BALLESTA

 

7 de octubre de 1913

Mireille Roccatti

El pasado día 7, conmemoramos los cien años del artero crimen del senador Belisario Domínguez, por el gobierno espurio del traidor Victoriano Huerta, quien accedió al poder tras el asesinato del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suarez. La importancia que tiene conservar en la memoria colectiva esta canallada, resulta vital para que las nuevas generaciones la conozcan.

La vida de este insigne chiapaneco debe ser recordada como el joven que estudia medicina en París, se recibe de médico cirujano y partero oculista y se especializa en oftalmología.  En la práctica profesional otorgaba consultas sin cobrar a la gente de pocos recursos y en su farmacia “La Fraternidad”, además les proporciona medicamentos gratis. En el curso de su vida ejerció además el periodismo fundando los periódicos Chiapas y el Vate. Y antes de ocupar su escaño senatorial fue presidente municipal de su natal Comitán.

El comportamiento adoptado por este mexicano nacido en 1863, quien se desempeñaban como senador en el momento de su ejecución traicionera al dispararle a la cabeza por detrás en la entrada del panteón de Coyoacán, en donde es enterrado clandestinamente, es necesario que se conozca y se aprecie la valentía con que enfrentó al militar golpista y lo desenmascaró en el seno del Poder Legislativo. Es cierto también que no fue el único que se opuso al gobierno golpista y habrá que recordar también a su compañero senador Serapio Rendón y los diputados Néstor Monroy y Adolfo Gurrión.

El senador Domínguez, ante la negativa de difusión de su discurso tanto por la propia cámara como por la prensa, acude ante un valiente editor y éste con el apoyo de su joven hija de catorce años, María Hernández Zarco, imprimen el discurso en el cual, con toda claridad acusa a Huerta de usurpar el poder y del asesinato de Madero y Pino Suárez.

La desaparición del senador Domínguez impulsó a la diputación federal chiapaneca a exhortar su esclarecimiento, y en respuesta, la soldadesca huertista acudió a la Cámara de Diputados y los llevó presos a Lecumberri, esto último obligó a los senadores a disolver su propia cámara y con ello quedó disuelto el Congreso.

La dignidad, entereza y valentía del senador Domínguez en defensa de ideales y de expresarlos con toda libertad, motivó que en 1953 se instituyera la presea Belisario Domínguez, la más justipreciada que se confiere en nuestro país.

Este episodio, acaecido hace cien años, cobra mayor relevancia ahora que los poderes Legislativo y Judicial han ido recobrando su función constitucional de contrapeso en el equilibrio del ejercicio del poder en la república con lo que se ha fortalecido nuestra joven democracia.

Las libertades que hoy disfrutamos no han sido una concesión graciosa del poder, se han ido alcanzando con la lucha y la sangre de muchos mexicanos a lo largo de nuestra historia.