Entrevista a David Ibarra Muñoz/Exsecretario de Hacienda

Irma Ortiz

Promotor de que México vuelva a la senda del crecimiento mediante el impulso a la inversión productiva nacional y extranjera, el fortalecimiento del empleo y la infraestructura, y a quien se le reconoce como defensor de una política energética moderna pero nacionalista, el exsecretario de Hacienda David Ibarra Muñoz habla a Siempre! sobre su visión de la reforma hacendaria presentada recientemente por el gobierno federal.

“Hubo un cambio muy importante, antes se perseguía que el país creciera e incorporara a más y más de la población marginada a la vida moderna. Después el paradigma cambió, para buscar estabilidad de precios, la concordia con el exterior, reducir al mínimo el Estado y transferir muchas funciones al mercado. Se pensaba que México se iba incorporar a la prosperidad, a la eficiencia productiva y que las personas y los ciudadanos mejorarían su nivel de vida. Desafortunadamente eso no ocurrió, si uno compara 1950, 1980, con lo que ocurrió, a la fecha, la tasa de crecimiento se redujo a la mitad, la fuerza de trabajo excluida está en el sector informal, creció y hoy abarca al 60 por ciento de los trabajadores. Se concentró el ingreso y se descuidaron muchas de las demandas sociales legítimas de la población”.

“Ese cambio paradigmático en las reglas del comportamiento de la política económica ha tenido serios tropiezos, nos ha costado mucho trabajo adaptarnos a esos principios. El proceso de crecimiento en México viene a empujones, no se ha resuelto y ahora el nuevo gobierno cree que llevando a las Cámaras un gran número de reformas llamadas estructurales, los problemas del país se resolverán. Las reformas son numerosas: telecomunicaciones, laboral, educativa, financiera hasta terminar con la reforma tributaria”.

Con la reforma neoliberal, el Estado se hizo pequeño, antes el gobierno gastaba el 40 por ciento del PIB o un poco más, hoy gasta apenas el 20 por ciento; antes los trabajadores se llevaban de ingreso general del país alrededor del 45 por ciento, hoy se llevan apenas el 30; es decir, toda reforma grande implica cambios enormes en la distribución del ingreso, en consecuencia hay grupos que salen beneficiados y otros que salen perjudicados”.

“El nuevo gobierno nos ha embarcado en un gran número del reformas con la esperanza de que éstas resuelvan los atrasos de país, y si bien algunas leyes tienen méritos en conjunto, también nos meterán en otro periodo de transición muy largo que llevará a la población a multiplicar sus tensiones”.

“Es la situación actual, no acabamos de encontrar una política que cumpla dos o tres objetivos centrales, favorecer el crecimiento, cumplir con demandas sociales pospuestas  o desechadas; contribuir a que quienes tienen más paguen más y hacer un país más armonioso, menos conflictivo, y esto no sólo es económico, es centralmente político. Necesitamos levantar a la población, unirla, tener consensos generales y tener una mira hacia la gente”.

 

La propuesta se centra en la tributación

¿Qué opinión tiene de la reforma hacendaria?, ¿nos ayudará a salir de los problemas o puede ser recesiva?

La reforma hacendaria no es en realidad hacendaria, porque se centra en la tributación. Es una reforma impositiva que toca muy de lejos el problema del gasto y su asignación y lateralmente el problema de la deuda pública. Esta reforma también tiene rasgos positivos, no incluyó la generalización del IVA y no lo hizo a pesar de que eso permitiría una recaudación rápida y hasta sencilla. No la incluyó porque perjudica mucho a los grupos de menor ingreso ya que entre alimentos y medicinas, el 10 por ciento de la población más pobre gasta alrededor del 50 por ciento de su ingreso.

Otro punto positivo es que aumentará la carga tributaria en los que tienen más, del 30 al 32 por ciento del impuesto sobre la renta. Además avanza limitadamente en generalizar las pensiones de 65 años o más y permitirá un mayor gasto social. Su mayor mérito consiste en que rompió el tabú del neoliberalismo.

¿En qué consistía? En que el presupuesto debe ser equilibrado, tiene que ver no tanto con las necesidades de la población sino con cumplir y contribuir a la estabilidad presupuestaria y de precios. El tabú se rompió y aquí está el posible inicio de una política contracíclica mejor estructurada en que el Estado pueda gastar más en situaciones de crisis o en situaciones de receso y gastar menos, cuando está en auge.

Este tipo de manejo estructural del presupuesto es viejo, se estableció en muchos países, pero nosotros no lo teníamos. La ley hacendaria de responsabilidad implicaba un presupuesto equilibrado, que no permitía gastar más allá de los ingresos, y ahora hay más flexibilidad.

Se rompió otro tabú, ¿cuál?, el considerar que la atención social es necesariamente populista; con el apoyo a las pensiones deja de calificarse como populista. Populista se le criticaba desde que López Obrador lo usó parcialmente en el Distrito Federal, pero ahora ha dejado de serlo para formar parte de la política social.

Hay otro avance, limitado: establecer el seguro de desempleo que hace mucha falta porque este país tiene el 5 por ciento de la población en desempleo; tiene el 10 o 15 por ciento de población desempleada y requiere modernizar esos nuevos instrumentos de la política social.

 

Limitaciones de la reforma

¿Puntos en contra?

Es una reforma fiscal limitada en los tributos que piensa recaudar. Según los cálculos —no míos, sino de las autoridades—, va a recoger el 1.4 por ciento; es decir, la carga tributaria en México posiblemente se eleve un poquito del 9 o 10 al 11 por ciento, pero lo que se requiere para que el gasto público apoye a la política social de manera decidida es que México aumente su carga tributaria alrededor de 6 a 8 por ciento, es un escaloncito positivo, pero un escaloncito.

¿Qué otros defectos tiene?

El escaloncito se puede achicar; ¿por qué?, porque hay resistencia de las cámaras legislativas a aprobar el IVA en las colegiaturas. Seguramente nacerán fuerzas opositoras a la unificación, no homogenización del IVA en las fronteras y también a recargarse el IVA en las fronteras en las compras de casas habitación.

Toda reforma impositiva despierta resistencias, es una verdad insoslayable, y esto se traducirá en reducir lo que planteó el gobierno, así el 1.4 por ciento puede ser menor.

Ahora, una reforma tributaria para captar el uno por ciento del PIB es excesivamente modesta. Se necesita más y mayor decisión en impulsarlo; ¿por qué se lanzó una propuesta modesta?: las explicaciones son claras, el gobierno estableció su secuencia de reformas estructurales, quizás equivocadamente en el tiempo.

Debió haber puesto en primer término la reforma tributaria; ¿por qué?, porque el gobierno al empezar tenía una enorme legitimidad política al ganar las elecciones; veníamos de una época de crecimiento relativamente alto por todo el gasto electoral. Era el momento oportuno, pero se difirió y al hacerlo tuvieron la mala fortuna de que la economía empezó a declinar y la economía internacional también; en consecuencia, hacer una reforma fiscal en una situación recesiva o difícil, es políticamente más complicado y, sobre todo, hacerla en términos tributarios agresivos, es muy difícil.

En consecuencia, sacar una reforma tributaria encaminada en un sentido quizás correcto, pero muy limitada en sus alcances es lo que tenemos. Hay otro ingrediente que se me escapó mencionar: la abolición del régimen de consolidación fiscal puede ser bueno o malo, según se le vea. Muchas empresas con ese esquema reducían sus impuestos comprando o regenerando empresas o actividades que perdían dinero y la recaudación se comprimía, porque compensaban esas pérdidas con utilidades.

Si uno se va a la historia, ¿por qué se generó este régimen de consolidación fiscal? El propósito era al revés, que los consorcios acumularan actividades e ingresos para cobrarles más, pero como siempre ocurre en materia fiscal, los causantes encuentran la manera de darle vuelta. Creo que suprimirlo es una equivocación porque debieron haber regulado la incorporación a los consorcios de empresas quebradas o con pérdidas, antes que quitar el régimen de consolidación fiscal que en sus propósitos perseguía la acumulación de actividades y gravarlas correspondientemente.

Manlio Fabio Beltrones habla de hacer cambios a la reforma.

Siempre hay posibilidades de hacer cambios, cuando se diseña una reforma tributaria se pueden cometer exageraciones o errores o bien tener aciertos y enfrentar intereses creados enormes. Hay este juego y rejuego en las cámaras legislativas de intereses para limitar los alcances. Si ve el periódico, hay planas enteras de los refresqueros para que no se les grave, defienden sus intereses ,y eso, en toda democracia, es legítimo.

De lo que no quieren darse cuenta es del excesivo consumo de refrescos; México tiene el consumo per cápita de refrescos más alto del mundo, con el consecuente consumo de azúcar que favorece la obesidad y la mala alimentación de los niños o de los trabajadores de la construcción, que siempre andan con botellotas de refrescos.

Es el tipo de intereses creados que enfrenta una reforma tributaria; grupos que se defienden mal, pero hay otros que se defienden muy bien y presionan, tratando de hacer agua en toda reforma.

No soy muy optimista

Como extitular de Hacienda, ¿cómo ve las perspectivas económicas del país?   

Lo veo de manera no muy optimista, porque no se ve claro cómo saldremos de este receso económico y ascender a una fase de crecimiento sostenido y más elevado; no lo veo fácil, pero es a donde tenemos que enfocarnos.

Aquí tengo los criterios generales de política económica para el año próximo donde se plantea que la inversión a precios corrientes suba a 8.6 por ciento en el gasto público, pero el gasto corriente proyectado se supone que crecerá al 10 por ciento.

Hay un problema: mientras este país no se capitalice y, sobre todo, el Estado no le invierta más, nuestro crecimiento va a ser débil, así están los criterios de política económica, por ejemplo se suprimen algunos subsidios, pero qué plantean, que en general los subsidios en lugar de comprimirse suban 18 por ciento.

Hay un problema de composición del gasto, fuerte, a pesar de que estos mismos criterios prevén que el gasto público aumente en 500 mil millones de pesos, pero la inversión pública sólo aumentará modestamente. Hay un problema de asignación de fondos que se tendrá que ver y corregir; si el sector público no endereza adecuadamente su gasto, es difícil que la economía resurja.

Por otro lado, tenemos esperanzas de que venga una gran afluencia de inversión extranjera a sacarnos del hoyo, pero la economía internacional no está en esa fase, está restringiendo la inversión que va a países como el nuestro. ¿Por qué lo hace?, por dos motivos. Por una parte, en Estados Unidos se espera que suban las tasas de interés de largo plazo, y siendo el mercado financiero más profundo, la inversión ya fluye hacia allá.

La segunda razón es que el arribo de inversión extranjera en México se asentó primordialmente en la venta de empresas públicas y privadas, que no es infinita. El número de empresas grandes, atractivas para la inversión extranjera, ha disminuido sensiblemente. Este año con fanfarrias se dijo que la inversión extranjera iba a aumentar considerablemente; ¿por qué?, por una sencilla razón: vendimos las cerveceras; no vino la inversión extranjera a crear nuevas producciones, a reforzar el tejido productivo nacional o traer más tecnología, vino a comprar lo que ya teníamos y eso, con el debido respeto, no genera nuevos empleos o lo hace en cantidades minúsculas.

Otro problema financiero externo está en el capital golondrino que favorecimos pagando tasas de interés cercanas al 4 por ciento cuando en Estados Unidos y Europa la tasa de interés era de medio por ciento o menos; entonces venía mucho capital golondrino, que dejó de venir y se está yendo; ¿por qué?, porque esperan que las tasas de interés suban allá, que la Reserva Federal de los Estados Unidos diga: se terminó el periodo de dinero fácil y entramos más o menos en una etapa de normalidad, y eso lo tendrá que decidir pronto; mientras tanto, el dinero ya se está yendo. Las esperanzas de que de afuera nos resuelvan los problemas es, en el mejor de los casos, jugar a la suerte, pero no es una cuestión segura.

Se requieren decisiones claras del gobierno.

El Estado mexicano tiene que hacer varias tareas; uno, fijarse en la importancia de atender demandas sociales aplazadas o desechadas; dos, recuperar los instrumentos de acción propia, de autonomía propia que cedimos al mercado.

Tercero, buscar una convivencia real entre mercado y Estado, que facilite el crecimiento, que no lo estorbe, que no vaya dando bandazos hacia el mercado y quitando facultades al Estado; no hacia el Estado que crea una especie de dictadura económica, sino un término medio razonable que nos fortalezca y nos permita empezar a salir adelante.