NUESTRO TIEMPO

La democracia es cara; la dictadura, barata… y hasta gratis

José Elías Romero Apis

No nos queda en claro si la política mexicana se ha perfeccionado o va en decadencia. Los indicadores son confusos, erráticos y enigmáticos. Es cierto que ha mejorado la democracia pero es innegable que ha decaído la gobernabilidad. Es indiscutible que se ha incrementado la participación  pero también que ha disminuido el liderazgo. Hoy tenemos más información, pero menos cultura. Poseemos más organización, pero menos efectividad. Disponemos de más libertad, pero de menos tolerancia. Contamos con más autoridades, pero con menos poder. Desde luego que vivimos en un sistema más moderno pero no todos estamos seguros de que sea más civilizado.

 

Por eso, tenemos la obligación de ser cautelosos. El frenesí nos puede insinuar que ya todos somos demócratas. Que hemos arribado a la práctica democrática de los franceses. Que nos satisface el pluralismo ideológico, el pluripartidismo electoral y la convivencia tolerante.

Pero la cordura nos avisa que, todavía, hay quienes postulan la reducción congresional o, mejor aún, su desaparición. Que reniegan de las elecciones carísimas, olvidándose de que la democracia es cara pero la dictadura es barata y hasta gratis. Que acusan que la gobernabilidad presidencial sufre y fracasa a diario por culpa del contrapeso congresional. O que se escudan en la credencial estudiantil, sea la propia o la ajena, para agredir a los candidatos, en lugar de oponérseles.

 

Por eso hay que esmerarnos en la política como el ejercicio de la noble tarea del entendimiento, del diálogo, del convencimiento, del arreglo, de la tolerancia, del respeto y de la concordia.  El valor de la política es lo único que nos podría alejar de la barbarie, de la sinrazón y de los odios.

Tenemos el deber de ser precavidos. La ingenuidad podría ilusionarnos  con que ya no hay déspotas conservadores y que todos somos republicanos liberales. Que hemos alcanzado la práctica liberal de los ingleses. Que nos embelesa el constitucionalismo, el garantismo, el respeto del gobernante hacia el gobernado, la evolución del sistema de amparo, la transigencia con las ideas de todos o la tolerancia con las preferencias de cada cual.

Pero la sensatez nos anuncia que, todavía, hay quienes solicitan el ajusticiamiento sin juicio, el interrogatorio con tortura, los escuadrones de la muerte, la resucitación de Durazo, la supresión del amparo, la militarización de la policía, la centinelización de la justicia o la gendarmización de la política.

 

Cuando hace siete años escribí Perfiles de grandeza, pude convencerme de que todos los pueblos tienen que precaverse de que el tiempo histórico no es línea recta ni la vida tiene palabra de honor. Casi siempre nos promete pero no necesariamente nos cumple. Por eso todos los pueblos han tenido que alternar sus momentos luminosos con aquellos de penumbra. Ésa es la verdadera alternancia del poder.

 

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twitter: @jeromeroapis