Jaime Luis Albores Téllez
El libro El laberinto de los cincuenta se formó a partir de las crónicas que Fernando Iwasaki publicó en el suplemento cultural Laberinto, del diario Milenio. En estas crónicas encontramos comparativos entre los años de mil novecientos setenta, ochenta y los actuales en cuanto al comportamiento sexual, viajes, educación, lecturas, etcétera. Cada una de las crónicas está marcada por un sello muy personal del autor: la capacidad para expresarse en una forma desenfadada, como si esto fuera un desarrollo casi instintivo de su vida, y así contar con precisión y cuidado ciertos conflictos de la humanidad que son reflejados según la época y la sociedad en la que nos desarrollamos. Y como ejemplos, el autor nos cuenta en “Cuando se ligaba leyendo” cómo hubo un tiempo en que los libros, el conocimiento y los idiomas provocaban un efecto afrodisiaco en las mujeres que hoy tienen cuarenta años o más. Pero también estoy de acuerdo con Fernando Iwasaki que las mujeres menores de esta edad son hermosas y que son capaces de enamorar a través de sus conversaciones, ideales y reivindicaciones. En otra crónica “El acoso textual” hace una reflexión sobre si se debe obligar a leer a los adolescentes y hace un comparativo con las matemáticas, donde nadie se pregunta si es bueno obligar a un adolescente a simplificar polinomios, resolver ecuaciones; o en ciencias, en química, memorizar los elementos de la tabla periódica con sus respectivos pesos atómicos. Y pregunta: “¿No hay en realidad un prejuicio contra las humanidades y un menosprecio a los conocimientos históricos, literarios y filosóficos? ¿Por qué se promueve la falaz persuasión de que la única y verdadera inteligencia es la matemática? ¿Por qué a los escritores, humanistas y profesores de letras nos acusan de practicar el ‘acoso textual’ cuando exigimos leer?”.
En “Libros basados en películas” nos describe a través anécdotas la “inconmensurable ignorancia literaria de algunos jóvenes, supuestamente escolarizados”. Y nos cuenta cómo un adolescente queda maravillado al ver Troya (2004) en el cine y cuando el autor le exhortó a leer La Ilíada, respondió que preferiría no leer “libros basados en películas”. E irónicamente escribe Iwasaki: “Como ese tal Homero, que ha escrito La Ilíada para aprovecharse de la fama de Brad Pitt”.
En fin, es un libro de crónicas dividido en tres subtítulos: “Vicios”, “Achaques” y “Manías”, donde la inteligencia acompañada de humor provoca en el lector un goce y reflexión sobre los conflictos de la humanidad que son reflejados según la época y la sociedad en la que nos desarrollamos.
Fernando Iwasaki, El laberinto de los cincuenta. Cal y arena, México, 2013; 160pp.


