El tiempo corre en contra de las autoridades. Entre más días pasan, más se complica, extiende y enrarece el conflicto con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Ahora, ya no son sólo maestros sino manos ajenas y extrañas, anarcos, los 400 Pueblos, el Sindicato Mexicano de Electricistas, Atenco, el Movimiento Proletario Independiente, y ahora también estudiantes los que se adhieren y movilizan en solidaridad con la CNTE.
Algunos medios de comunicación han festejado el debilitamiento del liderazgo de la CNTE encabezado por Rubén Núñez, secretario general de ese sindicato, repudiado por su propios agremiados y acusado de haberse vendido al gobierno.
Más que alegría, el hecho debe causar preocupación. Si, efectivamente, los liderazgos de la CNTE han comenzado a caer y esto no se ha traducido en la disminución del conflicto, significa que los vacíos dejados han comenzado a ser llenados por agrupaciones más violentas y radicales.
El cada vez más agresivo desafío al gobierno federal para retomar el Zócalo y la convocatoria que hacen jóvenes anarquistas de apoderarse de las instalaciones de la UNAM demuestran que han comenzado a montarse grupos que pretenden utilizar el conflicto magisterial con evidentes fines de desestabilización nacional.
El país se encuentra en el ojo de una tormenta perfecta en la que la fuerza destructora de los vientos tropicales ha comenzado a mezclarse con el retroceso de la economía, la polarización producida por la discusión de las reformas educativa, energética, hacendaria y la presencia agazapada del narcotráfico.
Aunque se dan diferentes explicaciones sobre el financiamiento del que gozan los maestros plantados en la capital del país, lo cierto es que el fantasma del dinero sucio ronda por los campamentos de las nada despreciables casas de campaña, los paquetes de comestibles y múltiples enseres que llegan en camionetas al Monumento a la Revolución.
Por algo la CNTE exigió disolver la comisión que pretendía, desde el Congreso, investigar el origen del dinero que permite la manutención, sin límite, de sus agremiados.
Ésta no sería la primera vez, por lo tanto, que un movimiento fuera contaminado, desvirtuado y convertido en un monstruo de múltiples cabezas. Si a alguien le interesa crear condiciones de ingobernabilidad y si alguien tiene dinero para patrocinar la ruptura institucional es el crimen organizado.
El país vive, por tanto, en un estado de excepción, de alarma, listo para que el oportunismo y las fuerzas más oscuras intenten quebrar el Estado mexicano.
De una rápida y hábil operación por parte de las autoridades depende el ¿qué sigue?