Liturgia

 

Michoacán

 

Teodoro Barajas Rodríguez

Los rasgos más cavernarios del Estado fallido irrumpieron violentamente en Michoacán el pasado fin de semana: atentados en la Comisión Federal de Electricidad, gasolineras siniestradas, enfrentamientos a balazos, apagones, de nuevo la muerte como propósito, el miedo como estrategia.

A todo esto, qué sentimos los michoacanos sino el horror, los pasos veloces rumbo al Estado fallido hace rato avanzan sin que el Estado mexicano resuelva una situación que ha resultado un verdadero caos. La tranquilidad está secuestrada, la angustia se multiplica.

Guardias comunitarias, desafíos constantes a las autoridades son los retratos comunes que acaparan atención, alcaldes que no regresan a sus despachos, ésa es una realidad y ningún discurso oficial puede justificar el estado de cosas prevalecientes. Nadie tiene la vida blindada, en amplias porciones de la Tierra Caliente lo que se ocupa es simplemente salvarse.

Aquel 15 de septiembre de 2008 en Morelia las granadas que rompieron la noche escribieron con letras rojas los coletazos del terrorismo, el cual ahora estuvo de regreso, ante la indefensión de tantos michoacanos ajenos a los problemas del crimen que ahora se vinculan a los hechos en calidad de víctimas.

Cuál es entonces el Estado de derecho, la aplicación expedita de la ley, son parte de una retórica carente de credibilidad porque se han convertido en un enorme lugar común que no dice nada, palabras huecas, oquedad en artificios discursivos que se han convertido en vacío.

La Tierra Caliente michoacana reporta muertos, balazos, explosiones, ausencia de autoridad que deja como saldo un enorme foco rojo de impunidad. El gobierno federal anuncia el fortalecimiento de operativos en coordinación con las autoridades locales, la Procuraduría General de la República ha comenzado con la integración de indagatorias, la Comisión Federal de Electricidad ha presentado las denuncias correspondientes, este domingo pasado el ministerio público efectuó las diligencias para el levantamiento de cinco cadáveres, el mismo día una gasolinera que se ubica a un lado de la Central Camionera de Morelia sufrió el embate criminal, así como otras cinco. Ésa es la realidad que nos remite al Estado fallido.

La ley de la selva se asume de facto, la desesperanza ocupa espacios en el sentir de muchos, Michoacán padece la pandemia violenta, todo ello hace que la gobernabilidad precaria se descarrile, ésa es la verdad, no caben eufemismos y ya lo dice Joan Manuel Serrat “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

La clase política michoacana debe dejar esa mezquindad que le caracteriza porque el asunto de la seguridad es una cuestión de todos, el sueño del bien común que a veces resulta utópico no debe dejarse de lado y, principalmente, esa capacidad de asombro e indignación no puede diluirse, no.

Las autoridades federales y estatales tienen un gran reto que deben asumir a cabalidad porque en Michoacán hace rato que llegó la noche.