BALLESTA

Por una Teología de la Pobreza

Mireille Roccatti

La primera gira internacional del papa Francisco  tuvo como destino Brasil, el país con la mayor población católica, un 12% del total mundial que es de 1.2 billones de católicos de los cuales 425 millones habitan en latino América. La visita del pontífice tiene una relevancia e importancia que supera lo anecdótico de los sucesos ocurridos en el curso de su periplo en un Brasil inmerso en una convulsión social de resultados inciertos de los cuales durante esta semana  se han ocupado los medios.

Esta primera visita al “nuevo mundo” habrá que contextualizarla en buena medida a los gratos recuerdos asociados con Brasil del nuevo papa y, su conexión ineludible con que algunos o muchos de los votos que llevaron al cardenal argentino Jorge Bergoglio a la silla de Pedro, se explican debido a su tarea de redactor de las conclusiones de la V Conferencia del Consejo Episcopal latinoamericano realizado en el año de 2007 en el Santuario de la Virgen de Aparecida, ubicado en las cercanías de San Paulo;  que le dio una nueva dimensión a las tareas de la Iglesia católica en la nueva realidad del mundo globalizado.

En ese documento que busca expresar “la verdad de nuestros pueblos”, los obispos latinoamericanos manifiestan descarnadamente y sin sutileza alguna, que las políticas de debilitamiento de los Estados nacionales impulsadas desde los organismos financieros internacionales para realizar ajustes estructurales, solo se tradujo en un deterioro de las condiciones de vida de sus poblaciones y les impide desarrollar proyectos de desarrollo para revertirlo, y que la globalización no es capaz de funcionar en base a valores trascendentales más allá de los del mercado.

El nuevo pontificado del jesuita argentino Bergoglio, parece por lo visto hasta ahora, y confirmado en sus mensajes pastorales brasileños, que tendrá como ejes centrales la preocupación por los pobres y por los jóvenes, incluso algunos vaticanistas refieren que la Teología de la Liberación, en buena medida surgida de las reflexiones del Concilio Vaticano II, condenada posteriormente en Puebla y especialmente por Benedicto XVI en funciones de teólogo, se transformara e institucionalizara en una Teología de la Pobreza.

La cercanía y conocimiento por parte del papa Francisco de las condiciones de miseria en que viven grandes sectores de la población latinoamericana y de cómo las condiciones impuestas por el modelo de desarrollo económico, han arrebato sus sueños y esperanzas a los jóvenes de todo el mundo, así lo indican. Y además él pontífice sabe pertinentemente que la pobreza en Asia, África e incluso en el denominado primer mundo se ha extendido inaceptablemente debido a las condiciones impuesta globalmente por el neo liberalismo.

En ese sentido no veremos un Papa actuando políticamente como uno de sus antecesores, sino un Papa misionero predicando los valores del cristianismo.