Liturgia

No se olvida el 2 de octubre

Teodoro Barajas Rodríguez

Siempre la memoria se resiste a perder la lucha contra el olvido, actos, crónicas que forman parte del continente del recuerdo. El 2 de octubre de 1968, el denominado ogro filantrópico, como llamó Octavio Paz al gobierno mexicano, reprimió las movilizaciones estudiantiles en la capital del país; antes sucedió en Morelia en 1963 y 1966.

Fueron otros tiempos por demás interesantes porque se registraba la ruptura de paradigmas en diversos puntos del orbe, Francia, Estados Unidos, Vietnam, Checoslovaquia; un periodo de ilustración juvenil recorría el mundo.

Como solía ocurrir en el último siglo, los cambios fueron empujados por el vigor juvenil, en 1968 las calles de París registraban el andar de la poesía, los grafitis repetían frases, demandas, exigencias. En México fue la Plaza de Las Tres Culturas la que grabó para siempre un ritual sangriento de la mano autoritaria que la llenó de plomo.

Democracia fue una palabra que se convertiría en utopía, se rompían los moldes solemnes para dar paso a un dinamismo nuevo que despedía a lo viejo, muchos de los participantes fueron de la generación de la posguerra, oscilaba invariable la guerra fría, las ideologías se recargaban al grito de “la imaginación al poder”.

La prensa mexicana, en su gran mayoría, cuestionaba a los estudiantes para favorecer en la opinión pública al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, el mismo que ante los legisladores pronunciara su informe de gobierno en 1969 para decir, convencido, que asumía la responsabilidad política, jurídica e histórica de los hechos del 2 de octubre de 1968. Para muchos las movilizaciones estudiantiles fueron patrocinadas por esa gastada y nunca comprobada “conjura judeo-masónica-comunista”.

Hace 45 años de aquella represión que tiñó de sangre Tlatelolco, el Leviatán mexicano de un manotazo brutal socavó la protesta, allí surge el germen de muchos cambios que se sucederían ulteriormente.

No se puede olvidar el asesinato de tantos estudiantes que, según la versión oficial, no rebasaban de treinta, los corresponsales extranjeros que se encontraban en nuestro país con motivo de los juegos olímpicos reseñaron la barbarie, pero la prensa local enumeraba tibias estadísticas, pretendiendo minimizar el daño. Sí, eran otros tiempos.

El 2 de octubre fue la fecha roja en que el gobierno envió la maquinaria para aplastar la rebeldía de muchos jóvenes que buscaban un cambio, otro modelo, otras vías con otros rieles para la democratización de México.

La utopía recorría el mundo, el anhelo de libertad, discrepancia y pluralidad se expresaba a través de la poesía, la música y las artes plásticas en la primavera que duró todo 1968, coyuntura que cimbró la conciencia en muchos.

Actualmente las ideologías se diluyen, no existe más la guerra fría, pero la opresión, la injusticia y la desigualdad se han empoderado. Fueron otros tiempos, sí, pero el 2 de octubre no se olvida.