumba. La clase empresarial y la población capitalina no soportan más el actual estado anárquico.