Leovani García Olivares
(Segunda de dos partes)
Del trabajo infantil, se estima que el 58.6 por ciento se concentra en la agricultura, afectando a más de 98 millones de niñas y niños.
La OIT considera que la presencia de niños y adolescentes en el campo puede estar relacionada con la vulnerabilidad económica de las familias, el menor acceso a servicios públicos de calidad, la ausencia o inadecuación del uso de tecnología agrícola en el campo y la menor disponibilidad de oportunidades laborales para los adultos. La III Conferencia fue clausurada por el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien recordó que uno su más importantes compromisos cuando llegó en 2003 a la presidencia de la República fue «acabar con el hambre en este país», el cual -dijo- es uno de los grandes motivos del trabajo infantil.
«El mapa del trabajo infantil coincide rigurosamente con el mapa del hambre y la miseria», por lo cual la primera medida para eliminar el empleo de infantes es lograr una mejor distribución de renta en todas las regiones más pobres del planeta», subrayó.
Tras rememorar su niñez, durante la cual fue vendedor de naranjas, de maní, lustrador de zapatos y trabajó en una tintorería antes adquirir su primer título profesional como tornero, destacó la necesidad de los gobiernos de contar con voluntad política para enfrentar este grave problema.
Uno tiene que llevar comida a su casa, hasta pone su propia vida en juego para conseguirlo, y por eso vemos tantas niñas en la prostitución en el mundo, enfatizó al criticar que se gasten tantos miles de millones de dólares en ayudar a sistemas financieros irresponsables y otros miles de millones más en guerras.
Estos gastos evidencian que hay recursos para combatir el trabajo infantil, pero se requiere de «voluntad política» para hacerlo, recalcó.
La tarea de acabar con la explotación de infantes demanda voluntad política, un trabajo coordinado y articulado de administraciones nacionales, organismos internacionales y de todos los sectores de la sociedad, apuntó.
Al igual que Lula da Silva, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, habló sobre este y alertó que «la eliminación del trabajo infantil depende de las oportunidades de empleo y generación de ingresos para los adultos de las familias».
Se trata -dijo- de lograr un modelo de desarrollo inclusivo, como el adoptado por su gobierno, en el cual la prioridad dada a la educación fue la responsables de la reducción del trabajo infantil en Brasil, entre 2000 y 2012, en un 67 por ciento. El índice es mayor que el promedio global, que fue del 36 por ciento.
Brasil aparece asimismo como un ejemplo de que con voluntad política y acciones coherentes, continuas y permanentes, es posible poner en acción el poder transformador de la cooperación que dará lugar a la erradicación del estas formas de explotación de los menores.