EN LA LÍNEA
Llevó acarreados a su marcha
Félix Fuentes
En franca decadencia, Andrés Manuel López Obrador afirmó en su mitin del domingo pasado que el presidente de la república y los diputados no pueden aprobar una reforma, como la energética, si no es consultada con el pueblo. Según su pobre criterio, para extraer petróleo no se requiere de tanta ciencia y es como sacar agua de un pozo.
Debieran ilustrar a López Obrador sus genios, que los diputados tienen facultad constitucional para aprobar leyes —para eso son elegidos— a propuestas del jefe del Ejecutivo o mediante iniciativas de ellos mismos.
Es una aberración del derrotado candidato presidencial que en cada legislación deba recurrirse a la opinión pública, con mayor razón si se carece de una ley para sustentar la consulta popular.
Entre sus abrumadoras confusiones, López Obrador envió una carta de tres páginas al presidente Enrique Peña Nieto, en la cual le propuso un encuentro, a condición de llevar a cabo la susodicha consulta. Luego mandó a una de sus voceras a señalar fecha límite de respuesta, e indicó la del próximo 7 de octubre.
Que se sepa, Peña Nieto no tiene ningún interés de entrevistarse con El Peje. Nada ganaría con eso y padecería el suplicio de escuchar largamente a quien le ha dirigido insultos graves durante las campañas políticas y ya como presidente.
En la marcha del domingo pasado, del Ángel de la Independencia al Monumento de Colón, López Obrador afirmó: “No estoy olvidando que Peña Nieto llegó a la Presidencia de la República mediante un fraude electoral que consistió en la compra de millones de votos”.
Insiste en esa habladuría de su derrota después de sus dichos de tener pruebas para demostrar la supuesta compra de sufragios y nunca las presentó. Lo de Soriana y Monex se lo echaron abajo en el Instituto Federal Electoral de manera contundente.
Desde luego, López Obrador no llegaría a Los Pinos a hablar de petróleo, exclusivamente. Conocidos sus manejos desde aquellas caravanas de Tabasco a la capital del país, sin duda pediría apoyos para su dichosa Morena.
Obvio, López Obrador y su capitoste Martí Batres no han reunido por vía de las dádivas los mil millones de pesos para la precampaña con duración de casi seis años. El tiempo hasta el 2018 se les hace eterno.
Sin embargo, López Obrador debiera explicar de dónde obtuvo el dinero para transportar a sus acarreados de la marcha pasada a bordo de 106 autobuses —algunos de lujo— procedentes incluso de San Luis Potosí. De eso lo espantaba el PRI y ahora recurre a esa práctica porque en el Distrito Federal se le agotan los seguidores.
En su ofuscación, el tabasqueño preguntó: “¿De cuándo acá se requiere de tanta ciencia para extraer el petróleo?” Él mismo respondió: “Perforar un pozo es como si se fuera extraer agua, no a 30 metros sino a tres mil, cuatro mil metros”.
Si está convencido de lo anterior, el frustrado político merece que lo encierren. No puede hablar de petróleo y menos del “robo del siglo” si ignora o pretende ignorar los costos de la tecnología para localizar el energético en aguas profundas de los mares.
Aunque cada uno por su lado, Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador acordaron que actuarían en la “defensa del petróleo”. El michoacano aceptó su intervención en el Senado, donde criticó la reforma de Peña Nieto por ser privatizadora.
López Obrador se negó a comparecer en la Cámara Alta porque, a su juicio, todo está arreglado por el PRI y ese foro es “una especie de hablas y te vas”.
Así, el jefe de los morenos no se expone ni quiere ser rebatido por sus habladurías. Prefiere las asambleas, los plantones y las marchas, en los cuales él es la única voz cantante y puede denostar a placer.
