Rafael G. Vargas Pasaye
Catedrático que combinaba a la perfección el decir con el hacer, el doctor Antonio Delhumeau (el 16 de noviembre de 2010 falleció) fue siempre un entusiasta del diálogo, de la conversación, del intercambio de ideas.
Escribió varios libros, quizá el más famoso y emblemático de su obra sea El hombre teatral, el cual en una ocasión en una librería de viejo fui testigo de cómo lo almacenaban en la sección de teatro y no en el de sociología, que es su verdadero lugar, su espacio natural.
El tema del poder fue su pasión hasta el final, se le escuchaba mencionar en sus clases, pero sobre todo saltaban en las páginas que dejó. En el marco de los festejos del 60 aniversario de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde fue director (y decano de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación), y a poco después del año de su fallecimiento, salió a la luz La Razón Apasionada, una colección de ensayos, un mosaico de ideas que reflejan al estudioso, al maestro, pero sobre todo al ser humano.
Puntilloso como era, tuvo los elementos necesarios para poner con claridad por escrito que en la batalla “el enemigo a vencer es la indiferencia”, pero sobre todo a sustentar con contundencia su propuesta de pasar del “pienso luego existo” al “siento luego existo”, pues a final de cuentas sujetos emocionales, antes de razonar, percibimos a través de emociones.
Lo dice Delhumeau de la siguiente forma: “el ser del hombre ha sido su conciencia apasionada con su propia capacidad de dar razón a la realidad”. Ello presente en todo momento en el tablero donde el poder atraviesa como eje fundacional, pues a su manera de pensar, “el poder es la búsqueda del amor ahí donde precisamente no se encuentra: éste es el trasfondo, vacío, de todas las adicciones”.
No deja espacio para la duda, aunque sí para el debate: “El más importante hallazgo filosófico que se ha realizado radica en descubrir que el hombre busca el amor al través de todos sus esfuerzos, obras e impulsos. Incluso el odio es búsqueda amorosa perversa, puesto que demanda el reconocimiento de una singularidad excepcional —individualizada o sectaria— que compensa, precisamente, de las privaciones de amor”.
Al leer las páginas de La razón apasionada notamos el sustento de un hombre lúcido, propositivo, inteligente, a quien de a poco empieza por impregnarse de nostalgia y termina en un punto muy alto del análisis, de la sociología, de la filosofía, de la comunicación, áreas donde se desenvolvía con soltura, donde su voz siempre era escuchada.
Sin duda la colección de ensayos que conforman La razón apasionada es más que un legado, es la escritura fundacional de una escuela que deja muchos alumnos, es también el eterno diálogo del hombre de mundo que se habla de tú con el mundo entero y, por si no bastara, es una guía práctica para sobrevivir en estos albores de un tiempo que nos tocó vivir, de preferencia, apasionadamente.
Antonio Delhumeau,
La razón apasionada. Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México, 2011; 182 pp.


