Entrevista a Martha Chapa/Pintora
Jacquelin Ramos
En nuestra cultura han existido mujeres de enorme talento, por lo que las artes plásticas no han sido la excepción. Dentro de esa dimensión, la de artistas mexicanas que decidieron ser pintoras, se inscribe Martha Chapa, quien también ha generado una gran obra, con significativos reconocimientos, dentro y fuera del país.
Su imaginación e impresionabilidad abarcan diversos temas, texturas y materiales. Lo mismo pinta óleos, que dibuja e incursiona en la gráfica, y en años más recientes, su talento lo plasma sobre láminas viejas, oxidadas, carcomidas, con la finalidad de recuperarlas e infundirles nueva vida y belleza, sin olvidar su ícono central, esa legendaria fruta, la manzana.
Originaria de Monterrey, Nuevo León, Martha Chapa cuenta con más de 300 obras plásticas, publicaciones, agradecimientos, además de objetos personales. Son piezas que el público en general podrá disfrutar con la apertura oficial de la Sala Museo Martha Chapa que recién fue inaugurada dentro la Biblioteca Universitaria Raúl Rangel Frías, obra del arquitecto Ricardo Legorreta, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, a manera de tributo al legado artístico y trabajo infatigable de la pintora que ha llevado por más de 40 años.
En la sala museo, además de mostrar la enorme creatividad de la pintora, se pretende ofrecer aportaciones, como promocionar el talento de todos aquellos nuevos valores de las artes visuales —en especial mujeres—, así como también el impulso a la investigación cultural; así lo expuso en entrevista a Siempre! la pintora Martha Chapa, quien considera que este nuevo recinto es, sin duda alguna, un sueño cristalizado.
¿Cómo inició el proyecto de la Sala Museo Martha Chapa?
Desde siempre tuve la inquietud de este proyecto; afortunadamente tengo una cercanía, muy gozosa y muy intensa, con la Universidad de Nuevo León. Universidad que le ha dado tanto prestigio a mi tierra y que ya es un referente en la educación y en la cultura, en donde constantemente he realizado exposiciones. Sin embargo, en los últimos tres años estuve más cerca por un proyecto integrado por una serie de conferencias en torno a temas que manejo como “la mujer y el arte” y “la historia de la manzana”. Con este ciclo de conferencias —que se renovó y creció— tuve la oportunidad de platicarle mi gran aspiración al vínculo más estrecho que tengo en la universidad, con el director de la Biblioteca Magna Raúl Rangel Frías, el doctor Porfirio Tamez.
Esto sucedió cuando se montó una muestra de más de 100 pinturas en torno al Cerro de la Silla, la cual me emocionó, porque a veces uno los va pintando, pero ya verlos colgados en una sala y que las obras dialoguen entre sí, es impresionante. Esto me hizo darme cuenta de cuánto amo a mi tierra, y decir “yo nunca he salido de aquí, aquí sigue mi corazón, aquí seguirá siempre”. Empecé a acariciar este sueño, el sueño dorado de cualquier artista de tener un espacio para mi arte, como dice Virginia Wolf; una habitación propia para depositar nuestros sueños. Después de varias pláticas con el director del sistema de bibliotecas, y de que las demás autoridades consideraran este proyecto, lo aceptaron. Fue muy emotivo para mí que se consolidara, además de realizarlo en conjunto con las celebraciones del 80 aniversario de la UALN.
¿Cuántas piezas donó para esta Sala Museo, y que tan difícil fue desprenderse de ellas?
Al principio decidí empezar de cero cuando hicimos la valoración del proyecto, me dije “o doy todo o doy nada”, así que hice un análisis interno, un ejercicio de desapego. Pensé, me siento con salud —espero seguir así— porque es un arte, vivir del arte, sin embargo, en este proyecto no cobré un solo peso, todo fue donado, de manera genuina, consciente y responsable. Fue así como entregué no solo 270 piezas realizadas en lámina, madera y óleo sobre tela, sino también dibujos, acuarelas, algunas esculturas; todo mi archivo, como cartas que me han escrito mis colegas.
Me costó donar las pinturas que les hice a mis hijos y mis padres, ésas tienen un valor muy fuerte, de manera más emotiva, siempre las había visto conmigo, es más, de repente sentía las paredes vacías, me hicieron falta, y me hacen falta, esas obras me hicieron un huequito en mi corazón. Otras piezas de las que me fue difícil desprenderme son las obras realizadas por mis amigos pintores como Raúl Anguiano, las de mi maestro Mario Eugenio Mingorance, artista español, que me pintó algunos retratos, cartas de Juan Soriano y José Luis Cuevas, fotografías y videos. Doné prácticamente casi todo.
¿Qué aportaciones ofrece esta nueva Sala Museo Martha Chapa?
El hecho de que lleve mi nombre, si bien es un verdadero privilegio, no significa que el lugar me pertenezca, en todo caso es un espacio ganado a favor de la cultura. Tan es así, que lo hemos concebido como un sitio para alentar las artes visuales y la cultura en general. Del mismo modo, que se impulse la creación, en especial, de obras de pintoras mexicanas, así como de los nuevos valores, con exposiciones y encuentros. Un espacio que sirva a la vez para generar estudios e investigaciones en el ámbito cultural, además de captar recursos que se aplicarían a la entrega de becas para niños, jóvenes y adultos mayores en el campo de la plástica y sus diversas expresiones artísticas. Todas y todos debemos estar a favor de la creación, promoción y difusión cultural tanto de la nuestra, como la de otras partes del mundo.
¿Qué etapas emblemáticas de su vida son plasmadas en la galería?
Podrán encontrar etapas que definen mi vida, entre ellas mis ideas, mis sueños, mi pasión, no solo por la pintura, sino también por la gastronomía. Mi compromiso por Nuevo León, por la Universidad, por México, por las luchas femeninas y las batallas por la igualdad, y la equidad. En mis autorretratos podrán encontrar importantes etapas de vida, porque a través de ellos he realizado una introspección tratando de conocerme más a través de mi propio trabajo.
Son autorretratos donde puedo sentirme, conocerme, porque a veces encuentro rasgos que ni yo me conocía. He tenido etapas, con cierto acercamiento al surrealismo, en conjunto con mis adorables manzanas, las pinto de mil maneras, de mil formas, la manzana tiene un lenguaje infinito. Por supuesto, la manzana ha sido el icono de mi arte, a veces está majestuosamente en el escenario, como protagonista principal, pero a veces es secundaria.
¿Hay algo en ese espacio que no se conocía de Martha Chapa?
Lo que menos se ha visto es la parte de las acuarelas, el único antecedente que tengo es una exposición que se realizó en el Museo Nacional de la Acuarela. Es una técnica muy difícil y complicada, sin embargo la practico desde hace años. Esa técnica me fascina, esa parte de mi vida no es muy conocida. Recientemente lo que he hecho en mi arte es reciclar, recojo laminas viejas que ya están destinadas a la nada, que en algún momento se iban a perder o que hubieran quedado en un deshuesadero, es entonces cuando trato, con mi arte, de imbuirles vida y rescatarlas, renacerlas de alguna manera, porque el arte es el hijo de su tiempo, hay que estar en esta modernidad y en este asimilar de las innovaciones. Se necesita estar muy atento a los cambios, siempre de la mano con nuestro trabajo y con nuestra iconografía.
¿Qué sentimientos le crea la sala, y que esté instalada en su ciudad natal?
Me despertó sentimientos que parten precisamente desde mis orígenes que llevo muy dentro, que expresan mi esencia regia en colores, texturas, sabores y en especial en mi forma y estilo de vida. Me crea sentimientos que me dan fuerza, identidad e inspiración para seguir trabajando con mis pinceles.
¿Qué reflexión desea dejar a las personas que visiten la sala instalada en una de las universidades más importante del país?
Les quiero transmitir que les cedo mi obra con el deseo de que se dejen sembradas semillas, para que acrecienten ese amor por el arte, por México. Que perciban el compromiso que tiene una regia, una paisana, una mexicana, de los retos que me han tocado vivir como mujer en este agitado siglo XXI. Que cada pincelada que realizo la hago con el corazón, pero también con la razón, y pensando justo en ese legado que les quiero transmitir a los mexicanos. Finalmente, el arte es el rastro y el rostro de la humanidad, y en estos momentos tan difíciles por los que atravesamos, la pintura es un bálsamo, que da cohesión social. Con este espacio quiero que los jóvenes amplíen y perfeccionen sus conocimientos, se profundicen, salgan mejor preparados en la carrera que decidan, incluyendo la cultura y el arte.
¿Qué proyectos le faltan por hacer a Martha Chapa?
No crean que ya terminé, concluí sólo una etapa más. Vienen más inquietudes, más exposiciones. Próximamente celebraremos seis años al aire del programa El sabor del saber. Me asumo como una pintora que cocina, una cocinera que escribe y acepto también esta parte de comunicadora cultural. En El sabor del saber reflejo también el compromiso con la cultura y el arte, haciéndole un reconocimiento a quienes han forjado esta nación. Siguen mis investigaciones gastronómicas, y trataré siempre de ser la mujer, no que soy, sino con la que he soñado ser en todos los niveles, y de manera muy especial, alcanzar mis proyectos espirituales, que significan otra meta muy importante, como algo que aglutina a todos los demás.