LA REPÚBLICA
Calderón autorizó instalar 107 estaciones de rastreo
Humberto Musacchio
Medio mundo se ha desgarrado las vestiduras ante la terrible revelación de lo sabido: que las comunicaciones telefónicas y por internet de los mexicanos son estrechamente vigiladas por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), que nos espía como espía a el todo mundo.
De acuerdo con la información divulgada por Der Spiegel, el espionaje gringo afecta la información de las dependencias policiacas, lo referente a las relaciones internacionales de México, lo que ocurre en el ámbito económico y hasta las comunicaciones por internet de la Presidencia de la República, lo que viene sucediendo desde el sexenio pasado.
Dicho de otra manera, la NSA se metió a las comunicaciones de Felipe Calderón Hinojosa cuando éste despachaba en Los Pinos, sabía con quién hablaba, a qué horas y de qué asunto. Ante las revelaciones, Calderón reaccionó con notoria indignación, pues muy justamente se sintió agraviado. Es inaceptable tratar así a quien ha sido amigo y muy leal servidor de la potencia del norte, como lo prueba el hecho de que en febrero de 2007, cuando el sexenio calderonista estaba muy tiernito, ambos gobiernos, el de allá y el de aquí, firmaron un contrato llamado Mexico Technical Surveillance System, documento que autorizaba el espionaje de Estados Unidos en las redes de comunicación.
De ese convenio se pasó a la Iniciativa Mérida y el gobierno de Calderón autorizó la instalación en nuestro territorio de 107 estaciones de rastreo para monitorear simultáneamente millones de llamadas telefónicas y el paso de correos electrónicos por los servidores de internet.
Muchas de estas cosas se sabían desde hace varios meses, sobre todo por revelaciones de Edward Snowden, pero si no se sabían de cierto, como diría el poeta Jaime Sabines, debieron suponerse, porque está en la naturaleza de todo Estado espiar a los suyos, a las fuerzas de oposición y a todo lo que se mueve, incluido lo que hacen otros Estados.
Es previsible que la protesta del gobierno mexicano sea tan tibia como la que le mereció una revelación similar en junio de este año, la que también afectó a Brasil e hizo que Dilma Rousseff acudiera a la ONU a protestar por la ofensa. Ahora, sin embargo, es más grave, por la reiteración de la denuncia. Resta saber qué medidas tomará el gobierno mexicano para acotar el espionaje extranjero, porque lo más probable es que ahora mismo saben de qué asunto y con quién está hablando el presidente Peña Nieto. Y eso sí es grave, porque brinda a Washington información confidencial e incluso se presta para toda clase de chantajes. Y eso sí es grave.