D. F. POR SIEMPRE!
El Metro de la ciudad de México
Indiferencia, la peor de las actitudes.
Stephane Hessel
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Mudo y olvidado, el obelisco que conmemora el inicio de las obras de la línea 1 del Metro se yergue en el camellón inicial de Arcos de Belén, ajeno al crispado trasiego citadino que en los últimos días de este 2013 rememora el enrarecido ambiente que dejaron los actos de represión de 1968.
Fue precisamente en el lugar señalado por ese monumento, en donde un 1 de junio de 1967 se dio el “banderazo” a las obras de perforación necesarias para cimentar una de las grandes obras de ingeniería del mundo, epopeya constructiva debido a los enormes retos que representó edificar los túneles en los fangosos terrenos que insistentemente les recordaban a los edificadores del Metro el origen lacustre de esta ciudad.
A aquella primera línea, inaugurada el 4 de septiembre de 1969, se unió al año siguiente la línea 2, en donde se aprovechó el trazo del ferrocarril que en el siglo XIX corrió por la calzada de Tlalpan para unir esa población con la garita de San Antonio Abad, y que el siglo XX utilizó para hacer correr por sus rieles los tranvías eléctricos que por décadas formaron parte del paisaje campirano de la hoy saturada avenida.
Completó esta red primaria del Sistema de Transporte Colectivo la línea 3 —inaugurada el 20 de noviembre de 1970—, la cual originalmente comunicó el Centro Médico con Tlatelolco, sendos hitos urbanos que en 1985 se vieron sensiblemente dañados por los sismos de septiembre y de los cuales los túneles del Metro capitalino salieron incólumes.
Han transcurrido 44 años desde la inauguración vespertina de la línea 1 en la estación Chapultepec, acto que colocó la ciudad de México entre las capitales del mundo que contaban con un sistema subterráneo de transporte, evento opacado por un autoritarismo irascible que eclipsó los portentos tecnológicos y arquitectónicos inherentes a una obra como el Metro y que, por el lucro político que de él se ha hecho, lo sumió en la indiferencia administrativa y en la voracidad de la corrupción.
En la actualidad, el Metro de la ciudad se encuentra en una profunda etapa de reestructuración en función al mandato constitucional que lo transformó en garante del ejercicio de los derechos humanos de movilidad, sustentabilidad y seguridad que la reforma constitucional de febrero de 2011 concretó a favor de quienes lo utilizan.
Bajo este mandato se actúa para consolidarlo como empresa pública regida por los principios de legalidad, transparencia y orden, lo que ha generado inercias y resistencias que tendrán que ser superadas, por la vía del consenso, a favor del interés general.
Ésas son las convicciones de la actual dirección de esta importante empresa pública, para la cual la indiferencia es la peor de las actitudes, como bien alertó Stephan Hessel en su ensayo ¡Indignados!, a través del cual reflejó el hartazgo social ante la simulación gubernamental.
