Carlos Olivares Baró
Crápula: del latín crapula (“resaca”. Pesadez de cabeza debida a la embriaguez). Del griego antiguo kraipále (“raudo”) / Hombre que lleva una vida de vicio y libertinaje. Vida licenciosa. Disipación. Libertinaje. Se le dice “crápula” a un individuo de proceder abyecto en correspondencia semántica con vil, canalla, protervo, soez, execrable, granuja, inmoral… Si hay dilapidación y beodez (borrachera) en precipitada relajación de la moral, se palpan las fronteras de lo “crápula”.
Dice el refrán: “Más victima causa la crápula que la espada”. En el tango “Negra vení” (Gagliano/ Martínez Viérgol), de los años veinte, se escucha: “Negra vení,/ No me dejes que muera/ Lo mismo que una fiera./ ¡Vení, por Dios!/ Que aunque un tenebroso he sido/ Y en crápula he vivido,/ Hay dos cosas que he querido:/ Mi viejita y vos”./ Poeta crápula: ¿bardo en exceso? ¿Trovador que dilapida? ¿Perverso hacedor de rimas?
En el soneto “Crápulas”, el poeta Marcos Loures expone: “Crápulas caminan por las calles,/ Cadáveres siguiendo sin descanso,/ Y cuando mis engaños veo y alcanzo,/ Deslindo los tormentos en detalles,// Perfectas ilusiones que retalles/ Adonde se imagina sea manso/ Un tolo corazón en cuanto tranzo/ Trazando con buril nuevos entalles,// Expresas la podrida fantasía/ Que tantas veces tuve y no quería/ La estúpida quimera se acercando// De un turbo caminero sin destino/ Y en cárcel, la mazmorra, me alucino/ Un aire tenebroso y más nefando”: El tiempo del crápula es el tiempo de la turbación.
Desnudo galopaba por sombras François Villon: pobre, ladrón, asesino, condenado a muerte: poeta sin ilusiones, hizo un viaje descarnado por burdeles, cementerios, tabernas y barrios bajos del París de la Edad Media. “Yo soy François lo que me pesa,/ nací en París, junto a Pontesa,/ y de la cuerda de una toesa/ sabrá mi cuello lo que mi culo pesa”. Y las muecas de Rimbaud. Y los furores de Genet. Y la rabia de Arenas. Y Lautréamont en “pacto con la prostitución para sembrar el desorden en las familias”. Crápulas: Anne Perry, Burroughs, Cody Pomeray, Hafed Benotman, Piasecki, Jack Black, Bunker, Pauline Parker, Juliet Marion…
Crápula (La otra / Instituto de Cultura de Hidalgo, 2013), de Evodio Escalante (Durango, 1946), es un poemario de insolentes propuestas y ensimismados guiños de intenciones asechantes. Los versos aquí urden un entramado promiscuo y borrascoso. Coplas que recurren a la forma del soneto (sutiles referencias a los Sonetos infieles del cubano José Lezama Lima); y, asimismo, aforismos, haikús, “romance” y viñetas encuadrados en la efusión. Proverbial discurso de sardónicas parodias: “Cortas un verso a la mitad/ y escurre cursilería// (La sangre, déjala para el médico/ O el carnicero de la esquina,/ O, ya que insistes, para los sicarios/ Personajes de Moda en estos días)”.
Efrén Rebolledo, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas se asoman por estos folios circundados por conjeturas y soliloquios que pueden incomodar a algunos puristas: diálogo que desmitifica franjas sagradas de la poesía mexicana: así, el “Adán de lodo” paciano se convierte en “Ídolo que nada en la nada”; o una paráfrasis de versos de Sor Juana irrumpe con juguetona licitación (“Esta tarde, mi bien, cuando te amaba/ Como casi del lecho me caía/ Intenté hacerte ver en tu porfía/ Podía arruinarte el bien que nos juntaba”). La palabra como “acción en la sombra” y el amor como “germen balsámico/ De locura”.
Sobre la piel blanca, El otro Golem, Los delirios de Sor Juana y El imitador declara su nombradía: cuatro movimientos que conforman un ascenso y fuga de clamoroso ostinato, suscrito en proporcionada figuración de scherzo. “El Whisky”, “Por imitar a Cummings”, “Me estás vedada tú”, “A una puta”, “Senectud”, “El sueño”, “Lo que dice el poema”, “Crápula” o “Un poeta mexicano” entran a escolleras instigadoras: Crapula o la provocación que desnuda de solemnidad a la poesía mexicana contemporánea. Hace falta, quizás, un poco de procacidad en nuestras letras: Evodio Escalante asume el reto con ferviente audacia.


