Bachelet y Matthei se enfrentan a las sombras del pasado

 

 

Bernardo González Solano

 

La primera parte de la incógnita de la elección presidencial de la República de Chile se despejó el domingo 17 de noviembre al cierre de todas las casillas abiertas a lo largo del estrecho país andino —que en tierra continental alcanza 4 mil 270 kilómetros de norte a sur y según los chilenos llega hasta la Antártida—; tal y como lo adelantaban los sondeos, la candidata socialista de la Nueva Mayoría —bloque de centroizquierda formado por demócratas cristianos, socialistas y comunistas que reemplazó a la antigua Concertación—, la expresidenta chilena, Michelle Bachelet Jeria, de 62 años, ampliamente ganó estos comicios —con 46.69% contra 25.01%— a su más cercana competidora, la abanderada de la coalición de derecha en el poder, Evelyn Matthei (60 años), pero no logró mayoría absoluta, habrá balotaje el próximo 15 de diciembre.

Entonces se develará el misterio. Todo indica que ganará Bachelet, pero hasta que se cuenten los votos de ese día, se conocerá, de cierto, a la próxima presidenta de Chile para el periodo 2014-2018, que tomará posesión el 11 de marzo. Lo único cierto: será una mujer. Por cuestiones del destino, como en tiempos mitológicos, los antiguos dioses han enfrentado a estos dos mujeres —compartieron la niñez, sus padres fueron amigos y protagonizaron una terrible historia de tragedia griega— que salen de las  sombras del pasado a pelear, en bandos opuestos, por los ideales de sus progenitores y que todavía están por definir el destino del país: reformar su democracia o seguir por el camino marcado por el pinochetismo, que la sociedad chilena decidió que terminara hace 23 años.

Casualidad o destino

La periodista Rocío Montes, coautora del libro Hijas de general, que abunda en el drama que vivieron ambas candidatas, advierte: “Alguien decía que uno de los grandes misterios de la política chilena es ver si esto es casual o producto de la historia”. Casualidad o predestinación, el hecho es que una y otra representan dos visiones de gobierno que no calzan en el mismo molde. Y, pese a que algunos aseguran que el milagro económico del país, aún bajo un gobierno de derecha, como el del saliente Sebastián Piñera, que logró más de 800 mil empleos en su gestión, el talón de Aquiles de la economía chilena es la deficiente distribución del ingreso. El 5% más rico de la población gana 257 veces más que el 5% más pobre. Los nueve candidatos a la presidencia durante la campaña propusieron medidas para reducir las desigualdades. Bachelet pretende superarlas con una reforma tributaria profunda: elevar la tasa de impuesto a las empresas del 20% al 25% en cuatro años. Matthei, por su parte, cree que el impacto del cambio impositivo frenará el crecimiento. “No podemos ponernos a repartir riqueza si no la creamos… Le va a hacer daño al país. Eso es seguro”, afirmó Hernán Büchi, exministro de Hacienda de Augusto Pinochet. El consejero en temas económicos de la expresidenta, Alberto Arenas, replica: “Este debate tiene que ver con algo más ideológico que con la realidad”.

La apertura del comercio, señalan los expertos, ha sido uno de los pilares de la política de Chile. Desde mediados de la pasada década de los setenta, durante la dictadura militarista de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (1973-1990), el país abrió las puertas al exterior, privatizó empresas del Estado y permitió la provisión privada de bienes y servicios que en otras economías suele estar en manos del sector público: las pensiones, la salud, la educación. Así, los sucesivos gobiernos democráticos desde 1990 —los militares perdieron el poder por vía de un plebiscito nacional en 1988—, mantuvieron el modelo promercado. La concertación de centroizquierda, sin embargo, por medio del gasto intentó compensar los déficit sociales que se arrastraban y optó por continuar abriéndose a los mercados internacionales, por lo que el comercio exterior chileno se ha multiplicado por más de ocho durante los últimos 20 años.

Aunque la campaña electoral pasada coincidió con signos de desaceleración —que algunos aducen a factores externos—, la economía de este país goza de buena salud y el gobierno, los bandos políticos y especialistas de distintas tendencias coinciden en que es “abierta, musculosa, eficiente y competitiva en casi todos los sectores”.

Los datos son evidentes. A partir de 2010, cuando el presidente de derecha Sebastián Piñero asumió la Presidencia, el crecimiento medio del PIB ha sido del 5.5%, lo que le permitió presumir, a propios y extraños, que tenía una inflación controlada y que en el último año se crearon 150 mil 000 empleos de trabajo, lo que pone el desempleo en un 5.7%, lo que ha permitido que incluso lleguen extranjeros —de Colombia y Perú y de países europeos, como España— en busca de trabajo bien remunerado.

Los factores externos

El próximo gobierno hará frente a un crecimiento menos bonancible. Los simpatizantes de la derecha pronostican que en 2014 llegará a 4.9%, pero la oposición —-que entonces ya sería gobierno— afirma que sería menor, entre 4% y 4.2%. Es cuando intervienen los factores externos. Los expertos explican que la desaceleración de la todavía sorprendente economía china —que más pronto que tarde tendrá que caer por infinidad de motivos— incidirá en la baja de los precios del petróleo y de los minerales provenientes de Hispanoamérica. La probable caída de la demanda del lejano oriente repercutirá en las arcas fiscales chilenas. Al respecto, este país andino continúa dependiendo en gran medida de la explotación del cobre —sin industrializarlo, desafortunadamente—, y el precio podría descender, según calculan los especialistas, de 3.3 dólares la libra a 3.05. Asimismo, de acuerdo con Alejandro Micco, uno de los consejeros del equipo de economistas de Michelle Bachelet, adelanta que también influirá en este proceso que la Reserva Federal de la Unión Americana abandone su política expansiva: “Eso hará que suban los activos financieros en EUA y que menos gente esté dispuesta a invertir en los países emergentes como Chile”.

El aspecto positivo es que Chile se considera como un país estable, productivo y con salarios correctos. En 2012, la nación andina figura como la número once del planeta en atraer inversión extranjera, frente a la India (15) y Francia (16), de acuerdo con el último Informe sobre Inversión en el Mundo. Y según el Reporte global de competitividad, Chile se impone como el más competitivo de América Latina (en el lugar número 34 mundial) frente a Brasil (en el 56). Pero, para Manuel Riesco, economista del Centro de Estudios Nacionales y de Desarrollo Alternativo (CENDA), el futuro de la economía chilena presenta fallas. “El sector minero, extranjero o chileno, exporta el cobre en estado bruto, sin transformarlo localmente, por lo tanto sin crear empleos”, explica el experto. Agrega: “Las empresas mineras en Chile se comportan como las compañías petroleras en Arabia Saudí”. El país quiere cambiar esta situación e invertir en la investigación y el desarrollo. El programa es ambicioso: hacer de Chile un “polo regional de innovación”, subraya Hernán Cheyre, vicepresidente de la CORFO, una agencia de ayuda para la creación de empresas. En tal sentido, el próximo 15 de diciembre los electores chilenos deberán escoger definitivamente entre las reformas —especialmente fiscales— de Michelle Bachelet  o la continuidad encarnada por el programa neoliberal de Evelyn Matthei.

Bachelet, la favorita

Aunque Michelle Bachelet pasa a la segunda vuelta como la favorita —para el gobierno de Piñera la derrota de Matthei es un fuerte revés—, sus contrarios explicaron que “el balotaje es una nueva elección”, por lo que (dicen) se abren nuevas opciones para la postulante oficialista. Lo cierto es que la cita electoral del 15 de diciembre para Matthei es cuesta arriba, pues sólo puede aspirar a recoger parte de la votación que recibió Enrico Parisi, derechista populista (10.14% de la votación el 17 de noviembre), quien de antemano dijo que él no votaría por ella “porque es una mala persona” y anticipó el triunfo de Bachelet. El hecho es que en la primera vuelta la votación de la hija del general pinochetista Fernando Matthei, exsecretario de Salud de Pinochet y durante 13 años comandante en jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Chile, es una de las más bajas obtenida por la derecha desde el regreso de la democracia a Chile. El principal problema de Matthei es que su candidatura no fue la mejor para la derecha, amén de que es un personaje antipático, dicen.

A su vez, en el balotaje Bachelet buscará votos en las candidaturas que están a su izquierda, principalmente entre los electores del socialista Marco Enríquez-Ominami, que obtuvo el 10.87% de la votación, del ecologista Alfredo Sfeir, del economista Marcel Claude y la dirigente social Roxana Miranda, cuyas votaciones sumaron 17 puntos. Todos ellos presentaron programas de reformas que van desde el cambio de la Constitución hasta la nacionalización de los recursos naturales, además de la gratuidad de la educación y la salud. La configuración del nuevo congreso será clave para el trámite de leyes asociadas a las reformas prometidas por Bachelet que necesitará altos quórums para lograrlo. En la trinchera parlamentaria se refugiará la derecha para bloquear el programa reformista de la hija del general fiel a Salvador Allende, Alberto Bachelet, torturado por los militares golpistas entre los que se encontraba su antiguo amigo, el progenitor de la actual adversaria de su hija Michelle. Cosas del destino. Pronto, muy pronto se sabrá la verdad.