Andrés Manuel López Obrador debe estar en este momento acostado en el diván del siquiatra preguntándose qué hacer, después de que el presidente de la república presentara una reforma hacendaria que tiene como uno de sus objetivos fundamentales disminuir las profundas desigualdades sociales que existen en el país.

Los medios de comunicación han dado poca importancia a la intervención que el secretario de Hacienda, Luis Videgay, tuvo el domingo pasado en Los Pinos, sin embargo, hizo una radiografía socioeconómica que permite entender porqué el gobierno no podía proponer —en este momento— un IVA a alimentos y medicinas.

Videgary nos dijo que la economía mexicana no ha crecido en los últimos 30 años. Que en 2011 la productividad fue inferior a la que existía en 1990. Que el 45.5% de la población vive en pobreza. Que el 61.2% de los mexicanos, es decir, 72 millones de personas carecen de acceso a la seguridad social. Que el 60% de la población que trabaja está empleada en el sector informal. Que México es el único país de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico que no tiene un seguro de desempleo.

Proponer en un contexto como el de hoy, un IVA a alimentos y medicinas, con caudillos mesiánicos que viven de la desesperación de los más pobres, sembrando odio y rencor en las plazas públicas, se hubiera traducido en un error político de incalculables consecuencias.

El gobierno ha reconocido que un IVA a alimentos y medicinas hubiera tenido un impacto recaudatorio muy significativo, de aproximadamente 163 mil millones de pesos, pero más importante en estos momentos es la paz social.

El que no se haya incluido el IVA a alimentos y medicinas ha llevado a algunos empresarios a decir que se trata de una reforma hacendaria insuficiente. Puede ser, aunque en el fondo de esta propuesta hay un ingrediente de gran importancia: la necesidad de tener un país más justo.

Tener, por la vía fiscal, un reparto más equitativo de la riqueza, disminuir la dramática desigualdad social que existe en México —una de las naciones más desiguales del mundo— es un imperativo que debe atender el gobierno, los empresarios y el resto de la sociedad, por razones de estabilidad y seguridad nacional.

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en México la iniquidad del ingreso no sólo es elevada, sino persistente. Este sólo dato tendría que llevar a convertir el Pacto por México en un pacto social enfocado a revertir, desde todos los ámbitos, las condiciones estructurales que crean y reproducen el abismo entre mexicanos cuyas fortunas están valuadas en más de 50 mil millones de dólares, y quienes ganan menos de un salario mínimo al día.

La desigualdad es peor que la pobreza. Como ha dicho el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, la desigualdad tiene un precio y México lo paga en términos de resentimiento, división, violencia política y social.

Por ello es muy discutible la tesis del exdirector de la Policía Nacional de Colombia Óscar Naranjo, en el sentido de que la pobreza no originó la violencia en América Latina. Tal vez esa versión sea válida para naciones donde las guerras civiles han tenido causas ideológicas y de poder.

Para decirlo de una vez: a nadie le conviene tener un país donde —según la revista Forbes— sólo 15 personas poseen el 90% de las reservas internacionales contra 60 millones de pobres que no tienen esperanza de ascenso social.

La reforma hacendaria, sin embargo, tiene dos apartados que contradicen el propósito de poner fin a la desigualdad: el impuesto a colegiaturas en escuelas privadas —que ya reconoció Videgaray— y el aumento del 11 al 16% al IVA en los estados fronterizos.

Es un absurdo suponer que todo aquél que asiste a un colegio de paga procede de una familia con recursos. La llamada clase media —que es en realidad una clase media empobrecida— hace esfuerzos titánicos para inscribir a sus hijos en planteles que pueden ofrecerles mejor calidad educativa.

Junto con la reforma debe darse inicio a un cambio de mentalidad; a la búsqueda de un país menos desigual desde todos los ámbitos de la vida nacional.