Moisés Saab
El flamante presidente iraní, Hassan Rowhani, quien prestó juramento el pasado 4 de agosto, encuentra una compleja situación interna, retos internacionales y la tarea de mejorar los nexos con los países árabes del golfo Pérsico.
En su primera rueda de prensa, dos días después de ascender a la presidencia, el mandatario reiteró los enunciados de su plataforma electoral, basada en la solución de las dificultades creadas a la economía persa por cuatro paquetes de sanciones punitivas adoptadas por Estados Unidos y sus aliados de Europa occidental, el más reciente hace apenas unos días.
Rowhani, un veterano de la política con experiencia en cargos importantes en su país, incluido el de secretario general del Consejo Superior de Seguridad Nacional (CSSN), adelantó que el accionar de su gabinete será la moderación, para construir confianza con sus antagonistas, pero basado en los principios y los intereses de los iraníes.
El triunfo electoral del flamante mandatario persa en los comicios del pasado 14 de junio significó una sorpresa respecto a los pronósticos, la mayoría de los cuales daban como ganador a Saeed Jalili, el secretario general del CSSN.
Jalili, también un experimentado político y veterano de la revolución verde que derribó a la monarquía Pahlevi, esa otra sorpresa de la cual Washington aún no se ha repuesto 34 años después, en realidad quedó tercero, a pesar de sus estrechos lazos con sectores de autoridad entre el alto clero y el Majlis (parlamento), un indicio de la desconexión de los tanques pensantes con la realidad cotidiana iraní.
A pesar de que es descrito como reformista, Rowhani, de 65 años, es un partidario temprano de las prédicas antimonárquicas del Ayatolá Ruollah Khomeini, por lo que fue encarcelado.
Apenas conocida su elección, el nuevo presidente expuso que la plataforma de su gobierno se basará en la reciprocidad y la moderación, a partir de la defensa de los intereses nacionales, una invitación implícita al diálogo para solventar los diferendos que oponen a Teherán y las potencias occidentales, sin detrimento de los pilares fundamentales, preservar la soberanía y ejercer derechos inalienables.
Críticas de Rowhani a la conducción de los asuntos económicos y la forma en la cual se expresó la política exterior por su predecesor, explican esa descripción que en modo alguno implica el abandono de los principios que animan a la República Islámica.
El principal de esos disensos es el tema nuclear, creado por las alegaciones de Washington y los países de la OTAN de que el país persa busca dotarse de armas atómicas, a pesar de garantías en sentido contrario de instancias políticas y religiosas, entre ellas el Guía Supremo, Ayatolá Alí Khamenei, quien emitió una fatwa que prohíbe la fabricación, adquisición o almacenamiento de esos dispositivos.
Las fatwa son decretos religiosos de obligatorio cumplimiento para los musulmanes, en especial en Irán, donde la palabra del Líder Supremo es ley inapelable.
La cuestión del diferendo entre Irán y las potencias occidentales por el programa nuclear pacífico de Teherán es una asignatura inconclusa que el gabinete de Rowhani emprenderá como prioridad, aunque resulta evidente que existe falta de voluntad en Washington para solventarlo de manera pacífica y de conformidad con los intereses de ambas partes.
Para la República Islámica su proyecto de desarrollo atómico tiene una vertiente nacional, la necesidad de generar electricidad suficiente a fin de alimentar los planes de desarrollo económico y atender la demanda de una creciente población, además de las investigaciones científicas y aplicaciones en la medicina.
El discurso iraní sobre ese tema es el mismo que el de la anterior administración, lidereada por el ex presidente Mahmoud Ahmadinejad: Irán tiene derecho a desarrollar su potencial atómico en tanto que signatario del pacto de no proliferación y miembro fundador de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.
En paralelo, el mandatario se manifestó listo a reiniciar las conversaciones sobre el diferendo con el Grupo 5+1, conformado por los cinco integrantes permanentes del Consejo de Seguridad: Rusia, China, Estados Unidos, Francia y Reino Unido, más Alemania.
En la última reunión entre Irán y el 5+1, el canciller persa, Alí Akbar Salehi, se dijo optimista por los resultados del encuentro en el que primó una atmósfera de entendimiento, pero más de dos meses después, la situación permanece inerte y, por el contrario, Washington renovó su hostilidad, indicio de que falta mucho camino por recorrer para alcanzar un acuerdo.
El presidente tuvo su primer encontronazo con el gobierno norteamericano pocas horas después de prestar juramento, con la imposición de nuevas sanciones punitivas contra el país persa, medida que Rowhani criticó en su rueda de prensa, durante la cual puso de manifiesto las divergencias entre las recomendaciones del Congreso y las decisiones de la Casa Blanca.
Miembros de la Cámara de Representantes sugirieron días atrás al Ejecutivo «explorar todas las herramientas diplomáticas disponibles» para allanar el camino a un diálogo capaz de solventar las diferencias bilaterales.