NUESTRO TIEMPO

Zoon politikon

José Elías Romero Apis

He escuchado afirmar que la política es una demostración de la cultura. Estoy totalmente de acuerdo. Nada más baste pensar que la política elaborada sólo se da en las naciones que cuentan con un basamento cultural sólido y duradero. Donde no hay una cultura refinada, también la política es rudimentaria y primitiva.

Por eso, los que piensan que los impuestos son tan sólo un tema de la economía y no un asunto de la política están perdidos. Los que creen que la educación es un ramo del presupuesto y no un presupuesto de evolución nacional están extraviados. Los que suponen que la política es una profesión y no un estilo de mando están descarriados. Y los que consideran que los desastres son culpa de la naturaleza y no una culpa de los hombres están muy equivocados. Todos ellos no saben lo mínimo de economía, de historia, de psicología, de sociología, de antropología, de filosofía ni de política.

Todos estos individuos son muy inútiles para sus pueblos y los pueden llevar a la pérdida de su destino y no tan sólo a la equivocación de su camino. Son los que creen que la seguridad pública es un sistema de policía y no un sistema de cultura. O que la energía es un complejo industrial y no un complejo patrimonial. O que la convivencia es un módulo habitacional y no un modo de vida. O, en fin, que la pobreza se debe al mal reparto del dinero y no al mal reparto del poder.

Todas las generaciones se han engreído con sentir que viven en el momento estelar de la humanidad. Ello es legítimo porque casi toda la historia ha sido una constante de mejoría, progreso y perfeccionamiento. Lo que sí es engañoso es olvidar que, en todas las épocas, ha existido la modernidad, la innovación, la vanguardia, la avanzada, la primicia, el invento o el descubrimiento.

El fémur animal que un cavernícola utilizó como la primera arma fue, en su tiempo, una tecnología de punta que cambió su vida y su destino así como el de toda su especie. Más tarde, ese homo faber se llamaría zoon politikon. Ya no fabricaría mazos sino confeccionaría Estados.

 

Se cuenta que hace muchos años y después de muchas humillaciones surtidas por los ingleses, John Adams arrojó sobre el escritorio de William Pitt unos papeles recién escritos en su país, mientras le decía: “Primer ministro, lea este documento que cambiará la historia del mundo. Se llama Constitución de los Estados Unidos de América. Ya no somos los simples granjeros que usted nos considera. Hemos fundado una nación que jamás desaparecerá y hemos inventado un sistema que será copiado por muchos”. Abraham Lincoln repetiría esa profecía en su discurso de Gettysburgh.

Esos campesinos sin libros ni maestros ni escuelas inventaron la república constitucional, fórmula suya hoy adoptada por 4 de cada 5 países del orbe. Ojalá que nuestra generación y el tiempo que nos tocó vivir ocupen aunque fuera una sola página de la historia futura.

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