ISAGOGE
Gana su tercer mandato
Bernardo González Solano
La canciller germana Ángela Dorothea Merkel (née Ángela Dorothea Kasner, en Hamburgo, el 17 de julio de 1954), que en 2005 se convirtió en la primera mujer en alcanzar ese puesto en la República Federal de Alemania, el domingo 22 de septiembre ganó las elecciones parlamentarias lo que permitirá ejercer un tercer mandato histórico.
Con el 42% de los votos, la física egresada de la Universidad de Leipzig con calificación de excelente, finalmente quedó a sólo cinco escaños de lograr la mayoría absoluta en el Bundestag (la Dieta Federal, compuesta por lo menos de 598 diputados elegidos para cuatro años).
Angie, como le llaman popularmente en Alemania, estaría en el poder 12 años, superando por uno a la legendaria británica primera ministra Margaret Thatcher (que también logró un tercer periodo que no pudo terminar) aunque, en el plano de las comparaciones, la canciller alemana no pretende compararse, de ninguna manera, con la Dama de Hierro —mote impuesto por dirigentes soviéticos—, pues no son lo suyo las “cruzadas ideológicas”, sino un crudo pragmatismo, que al final es lo que la ha hecho ganar en circunstancias tan delicadas como las actuales.
La Unión Cristiano Demócrata de la señora Merkel casi emuló el hito de un Konrad Adenauer, pero sí consiguió los mejores resultados para la Unión desde que Helmut Kohl triunfó como canciller de la unificación de las dos Alemanias en 1990. En pocas palabras, Ángela Merkel es la única gobernante del Viejo Continente que logra que los electores aprueben su gestión en plena crisis.
Los resultados
Muy a su manera, Merkel informó el lunes 23, un día después de los comicios, que ya hizo contacto con el presidente del Partido Social Demócrata, Sigmar Gabriel, tras la victoria electoral de su partido, la Unión Cristiano Demócrata, que se quedó al borde de la mayoría absoluta.
Asimismo, lamentó que su hasta ahora socio de coalición, el Partido Liberal Demócrata, no consiguió el 5% de los votos para mantener su representación parlamentaria. Y adelantó que Alemania necesita un Gobierno estable, pero no entró en detalles sobre si la Unión Cristiano Demócrata llegará a un acuerdo de coalición con el Partido Social Demócrata. Pronto se sabrá.
Poco faltó para que Merkel se convirtiera en la primera canciller desde 1957 que alcanzara la mítica mayoría absoluta. Desde los tiempos del histórico Adenauer, nunca un partido alemán ha dirigido al país en solitario. Al buscar su segunda reelección, Merkel logró el 42%, junto con su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera, desde el 43.8% obtenido en 1990 por Helmut Kohl, en la euforia de la reunificación de Alemania. El hecho es que los alemanes concedieron el “mandato fuerte para dirigir una Alemania respetada en Europa” y en el mundo.
¿Y ahora?
La pregunta, ahora, es la siguiente: ¿quién gobernará con Ángela Merkel? El éxito de la Unión Cristiano Demócrata es en realidad un éxito de la canciller en su meteórica carrera política —que empezó tras la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989—; su primer puesto relevante fue de ministra de la Juventud y Familia, de 1990 a 1994, y el 10 de abril de 2000 fue elegida presidenta de su partido, y así hasta la fecha. En 1994, cuando fue nombrada ministra de Medio Ambiente y Seguridad Nuclear —su profesión es la de fisicoquímica—, su carrera política era tutelada por el entonces canciller Kohl, que la llamaba mein mädchen (mi chica).
Al perder a sus actuales socios, los del Partido Liberal —que por primera vez desde que se fundó la República Federal de Alemania hace 64 años— quedaron fuera del parlamento, Merkel decidirá las próximas jugadas.
El domingo 22 de septiembre por la noche, los liberales se lamían las heridas tras perder diez puntos en las urnas, pasaron del 14.6% al 4.5%; sus líderes pusieron sus cargos a disposición del partido. Algo similar sucedía en la Willy Brandt Haus, residencia del Partido Socialdemócrata de Alemania, cuyo derrotado candidato Peer Steinbrück, sin su habitual arrogancia, hundido en la humildad, reconoció el mediocre resultado que obtuvo en los comicios: “No obtuvimos los resultados que queríamos para conseguir nuestros objetivos… la pelota está ahora en en el tejado de Merkel… [es ella la que] debe ver cómo hace para lograr una mayoría”.
El éxito de la Unión Cristiano Demócrata es un triunfo de Merkel, que al fin consiguió rentabilizar en votos su popularidad. En 2005 ganó por un puñado de papeletas a los socialdemócratas de Gerhard Schröder, mientras que hace cuatro años obtuvo el peor resultado de su partido desde la fundación de la República Federal en 1949.
Ahora, por el contrario, creció a costa de los liberales, a los que arrebató 2.2 millones de votos y de convencer a 1.25 millones de electores indecisos. Ante estos resultados, parece que los alemanes decidieron agradecer a la lideresa democristiana tener una economía que ha superado mejor que sus socios europeos la crisis económica y financiera, y que el país disfruta de una tasa de paro inferior al 7%, frente al 12% de la eurozona.
Desde la sede de la Unión Cristiano Demócrata —la Konrad Adenauer Haus— en Berlín, capital de Alemania, la poco exultante y sonriente Merkel agradeció el contundente apoyo recibido en las urnas, y prometió trabajar de manera “responsable y prudente” en su tercer mandato. Su alegría no era para menos, pues la Unión Cristiano Demócrata había logrado el mejor resultado en 22 años, desde los tiempos del canciller de la reunificación, Helmut Kohl.
“Esto es un resultado maravilloso… Hemos demostrado que somos un partido del pueblo, así que los próximos cuatro años haremos lo posible para que sean otros cuatro años de éxito para Alemania” (la segunda exportadora en el mundo y primera potencia europea), anunció la reelegida canciller germana que no olvidó mencionar, especialmente, a su marido, Joachim Sauer (19 de abril de 1949 en Hosena, antigua República Democrática Alemana; doctor en química y catedrático de tiempo completo en la Universidad Humboldt de Berlín; tiene dos hijos, Daniel y Adrián, de un matrimonio anterior; uno de los más reputados químicos alemanes del Instituto Max Planck), que se encontraba entre el público, “por estar a mi lado y por lo que tiene que soportar, que no es poco”.
Sauer, la discreción personificada, se prodiga muy poco en actos públicos con su esposa, por lo que los periodistas le apodan El fantasma de la ópera; sólo se les ve acudir cada verano al famoso festival de ópera wagneriana en la localidad bávara de Beyreuth. Ambos son adictos a la música de Richard Wagner, que muchos califican como antijudío.
Aunque si bien es cierto que en estos comicios sólo los alemanes votaron, el hecho es que los resultados marcarán no sólo a los germanos, sino a toda Europa y, se quiera o no, a otras partes del mundo donde el capital germano ha sentado sus reales, como en México, donde especialmente la marca Volkswagen no es precisamente moco de pavo.
Merkel acude a su tercer mandato sin competencia en sus filas, apoyada por la mayoría de sus conciudadanos que la consideran más como una confiable protectora de sus intereses que como una lideresa carismática, visionaria y avasalladora que busque comprometer el futuro de Alemania en problemas internacionales como el de la guerra civil en Siria, por ejemplo; eso sí, segura de sus convicciones y de su condición femenina. Una imagen enmarcada en plata de la zarina de origen alemán Catalina la Grande adorna su oficina particular. A la segunda emperatriz y autócrata de todas las Rusias también la subestimaron amigos y enemigos. Así les fue.
En público, la canciller reelegida se muestra contenida, alerta y distante. Lejos de los micrófonos y las cámaras, aparecen la charla y los arranques de curiosidad espontáneos de la fisicoquímica de confesión luterana con su sentido del humor propenso a la carcajada cuando algo la sorprende. Cuando no, adopta un tono de profesora de primaria —sin hijos, como ella—, de lo más alemán, para aleccionar a su interlocutor. Si mutti (madre, como muchos le llaman en las campañas electorales) Merkel entra así en acción, se convierte en un personaje implacable. Ángela Dorothea I de Alemania ya hizo historia.