Fausto Triana 

De un lado, el hotel de lujo lleno de símbolos e historia en medio de la Plaza Walter Sisulu donde abundan los vendedores ambulantes y es inocultable la pobreza. De otro, los “townships” de Soweto sin arreglos cosméticos.

La disparidad y las inequidades saltan a la vista en el emblemático barrio-ciudad satélite de Johannesburgo, el emporio económico y comercial de Sudáfrica.

Viven cuatro millones de personas en Soweto, más de la mitad de la población de la llamada Nueva York de Africa, incluyendo sus áreas metropolitanas.

Entre rascacielos y terraplenes con casas de techos de zinc y letrinas exteriores, el brillo circundante y las condiciones de vida paupérrimas. A Johannesburgo la llaman en zulú Igoli (lugar del oro), pero el metal precioso no salpica como debiera.

Soweto, que es el acrónimo de South Western Township, fue levantado por el régimen del apartheid para alojar a los africanos negros “relocalizados” fuera de las zonas de los blancos. Aquí, en junio de 1976, más de 575 personas fueron masacradas.

Las protestas tuvieron lugar a raíz de un mandato gubernamental que exigía de forma obligatoria la enseñanza en idioma afrikáans (la lengua de los blancos). Uno de esos niños asesinados por la policía, Héctor Pieterson, se convirtió en héroe anónimo.

Cargado en brazos por un joven (Mbuyisa Makhubo) enardecido, su cuerpo inerte apareció en una foto del reportero gráfico Sam Nzima que recorrió el mundo.

Makhubo, entonces con 18 años de edad, acosado por los torturadores del apartheid, debió huir de Sudáfrica. Luego de una carta recibida por su madre en 1978, nunca más se supo de su paradero hasta hace pocos días.

En fecha reciente, el gobierno de Sudáfrica dejó saber que en coordinación con autoridades de Canadá investiga a una persona quien pudiera ser el joven que llevaba a Pierterson tras el crimen de Soweto en 1976.

Un singular hotel

En el corazón de Soweto, en el barrio de Kliptown y al lado de la plaza Walter Sisulu -uno de los más prestigiosos compañeros de lucha de Nelson Mandela-, un hotel cuatro estrellas parece desentonar con el ambiente.

También centro de conferencias, la instalación tiene un doble propósito muy bien logrado. Primero despertar la curiosidad y la atención dentro de un espacio de lujo con vistas hacia los “townships” y vendedores ambulantes de la zona.

Luego, el hotel como parte de un proyecto de desarrollo social de Soweto. Desde el mismo momento en que se levantó el sitio de alojamiento, fue contratado personal del área, parte de ellos para ser adiestrados en obras de la construcción.

Además, el staff del hotel siempre integrado en su mayoría por jóvenes otrora desempleados de Soweto; toman cursos de capacitación en turismo y hospitalidad; compra de vegetales y frutas a los vendedores locales; y formación de guías y gerentes hoteleros.

Para completar, el apoyo a programas concebidos para la juventud y la niñez de Kliptown, junto con la concepción del diseño de las habitaciones que cuentan con fotos históricas de Sudáfrica.

Asimismo, en los dormitorios sobresalen ribetes relacionados con las tradiciones, como los almohadones con el peso señalado de los sacos de maíz, y las frazadas típicas que se amarran las mujeres negras para cargar a sus hijos.

*Enviado especial de Prensa Latina en Sudáfrica.