NUESTRO TIEMPO

Una banda de hooligans

José Elías Romero Apis

Hemos sido enterados de que un grupo de cadetes navales mexicanos fue a Polonia a invitación gubernamental expresa. En un momento de asueto concurrieron a una playa donde fueron agredidos por una banda de hooligans polacos y se dice que el motivo fue de prejuicio racial. De inmediato nuestra Cancillería tomó cartas en el asunto para pedir explicaciones y exigir castigos.

El asunto nos hizo reflexionar, una vez más, sobre el perfil de la discriminación. Ésta es la lección que podemos sacar de este penoso asunto que mucho nos ha lastimado. En buena hora la pronta reacción de nuestro gobierno.

Casi todos los mexicanos muy poco sabemos sobre Polonia, así como casi todos los polacos muy poco saben sobre México. Nosotros sabemos que producen mucho vodka y que un paisano suyo llegó a ser papa. Algunos sabemos que siempre han estado amenazados o agredidos por Rusia o por Alemania, sus dos temibles vecinos. Pocos sabemos que allí nacieron Nicolás Copérnico, Federico Chopin y Marie Curie.

Ellos, cuando piensan en México o en la América Latina, piensan en nuestro ron, en nuestro tabaco o en nuestro café. Pero nunca piensan en nuestro republicanismo, en nuestro presidencialismo, en nuestro liberalismo ni en nuestro federalismo. Por el hecho de que no tenemos tanto dinero ni tantas fábricas ni tantas armas como otros pueblos se olvidan que muchas de las virtudes, de las hazañas o de las ideas de la humanidad las han tenido que conocer en español.

El escenario mundial de la discriminación es una práctica de gran proporción. Para muchos es todo un ejercicio. No necesariamente el menosprecio racial. No solamente el económico. No exclusivamente el social.  Además de ellos, muchos humanos buscan el punto de discriminación hacia los demás y casi siempre lo encuentran.

Los norteamericanos discriminan a los negros, a los latinos y a los árabes. Los alemanes discriminan a los judíos. Los WASP discriminan a todos los que no son blancos, sajones y protestantes. Los suizos discriminan a todos.  La vida política me ha convencido de que la práctica de la discriminación es más constante de lo que suponemos a primera vista. En nuestro propio país se discrimina a los indios, a los pobres, a los morenos, a las mujeres, a los jóvenes, a los discapacitados, a los homosexuales y a todo el que se puede.

Pero también se discrimina a aquéllos que, por su opulencia o por su poder, parecieran blindados en contra de la discriminación. A casi todos los ricos se les tacha de ladrones. A casi todos los gobernantes se les cataloga como imbéciles. A casi todos los famosos se les considera como viciosos o depravados.

Es frecuente la búsqueda del punto de apoyo para que la palanca de la discriminación mueva el mundo en dirección del menosprecio y de la agresión. El día que disminuyan nuestros menosprecios de los unos a los otros habremos remontado una de nuestras discapacidades. Remitir la discriminación no es un asunto de tolerancia sino que es un asunto de respeto.

 

 

w989298@prodigy.net.mx

Twitter: @jeromeroapis