Carmen Galindo
Ahora mismo se están festejando los 75 años de El Colegio de México, que tuvo su origen en la Casa de España, la cual, por designación de Lázaro Cárdenas, presidió Alfonso Reyes; esa presidencia se extendió desde marzo de 1938 hasta la muerte del escritor en diciembre de 1959. La Casa de España sólo tuvo ese nombre hasta 1940 en que lo cambió por el nombre que lleva ahora y por el que lo conocemos de Colegio de México.
Al parecer, la propuesta de crear la Casa de España fue de Daniel Cosío Villegas, quien en ese entonces fungía de diplomático en Portugal. La idea era la de alejar a importantes intelectuales del avance nazi en Europa con el pretexto de dar conferencias y cursillos en nuestro país. Finalmente, esta visita temporal se convirtió en permanente y continúo el éxodo, que se conoció como de “refugiados”, y que se calcula en 25 mil, no sólo de intelectuales que serían alrededor de unos 200, sino de españoles en general.
Aunque Cosío Villegas primero fungió como “segundo de abordo” de Don Alfonso, finalmente presidió el Colegio de México de 1958 a 1963. Después lo dirigieron otros ilustres: Silvio Zavala, Víctor L. Urquidi, Mario Ojeda Gómez, Andrés Lira y hoy Javier Garciadiego.
Entre las personalidades que han sido alumnos o docentes del Colmex, hay que recordar a Rosario Green, Marcelo Ebrard, Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Tello. Entre los que escucho y leo con gusto, están Lorenzo Meyer, Julio Bolvitnik y Sergio Aguayo. Garciadiego tiene un mañanero (para mí) programa sobre la Revolución Mexicana, tema que conoce de memoria y al detalle. Pero al que admiro más que a todos, es a Luis Fernando Lara que nos regaló sus diccionarios del español de México, que son una delicia y desde luego, una obra magna. (Entre paréntesis, él nos dejó publicar en este suplemento su texto de homenaje a Antonio Alatorre en el Colegio Nacional). Son realmente muy valiosos los textos y las investigaciones de Lauro Zavala sobre la narrativa breve.
Margit Frenk, una de las profesoras eméritas del Colmex, es un orgullo para el país, baste mencionar que en la edición que hizo la Academia del Quijote es la única mujer y la única mexicana invitada donde escribió sobre la oralidad en la obra de Cervantes. (Digna hija de Doña Mariana Frenk, traductora de Rulfo al alemán y gran escritora ella misma).
Aunque nunca fui muy cercana al Colmex, ahí visitaba, en el edificio de Guanajuato, a mi maestro Antonio Alatorre a quien recuerdo en el Boletín editorial 160 del propio colegio. En esta misma publicación aparece un texto en memoria de Antonio Alatorre de Miguel Capistrán, quien junto con otro de mis amigos, Jaime del Palacio, eran estudiantes del Colmex. Ahí, en las calles de Guanajuato, hice un examen extraordinario y entrevisté al maestro Lope Blanch sobre las relaciones de lingüística y literatura. Margarita Peña también era becaria del Colmex y prometió recordar esos años en fecha próxima para este suplemento.
Ya en el nuevo edificio, Elena Urrutia me invitó a dos mesas para mi inolvidables, una sobre Elena Poniatowska, donde, en presencia de la autora, pude contar que, a pesar de que nadie lo hizo, yo sí, en efecto, escribí, recién salido su libro, sobre La noche de Tlatelolco, aunque más que publicarlo, lo escondí en el boletín del Taller de Análisis Socio Económico, que dirigía Rolando Cordera. La otra mesa redonda me permitió conocer a Dolores Castro y volver a ver a Carlos Montemayor, cuando recordamos, en otro coloquio, a Rosario Castellanos. En las dos ocasiones, fui invitada por Elena Urrutia, otro de los pilares del Colmex, en los estudios de género. Siempre le ruego a Elena, pero no me hace el menor caso, que ponga por escrito su remembranza de Carlos Fuentes que le escuché de viva voz en la UNAM.
A El Colegio de Michoacán, me invitó y fui a dar un breve cursillo, Eugenia Revueltas, quien estuvo realmente muy involucrada con esa filial del Colmex. El Colegio de la Frontera Norte también forma parte del Colmex y en una reunión en la Universidad de California, a la que invitaron a mi hermana Magdalena tuvimos la oportunidad de escuchar a Jorge Bustamante, su figura más relevante.
Josefina Zoraida Vázquez Vera fue mi maestra en la preparatoria, pero la verdad nunca hicimos click. De los que difiero, definitivamente, es de Luis González y González, (por más que sea interesante su concepto de microhistoria) y de Enrique Krauze, también figuras del Colegio de México, y no son santos de mi devoción, porque su dizque afán desmitificador de los héroes a poco que nos fijemos es para poner en los altares a los suyos. Los identifico con esa corriente más general que ha dado en preferir a Maximiliano en vez de Juárez, a Iturbide en lugar de Hidalgo, a Díaz en lugar de Zapata o Villa y etcétera.