Ante el riesgo de una intervención militar extranjera

Bernardo González Solano

El Medio Oriente está conmocionado por una espiral de inestabilidad cuyo término está muy lejos de alcanzarse. El mundo tiene puesta la atención en esa zona que parece no tener límite en el derramamiento de sangre. En los últimos días la situación ha empeorado por la posible intervención militar extranjera en Siria y la degradación del status en Egipto tras el golpe de Estado castrense. Toda la zona vive una complicadísima situación. Un nudo gordiano que parece nadie sabe desatar. O cortar, como lo hizo Alejandro Magno: “Tanto monta desatar que cortar”, dijo. Pero, una cosa es decir y otra, muy diferente, hacer.

Las cifras de la muerte

De tal suerte, los investigadores han documentado 92 mil 901 muertes en Siria desde que empezaron las manifestaciones populares de 2011 en contra del régimen que, tras la brutal represión ordenada por el presidente Bachar al Assad, desembocaron en la guerra civil. Cifra —redondeada por los medios y los políticos— a “más de 100 mil muertos”.

A su vez, un equipo del Human Rights Data Analysis Group, dirigido por la estadística estadounidense Megan Price —que lleva la cuenta de los fallecimientos por encargo de la Alta Comisionada de Naciones Unidas, Navy Pillay— presentó su último balance el 13 de junio: 92 mil 901 muertos, tras examinar ocho bases de datos (incluidas las oficiales y las de los grupos rebeldes), seleccionándolas (a mano y en computadora) para asegurar de que cada víctima se cuenta una sola vez. De cada uno de los 92 mil 901 se saben (por lo menos)  los datos esenciales: nombre, cuándo y dónde fallecieron.

Además, el miércoles 21 de agosto pasado, se enterraron, en Kfar Batna, en los suburbios de Damasco, en una fosa común a 16 personas muertas horas antes en lo que se ha considerado un “ataque con armas químicas”. Nadie reclamó los cadáveres. Sólo se les pintó un número en la frente; a cada uno se les tomó una fotografía, y envueltos en sábanas, los sepultaron echándoles tierra, nada más.

Estas medidas podrían ayudar a los familiares a identificarlos, en unos meses, en años o en décadas; y a los interesados para que sepan quiénes eran, dónde, cómo y quién los mató. Ninguno de los 16, ni de los mil 429 asesinados en aquella matanza —la mayor de esta guerra, hasta el momento— está contabilizada aún como víctima de la guerra de Siria. El hecho es que en este enfrentamiento entre hermanos —guerra civil— es muy difícil conocer la cifra real de víctimas. Pero, el uso de armas químicas —ambos bandos se acusan mutuamente de haberlo hecho— ha dado pie para que países extranjeros puedan atacar a las tropas del gobierno en represalia por la utilización de ese armamento prohibido por instancias internacionales. La intervención extranjera en Siria es el quid de la cuestión.

Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia

En el momento de redactar este reportaje —miércoles 4— la situación bélica en Siria está bajo la incertidumbre de lo que finalmente decida el Congreso de Estados Unidos sobre la que es imposible anticipar un resultado. En contra de las atribuciones presidenciales, el presidente Barack Obama tomó, el sábado 30 de agosto, una nueva decisión sobre un posible ataque militar a Siria: pedir al Congreso la aprobación de ese ataque en respuesta al presunto uso de armas químicas en contra de los rebeldes y de la población civil, incluyendo varios centenares de niños.

De hecho, muy pocos inquilinos de la Casa Blanca —por no decir ninguno—, se han sometido a la decisión parlamentaria para iniciar operaciones militares y menos para ataques como el que considera Obama en Siria.

Esta postura de Obama, inesperada pero inteligente, aunque para muchos estadounidenses es contradictoria, demuestra la debilidad política del mandatario, exhibe   una doble faceta del 44º presidente de la Unión, quiere compartir responsabilidades con el poder Legislativo que está fuera de su control, al menos la Cámara de Representantes, donde los republicanos tienen la mayoría.

En su mensaje a la nación, Obama dijo: “He decidido que Estados Unidos debe tomar una acción militar contra objetivos del régimen de Siria”. Explicó que el jefe del Estado Mayor Conjunto, le notificó que todo está listo para lanzar el ataque contra Siria y que la acción se puede llevar a cabo en cualquier momento: “mañana, la próxima semana, dentro de un mes; y yo estoy preparado para dar la orden”.

Consciente de que el poder legislativo de su país está preocupado de repetir la pifia de 2003, cuando autorizaron al expresidente George W. Bush para invadir Irak, basados en un informe de la CIA, que resultó una burda mentira, Obama quiere cubrirse las espaldas con el apoyo del Congreso. Esta solicitud se discutiría en el Capitolio hasta el próximo lunes 9 de septiembre, cuando los parlamentarios regresen de sus vacaciones de verano.

Asimismo, la secuela de las mentiras de la CIA y del expresidente Bush para atacar Irak y derrocar a Husein, que finalmente fue condenado a muerte por un jurado en 2006, repercuten en el momento actual.

Aunque Obama contaba, de antemano, con el apoyo del primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, y del presidente de Francia —aparte del gobierno de Turquía—, François Hollande, para un ataque conjunto a las tropas y blancos del régimen sirio, las cosas no fueron tan fáciles.

De tal forma, después que la Cámara de los Comunes en Londres echó abajo el jueves 29 de agosto, por primera vez desde 1782, la intención de un primer ministro en ejercicio —es el caso de Cameron— de atacar un país extranjero, y sobre todo después de que Obama dijo, el sábado 31 de agosto, que pediría el aval al Congreso, la oposición de derecha en Francia olvidó el domingo 1 de septiembre su tendencia a apoyar las grandes decisiones del jefe del Estado, y reclamó al socialista Hollande que permita a la Asamblea Nacional votar el miércoles 4 sobre la intervención militar en Siria.

Algo ha sucedido tanto en Estados Unidos como en la Gran Bretaña. El caso de Siria ha afectado a la sociedad causando revuelo institucional, en las redes sociales y en la clase política. Poco probable es que Hollande conceda parte de sus atribuciones a la Asamblea Nacional.

El artículo 35 de la Constitución de 1958 afirma: “La declaración de guerra es autorizada por el Parlamento”. Y un agregado introducido en 2008 por la reforma de Nicolás Sarkozy, añade: “El Gobierno informa al Parlamento de su decisión de hacer intervenir a las fuerzas armadas en el exterior… Esta información puede dar lugar a un debate que no concluye con una votación”.

Pendiente de conocer la postura del Congreso estadounidense, y sabida la decisión del Parlamento inglés, Hollande no tiene mucho margen de maniobra. Cameron, por su parte, tomó la decisión de sus compañeros parlamentarios con realismo, así como la postura de Obama para pedir autorización en el Capitolio.

Arsenales químicos de Bachar al Assad

Indudablemente que muchas capitales de Europa y en otras partes del planeta ya no entran en el trapo como si Estados Unidos fuera el policía del planeta. Los tiempos han cambiado y el último imperio sabe ocultar el garrote de otras épocas.

Mientras tanto, un documento clasificado, elaborado por los servicios secretos franceses y dado a conocer por Le Journal du Dimanche afirma que el régimen de Bachar al Assad dispone de “uno de los arsenales químicos más importantes del mundo”, y que éste incluye “más de mil toneladas de agentes (químicos) de guerra y de precursores”. Y ahí nos vamos. La guerra civil en Siria ya dura más de dos años y medio. ¿Hasta cuándo?