Con motivo del 60 aniversario del voto femenino, el presidente de la república anunció que enviará al Congreso de la Unión una iniciativa para que los partidos políticos destinen a las mujeres el 50% de las candidaturas para diputaciones federales y senadurías. También para que la suplente sea una mujer y evitar así la simulación o el famoso caso de las “juanitas”.

“Juanitas” que representan no sólo la degradación de la democracia sino el suicidio del liderazgo político de la mujer.

En la ley, se han dado importantes avances en materia de igualdad, derechos humanos y ciudadanos. No así en la realidad. A 60 años vale la pena hacernos una gran pregunta: ¿quién o qué es la mujer mexicana en la política?

¿Hemos tenido una Ángela Merkel como en Alemania o una Margaret Thatcher como en Inglaterra? La respuesta es no. En seis décadas, casi un siglo, hemos tenido apenas seis gobernadoras y unas cuantas secretarias de Estado.

Quino, el creador de “Mafalda” dijo en alguna ocasión que su personaje —esa niña de inteligencia aguda y espíritu contestatario— reivindicaba el derecho de las mujeres. Y en cierta forma es verdad porque “Mafalda” llegó a ser traducida a 15 idiomas y leída por millones de personas.

Una mujer, por cierto imaginaria, es la única que ha podido jactarse de tener presencia planetaria. Las demás son lo que son, sobre todo en política y sobre todo en México, gracias a una cuota. Si esa cuota no existiera, pocas, muy pocas podrían llegar a ser diputadas, senadoras o alcaldesas.

Olvidemos la Presidencia de la República. Ese espacio, cuando menos en el país, tiene una puerta cerrada que dice: “Reservado para el varón”.

En los Congresos ha avanzado la presencia de la mujer en las curules no por convicción de los partidos, sino porque el IFE puede aplicar sanciones a los órganos políticos que no respeten las cuotas de género.

Como bien dijo, en alguna ocasión, un funcionario de Naciones Unidas: la mujer ha ganado visibilidad pero no poder. Tan es así, que no preside las principales comisiones parlamentarias. No forma parte de la cocina legislativa.

La falta de una política de Estado en materia de igualdad de género, verdaderamente integral, ha impedido que la evolución social, intelectual, política y económica de la mexicana se dé a mayor velocidad.

Lo que hoy tenemos en el país es un taller donde se cambian piezas, se aplican parches, pero no se repara el carro de manera completa.

Un solo ejemplo: la mayoría de las campañas sobre anticoncepción, control de natalidad, derechos de la mujer golpeada, derechos laborales están dirigidas a las mujeres, pero no al varón.

Dentro de una nueva lógica, la que debe corresponder a un país que aspira a la modernidad, el sentido y dirección de las políticas públicas en materia de género, esto debe cambiar. Quien hoy ostenta el poder, quien hoy domina la política y la economía, los cánones culturales es el hombre. Y es a él, por lo tanto, a quienes también deben ser dirigidos los mensajes de concientización.

El político mexicano no procede de una cultura diferente de la de otros mexicanos. El concepto, el menosprecio intelectual que tiene de la mujer es similar a la de otros varones, independientemente del estrato socioeconómico del que provenga.

Atavismos contra los que nadie hace nada y contra los que no hay —se debe insistir— una política de Estado. Se pueden seguir aprobando una y otra reforma, pero si los cambios en la ley no coinciden con una estrategia que abarque la escuela, la fábrica, la empresa, la calle, la oficina, los partidos, las Iglesias y los medios de comunicación para modificar la idiosincrasia tanto del mexicano como de la mexicana, la evolución política de la mujer seguirá estancada.

¿Qué sucedería, por ejemplo, si en lugar de reciclar en la pantalla los estereotipos de la mujer sumisa, pasiva, frívola, promovieran esquemas de mujeres empresarias, pensantes, políticas que llegaran a la Presidencia de la República?

La primera pregunta que debe hacerse el gobierno y la sociedad misma es: ¿a qué tipo de mexicana debe aspirar el país?

Todo indica que el tema no es del todo relevante como lo señalan las cifras del Foro Económico Mundial, donde México sigue ocupando el lugar 75 en avance de género.