Liturgia

Las “tribus” feroces se disputan un pastel muy mermado

Teodoro Barajas Rodríguez

El PRD fue el producto final de una coyuntura electoral que integró a diversidad de grupos, corrientes de opinión que mantuvieron una inclinación declarada y evidente en contra del PRI, me refiero al Frente Democrático Nacional. Movimiento que encontró eco en amplios sectores de la población para participar en los comicios turbulentos de aquel 6 de julio de 1988, para muchos el Frente Democrático Nacional, que postulara a Cuauhtémoc Cárdenas, derrotó a Carlos Salinas de Gortari, en Michoacán esa coalición ganó 12 de 13 distritos electorales y las dos senadurías.

El PRD se fundó en 1989, al poco tiempo un círculo rojo se retiró de su militancia, pues en el interior del naciente partido dirigido por Cuauhtémoc Cárdenas convivían un amplio surtido de formas, enfoques y estilos de ver así como hacer la política, que no podían confluir en un solo proyecto. Desde su inicio el PRD fue sacudido por el salinato, desprestigiado; el afán por liquidarlo desde Los Pinos fue más que obvio.

En la actualidad el PRD ha dejado de lado causas sociales para legitimar la política del presidente Enrique Peña Nieto, las tribus feroces se disputan encarnizadamente el reparto de un pastel cada vez más mermado, los consensos se vislumbran distantes, prácticamente utópicos.

Se fue Andrés Manuel López Obrador, quien fuera un activo importante para que el perredismo registrara franjas de apoyo nunca antes vistas, el timón del PRD hace algunos años lo tiene el grupo Nueva Izquierda de Jesús Ortega y Jesús Zambrano, a quienes se cuestiona su proclividad para respaldar al gobierno, es decir su proximidad con el PRI.

Los militantes izquierdistas no se ponen de acuerdo sobre su propio proyecto de acción, muchos se cuestionan sobre cuál será la verdadera ruta de la izquierda, otros sólo enarbolan un cliché derivado del martirologio, o una pose, porque la praxis es casi la misma de otras organizaciones que no se vinculan con ese lado de la geometría.

Recientemente Marcelo Ebrard Casaubón levantó la mano, salió del ostracismo para exigir una encuesta que permita elegir transparentemente a la nueva dirigencia nacional, para que toda la gente que lo desee vote por quien considere que será la mejor carta. El exjefe de Gobierno de la capital ahora dirige una corriente más, el llamado Movimiento Progresista.

El denominado Sol Azteca continúa con el registro de ser el partido de izquierda más exitoso en el terreno electoral, pero actualmente está desdibujado, su composición así lo manifiesta inexorablemente, al ser un archipiélago de corrientes cada cual defiende y pelea por su propia isla antes que por la institucionalidad.

La corriente oficial Nueva Izquierda seguramente intentará seguir al frente del PRD aliado a Los Pinos, carente de un programa claro y ausente de las luchas sociales que fuera su motor inicial.

México necesita de una izquierda sólida, pensante y congruente a la altura de nuestra realidad, no atada a los atavismos de hace 50 años.