LA REPÚBLICA
Funcionarios, como nuevos ricos
Humberto Musacchio
Hay medidas del sector público que al ciudadano común se le atoran, le resultan incomprensibles, absurdas, incluso. Una de ésas es la adquisición del astillero gallego Hijos de J. Barreras dizque para “transferir a mediano plano el conocimiento tecnológico” de esa empresa a los mexicanos “para crear la capacidad constructora de buques especializados, en Altamira, Tamaulipas” (La Jornada, 26/XI/2013).
En México ya se han levantado voces en defensa de nuestros técnicos, voces según las cuales no necesitamos ir a comprar un astillero español para aprender a hacer lo que ya sabemos, para lo cual tenemos técnicos calificados pero hasta ahora sin oportunidades.
Con la mentalidad de los funcionarios de Pemex, la expropiación petrolera nunca se hubiera realizado, entre otras cosas porque esos funcionarios son gringos nacidos en México, quienes consideran absurda la defensa del interés nacional en un mundo globalizado donde, según dicen, lo actual, lo moderno es salir a competir (y a comprar).
Esa concepción presuntamente nueva de la apertura económica no se detiene a considerar algunos factores de realidad. Por ejemplo, que nunca ha sido bueno participar en competencias con adversarios infinitamente más fuertes, que no hay competencia posible entre sardinas y tiburones.
La adquisición del astillero tiene otros ángulos —por decir lo menos—extraños. Se sabe que en España la industria constructora de barcos está en serios problemas que han puesto en riesgo su viabilidad. Se sabe también que la economía española necesita de una fortísima inyección de capitales, y ahí van los funcionarios de Pemex a comprar una empresa probablemente en quiebra, quizá con instalaciones obsoletas.
Por supuesto, si el objetivo es “crear capacidad constructora de buques especializados”, bastaría con becar a un buen número de técnicos mexicanos y mandarlos a diversos países donde pudieran adquirir el necesario conocimiento. Pero se insiste, desde el sexenio anterior, en salir de comprars, como nuevos ricos que tienen la casa en ruinas pero se van de shopping.
El asunto se antoja más bien como negocito de funcionarios que bien podrían llevar una tajada de ese negocio multimillonario en euros. Además, los fondos de Pemex que andan por el mundo en fideicomisos, adquisiciones, inversiones y de otras maneras son dineros inauditables o por lo menos de difícil control. Pero ahí van esos funcionarios, como nuevos ricos, como si México no necesitara de esas inversiones que tan generosamente llevan a otro país. El caso apesta.