Bill de Blasio y la alcaldía de Nueva York
Bernardo González Solano
La historia, dicen algunos, no se repite. Es posible, pero aunque no en su totalidad, hay características de otros tiempos, no tan lejanos, que retornan a las primeras páginas de los medios de comunicación y echan por tierra la monserga de que “todo tiempo pasado fue mejor”. A mediados de los años sesenta del siglo pasado, circulaban por todo el mundo carteles en los que el FBI reclamaba a una “negra, mujer y comunista” como uno de los diez principales criminales de Estados Unidos de América: Wanted by the FBI, con una fotografía de Angela Yvonne Davis, que lucía una hermosa cabellera a la afro. Atrás de este singular personaje, funcionaba la temida organización Black Panthers Party. Y, por todos lados, mujeres y hombres negros (ahora llamados afroamericanos) se identificaban por su peinado afro, como lo hizo el mejor deportista de todos los tiempos, el boxeador Cassius Marcellus Clay, después Muhammad Alí. Años más tarde, un jovenzuelo mestizo llamado Barack Hussein Obama también lucía lo propio, así como el famosísimo cantante Michael Jackson.
Cuando en Estados Unidos triunfó el movimiento negro pro derechos civiles, el afro pasó a la historia. Ahora, en la segunda década del siglo XXI, cuando menos se esperaba, después de que la patria del Tío Sam eligió al primer mandatario afroamericano en su historia, reaparece un peinado afro que al parecer fue decisivo para que se eligiera al próximo alcalde de la ciudad de Nueva York, que, aunque blanco, está casado con una negra de origen caribeño, poetisa y activista, lesbiana en su juventud, Chirlane McCray, con la que ha procreado dos hijos: una hermosa mujer, Chiara, de 18 años, y un apuesto joven, Dante, de 16 años, cuya cabellera afro propició un gran triunfo electoral para su padre, Bill de Blasio (né Warren Wilhem Jr., en mayo de 1961 en un hospital del Upper East Side de Manhattan, frente a Gracie Mansion, la residencia del alcalde de Nueva York), cuyos progenitores fueron de origen europeo, caucásicos, que a los veinte años de edad recortó su nombre y adoptó el apellido materno, de origen italiano.
Por una apabullante votación de 73% contra 24%, el 5 de noviembre Bill de Blasio ganó las elecciones para alcalde de la Big Apple, lo que le permitirá suceder al republicano Michael Bloomberg, convirtiéndose en el primer demócrata —de izquierda— que dirigirá el destino de Nueva York en dos décadas.
Crisol de razas
El mejor signo de que los electores neoyorquinos querían algo completamente diferente al gobierno de Bloomberg fue la derrota que propinó De Blasio al abanderado republicano John Lhota. Suceso que hay que analizar en todo lo que representa, pues NY es la ciudad cosmopolita por excelencia de la Unión Americana, que al mismo tiempo ejemplifica, mejor que otras ciudades, el melting pot (crisol de razas) que ha conformado la actual sociedad estadounidense.
Al anunciar su triunfo, el martes 5, De Blasio dijo: “Mis amigos neoyorquinos hoy han hablado alto y claro sobre la nueva dirección que quieren darle a nuestra ciudad… No se equivoquen. La gente de esta ciudad ha elegido un camino progresista y esta noche nos ponemos en ese rumbo, juntos. Estamos muy orgullosos de lo que hemos logrado en esta campaña. Esta noche empezamos a caminar juntos como una sola ciudad”, con lo que hacía referencia a su lema de campaña dicknesiano: “Historia de dos ciudades”, en comparación con el Nueva York de Bloomberg donde cada vez es más amplia la brecha entre los pobres y los ricos. Una gran manzana empobrecida y otra opulenta. Por su parte, el republicano derrotado, John Lotha, reconoció la debacle y aclaró: “Pese a lo que pueden haber escuchado, somos una sola ciudad… Espero que el alcalde electo entienda esto antes de que sea muy tarde”. El cambio de gobierno se hará el 1 de enero de 2014.
La campaña electoral de Bill de Blasio comenzó en enero pasado en forma modesta, sin grandes expectativas. Ahora, su triunfo, más allá del color político de izquierda, con un perfil populista, tiene aire renovador. Es un líder diferente, de clase media trabajadora. La gente se siente identificada por su actitud y talante, por su pasado y su familia poco común y birracial que le permitió seducir al electorado que cada vez es más diverso en Nueva York. De Blasio será el primer alcalde —el 109— de la Big Apple cuyos hijos van a la escuela pública. Como hizo Obama en los comicios que lo llevaron a la Casa Blanca en 2006, De Blasio basó buena parte de su mensaje político en su propia biografía.
La propuesta gubernamental de De Blasio se basa en afrontar lo que él llama la “Historia de dos ciudades” —título del libro homónimo del famoso crítico social y novelista británico Charles Dickens—, que se apropió como referencia para hablar de la falta de equidad de NY, la metrópoli donde cohabitan los multimillonarios —como Michael Bloomberg— con quienes están (dentro) y cerca de la línea de pobreza. En la campaña Bill prometió crear una tarjeta de identidad para todos los neoyorquinos —incluyendo los inmigrantes indocumentados—, y aumentar los impuestos a los más ricos de la ciudad para aumentar los programas educativos y de atención social.
Una vida de novela
El lema de “las dos ciudades” le ganó tantos adeptos como críticos, pero es evidente que su ascenso político se debe también a una historia personal con elementos propios de una novela que incluye un padre alcohólico y suicida además de veterano herido en la II Guerra Mundial; con una madre que fue su principal referencia, al grado de que decidió adoptar su apellido y abandonar el paterno.
Su biografía le propició escalar políticamente en los últimos nueve meses, pero la clave del triunfo estuvo en un anuncio de televisión en el que su hijo Dante, con su (des)peinado afro, esponjado y circular, desafiaba el encuadre de la cámara. El joven Dante exaltaba en el anuncio las virtudes políticas de su candidato, y al final del mismo remachaba: “le tengo confianza porque es mi padre”. En el subconsciente de los electores neoyorquinos estaba la imagen de la activista Angela Davis, del boxeador Cassius Clay y de tantos y tantos otros negros de los años sesenta del siglo XX que orgullosamente lucían su peinado afro, que recorrió el mundo. Para que no quedara duda del impacto del anuncio de Dante, el propio Lotha, el derrotado, reconoció: “Fue ese anuncio. Nos mató”.
En el anuncio televisivo —“el medio es el mensaje”, escribió Marshall McLuhan— ideado por John del Cecato (asesor de la firma David Axelrod, consejera de Barack Obama), residente en el East Village de NY, “un barrio bohemio y hipster (inconformista)”, Dante paseaba su llamativo afro por las calles de Brooklyn. Rumbo al colegio, acompañado de su padre (subliminalmente decía que estudiaba en un colegio público) incidía en algunas de las propuestas de campaña de su progenitor: el rechazo hacia la polémica medida de stop and frisk (la autorización de la policía de NY para detener y registrar a quien consideren sospechoso por la calle, que normalmente siempre son latinos y afroamericanos), entre otras. Y dice: “(Bill de Blasio) es el único demócrata con agallas para oponerse a las políticas de Bloomberg. Lo conozco, es mi padre”. El peinado de Dante se utilizó en la campaña hasta la saciedad. De hecho, se impulsó el hashtag #GoWithTheFro. Algunos criticaron la banalización de la jugada (su adversario dijo que estaba echando mano de tácticas casi racistas), pero lo cierto es que el mensaje corrió con la rapidez de un virus; y el peinado afro de Dante corrigió el curso de la carrera electoral. Como colofón, en una reunión del Comité Demócrata Nacional a fines del mes de septiembre, en el elitista hotel Waldorf Astoria, el peinado afro de Dante recibió el empujón definitivo. El presidente Obama comentó: “Yo tuve el mismo en 1978… aunque debo reconocer que mi afro jamás fue tan bueno. El mío estaba peor equilibrado”.
De Blasio comenzó a interesarse por la política desde su época universitaria. En los años ochenta decidió vincularse en la campaña de David Dinkins, el único afroestadounidense que ha sido alcalde de NY. Por ese tiempo también conoció a la que sería su futura esposa y madre de sus hijos, Chirlane McCray, seis años mayor que él, escritora y activista que declaró su lesbianismo en un artículo que publicó la revista Essence en 1979. A De Blasio eso no le importó. Se enamoró de ella y la convenció de ser su esposa. En 1994 contrajeron nupcias con ayuda de dos pastores homosexuales, como cuenta la revista New Yorker en un artículo titulado El alcalde del 99%. De Blasio se desempeñaba como Defensor del Pueblo de NY y anteriormente dirigió la campaña de Hillary Clinton al Senado. Si algo faltara, en el pasado de De Blasio hubo un viaje de diez días que realizó a Nicaragua en 1988, en tiempos en que la Revolución Sandinista enfrentaba la guerrilla de la Contra. Todo un caso.