LA REPÚBLICA

 

Feminicidios, en el nombre de Dios

Humberto Musacchio

Hace dos o tres meses, el señor José María de la Torre Martín, obispo de Aguascalientes, se enojó con los diputados locales de aquella entidad, a los que llamó “bueyes”, “güevones” y “gusanos perversos” porque en un texto legal reconocieron que las mujeres “serán dueñas de su cuerpo en ciertas condiciones” —las que determinen los hombres, suponemos— y porque autorizaron las fecundaciones externas o in vitro, lo que para don Chema son meras “sinvergüenzadas”.

Otro representante de la Edad Media, Benjamín Castillo, obispo de Celaya, llamó recientemente a su feligresía a no hacer escándalo por los asesinatos de mujeres, pues tal vez recordando el trato que reciben las mujeres en su familia, dijo que se trata nada más que de “crímenes normales”.

La convicción del purpurado no tendría mayor importancia de no ser porque es un líder de opinión con enorme influencia sobre su grey. Si es normal matar mujeres, ya los esposos machines pueden arriarle a sus esposas —suelen tener varias— con lo que tengan más a la mano y de preferencia hacerlo delante de sus hijos, para que reciban una adecuada educación (adecuada, por supuesto, al periodo neolítico).

La opinión episcopal parece que también tiene una fuerte influencia en el ámbito gubernamental del estado de Guanajuato, donde la Procuraduría General de Justicia del estado se muestra rejega ante el asesinato de mujeres, que nada más en el curso de este año, hasta el 30 de septiembre, sumaban 55, pero la PGJ sólo reconoce como feminicidios una docena.

Las malas cuentas de la Procu de Guanajuato son, ésas sí, sinvergüenzadas, pues el Código penal de la entidad tipifica como feminicidio el asesinato de mujer —valga la aclaración— que se comete “cuando la víctima fue incomunicada, violentada sexualmente o vejada; si padeció lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes (¿si no, no?); si hubo amenazas, acoso, lesiones o violencia familiar, laboral o escolar o cualquier otro (factor) que implique supra o subordinación contra la mujer” (La Jornada, 30/IX/2013).

Pues sí, pero en Guanajuato como en otras partes del país hay muchas leyes pero poca justicia, como lo muestra una estadística escalofriante: en los últimos seis años, se produjeron más de 651 mil embarazos de adolescentes. Y como en Guanajuato la maternidad es obligatoria y no vale nada la vida (de las mujeres), las madres están condenadas a parir o morir en el intento. Y todo en el nombre de Dios, diría el obispo Benjamín Castillo, cuyo humanismo es venerado en tierra cristera.