BALLESTA
Michoacán
Mireille Roccatti
Los últimos días, graves y violentos sucesos cimbraron la tierra purépecha. En un clima inestable y de inseguridad que desde hace un tiempo ha venido sufriendo Michoacán, el ataque planificado contra 18 subestaciones generadoras de electricidad y 6 gasolineras en 12 municipios de la entidad causó conmoción social, no sólo en el estado de Michoacán, sino que por efecto de una ola mediática repercutió en todo el país e incluso se reflejó en todos los diarios, revistas y noticieros radiofónicos y televisivos de todo el mundo.
¿Qué pasa en Michoacán? En principio habrá que recordar que en los primeros días de diciembre de 2006, el fallido gobierno federal anterior inició su guerra contra el narco en Michoacán, y 6 años después de una violencia indiscriminada, que bañó de sangre el estado de Michoacán y todo el país, no logró nada, lo que hace resaltar el oportunismo maniqueo de quienes hoy saltan a la palestra rasgándose las vestiduras por el fracaso —dicen ellos— de la estrategia de Enrique Peña Nieto.
La verdad es que las características y particularidades del crimen organizado en Michoacán son distintas de las que se presentan en el resto del país, y un análisis profundo sería materia de un serio estudio sociológico. La denominada Familia Michoacana y después Los Caballeros Templarios obedecen a una forma organizativa como cofreries medievales, y a un objetivo que funciona como argamasa al recurrir a una pretendida misión cuasi religiosa. Su funcionalidad recuerda las órdenes religiosas, no en balde la alusión a los míticos templarios. Resulta innegable que los grupos delictivos que operan en Michoacán disponen de una amplia base social que los fortalece y los hace distintos a cualquier otro cartel de drogas que opere en el resto del país.
El estado de Michoacán enfrenta también el crecimiento y fortalecimiento de las autodenominadas policías comunitarias; el vacío de poder que, al querer o no, se ha generado por las largas licencias del gobernador constitucional, la resistencia del PRD a soltar resortes y amarres del poder de los que se hizo después de haber gobernado durante dos sexenios continuos, la innoble actitud del PAN de no reconocer su derrota electoral; el vandalismo de los jóvenes normalistas y la insurgencia de los profesores de la CNTE.
En todo ese caldo de cultivo es como debe contextualizarse el difícil momento que está viviendo la entidad michoacana y, por lo tanto, el análisis del problema para definir modificaciones en la estrategia y variaciones en la táctica para enfrentarlo no es de ninguna manera una cosa sencilla. La definición de una nueva estrategia, que por cierto no pasa por la pretendida desaparición de poderes que proponen algunos legisladores panistas y perredistas, resulta inviable dado que en nada resuelve ni soluciona, es sólo ardid de ardidos y perdedores que quieren ganar en la mesa lo que perdieron en las urnas.
Es necesario insistir y persistir en lograr una adecuada coordinación entre las fuerzas federales estatales y municipales, privilegiar el uso de la inteligencia, buscar la cercanía con las comunidades y construir juntos, sociedad y gobierno, una vía de reconstrucción del tejido social que legitime la acción del
Estado frente a los huecos y vacíos de autoridad que sería necio negar que existen, y que generan la percepción de un Estado fallido. Hay que evitar dar palos de ciego y mucho más avanzar por una ruta de represión social indiscriminada, para permitir al estado de Michoacán superar esta etapa, como en su momento lo hicieron Ciudad Juárez y Monterrey.